miércoles, marzo 30, 2005

LA CULTURA DE LA EXTREMA DERECHA Y TÚ. O UN POLLO VA Y LES DIBUJA LA CULTURA BRUNETE

-RESUMEN DE LO PUBLICADO. 1978. Nace la Cultura española democrática 0.2. O Cultura de la Transi. Consiste en llevar a la cultura el pacto de Estado que, alehop, se lleva previamente al Estado. La cultura resultante es una cultura del buen rollo. Para lo cual se debe de eliminar el mal rollo. Mal rollo: dos: a) el pasado y, b), el presente. La Cultura de la Transi hará una ecuación para solventar el pasado y otra para solventar el presente. Solución al pasado: el pasado fue terrible, pero nadie / todos tuvimos la culpa. Es preciso olvidarlo y no utilizarlo para no vertebrar nada. Solución al presente: 1) el presente es la pera. 2) En caso contrario, se pasa al punto 1). Vamos, que se elimina la cultura como motor de planteamiento, mediación y solución de problemas. Que es lo que había sido la cultura española hasta que, ñaca, la exterminaron en el Franky Franco Spanish Tour 1936-39. Dicho de otro modo, en versión maxi, sonaría así. España, hasta 1939 tenía dos culturas en beligerancia. La España real y la España ideal. La real tenía más de 200 años de antigüedad y, en el momento de desaparecer a palos, gastaba juego de piernas, era competitiva, exportable y estaba dando un tute, en forma de Edad de Plata, a la cultura española. Esas dos Españas, con la Cultura de la Transi han sido a) superadas –según los estudiosos de la cultura satisfechos con el resultado final de la Cultura de la Transi-. O, si uno lo prefiere, b), lo que ha pasado es que una de esas dos Españas ha desaparecido, zas, como un ninja. En fin, Pilarin. Llamo la atención, oh, lector, sobre la solución que la Cultura de la Transi dio al pasado. El pasado como bestialismo puntual y colectivo, como desencuentro esporádico y superado definitivamente, es un elemento de cohesión formidable. Y suple el rol democrático que en Alemania posibilitó la cohesión tras 1945: la cultura democrática. EL pasado, tamizado por la Cultura de la Transi –es decir, la Cultura de la Transi, vamos- es posiblemente el único elemento de cohesión que existe en la España post-desmadre’75. Esa lectura del pasado es el punto de vista que puede compartir una novela de Cercas con un discurso de Martin Villa en la fiesta del 90 cumpleaños de Carrillo. Es un punto de vista empobrecedor. Es una burla al pasado. Pero posibilita que Martín Villa pueda salir a la calle. Y posibilita que nadie haga chistes de Carrillo –un político de izquierdas de la Transi, es decir, un chiste- durante su cumple. Es, en fin, un chollo. En eso vino la Cultura Brunete.

-HOLA. SOY LA CULTURA BRUNETE Y AQUÍ VA MI BIOGRAFÍA. La Cultura Brunete es, así a lo rápido, la Cultura de la Transi, la cultura de Estado, cuando el Estado lo gobierna la extrema derecha. Consiste en realizar un inteligente análisis de la Cultura de la Transi, ver en qué consiste y darle un tute hacia la derecha. Lo que ha hecho el PP con la Cultura de la Transi ha sido, en todo caso, a) legítimo y b) astuto. Mientras estuvo en el poder, nadie cuestionó su lectura de la cultura, en tanto que nadie por aquí abajo cuestiona nunca nuestra cultura de Estado. La de todos, la única posible, la única que nos permite ser profesionales y no marginales.

El énfasis de la Cultura Brunete es el mismo de que gasta la Cultura de la Transi. El pasado, sobre cuya lectura se lee el presente con beligerancia para fabricar política. Con la Cultura de la Transi, el pasado era un desencuentro entre hermanos que bla-bla-bla. Con la Cultura Brunete avanzamos en ese sentido tres pueblos, de modo que establecemos culpables. Los culpables son el bando republicano –los nacionalismos periféricos y las izquierdas-. Los inocentes, que hartos de soportar las agresiones al liberalismo democrático decidieron defenderse legítimamente –socorrro, mamá, esos señores me dan miedo-, son el fascismo. Que ya no es fascismo, si no cultura democrática. Esa lectura del pasado posibilita una lectura del presente en el que los nacionalismos y las izquierdas son agentes desestabilizadores. Donde la democracia –una lectura de ella, en la que la Constitución son las tablas de Moisés y una garantía y una solución a los dos grandes inputs de la ultraderecha española: el catolicismo y la unidad nacional- se ve diariamente asediada y defendida por, respectivamente, malos españoles –catalanes, vascos, socialistas, comunistas, bujarrones- y buenos españoles –demócratas; la Cultura Brunete, si se fijan, se apropia de todo lo que empiece por la partícula demo; en su día, hasta se apropió de Demoscopia-. La Cultura Brunete, de hecho, necesita ese asedio para poder existir. Necesita el acoso antidemocrático –o calificado como tal-, para poder ser democrática. De ahí nace la necesidad que tenía –y tiene- de un terrorismo de corte nacionalista, que no islamista. De ahí nace la gran instrumentalización que hizo el Estado con el terrorismo durante dos legislaturas. Y esa puede ser la explicación de la conducta de un Gobierno y toda una cultura durante los días 11 y 13 de marzo.

Las ecuaciones irreales, a-históricas de la Cultura Brunete son las mismas que las que en su día posibilitaron la Cultura de la Transi. Pero más brutas. Por lo demás, cuando el PP estuvo en el poder, funcionaron como un reloj. Que es lo mínimo que se puede exigir a una cultura de Estado. Dos ejemplos históricos de funcionamiento-como-un-reloj. Ejemplo a): las anteriores elecciones vascas, cuando los all-stars de la cultura española –de derechas o de izquierdas-, participaron –o callaron absolutamente, sin críticas- en una campaña electoral del PP y del PSOE que consistía en una cristalización de la descripción que les he hecho de la Cultura Brunete. Ejemplo b): el 11-M. El PP utilizó su explicación cultural de la realidad para impedir oler la realidad. Funcionó durante más días de los higiénicamente predecibles. Quizás la cosa falló, únicamente, porque otras culturas europeas y americanas participaron en la difusión de información sobre el tema. Que si no.

Esta mañana a primera hora, la Cultura Brunete no es Cultura de Estado. No, al menos, en todo el Estado. Pero existe, se vertebra a través de un grupo notorio de medios de comunicación y se aparece ante cualquier ciudadano varias veces al día. Desprovista de Estado, su vigor la convierte en la única lectura de la cultura española existente sin Estado desde 1978. En su difusión participan empresas privadas, que es lo que confiere poderío a una lectura de la cultura. Sin EL Corte Inglés y sus apuestas al respecto, por ejemplo, nunca jamás Pío Moa hubiera vendido chorrocientosmil ejemplares de sus libros revisionistas que, si hablaran de Alemania en alemán, hubieran llevado a su autor al trullo. O Aznar nunca hubiera tenido colas descomunales de usuarios de la Cultura Brunete dispuestos a comprar su libro y a echar un moco. El Corte Inglés es el principal anunciante en los diarios españoles, por lo que ningún diario español parece dispuesto a comunicar a sus lectores cómo se fabrica un best-seller de la Cultura Brunete. Como tampoco la Cultura de la Transi explica como fabrica los suyos. En la Cultura de la Transi, no hay manera ni solución de morder la mano que te estrangula y, a la vez, te alimenta. Como se vio, snif, el 11-M.

Mañana les hablo de otra cosa, mariposa. Verbigracia: le estoy dándole vueltas a esta pregunta: ¿En qué se parece el Papa a una lista electoral vasca ilegalizada?

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