Ayer les decía que “mañana les hablo de los cambios políticos –bestias- que estamos viviendo, y del escaso cambio cultural que parecen traer consigo. Todo ello a la luz de un artículo que me leí el otro día del ministro Moratinos. No se lo pierdan. Escribiré haber sin h, en lo que es otra apuesta por el riesgo.” Y hoy cumplo con mi palabra. A saber: a) aber, b) les voy a hablar de los cambios políticos –bestias- que estamos viviendo, y del escaso cambio cultural que parecen traer consigo. Todo ello c) a la luz de un artículo del ministro Moratinos que me leí el otro día. No se vayan amiguitos.
-LOS CAMBIOS. Conforme pasan los días me voy haciendo cada vez más a la idea de que estamos en un segundo proceso constitucional. Un proceso en el que se van a colar cosas que en los 70’s fueron imposibles. Y que todo ello va a repercutir seriamente en la forma del Estado y, menos seriamente en nuestras vidas cotidianas. Uno tiene cierta edad. Lo que invita al escepticismo. Por lo que estoy dispuesto a tragarme la descripción del sign of the time que les he acabo de endosar. Si lo hago, será próximamente, antes de Diciembre. Pero hasta esa fecha, permítanme exponerles esa realidad que, por otra parte, puede ser simplemente una ilusión personal.
-LA ILUSIÓN. Por lo que percibo a través de entrevistas que hago y contactos personales con los protagonistas políticos del cambio, la cosa consiste en lo que aquí sigue. Disponemos de un Presi de Gobi usuario de la cultura republicana, dispuesto a aplicarla en la solución de conflictos políticos futuros y en la solución de contenciosos políticos territoriales pendientes de solución. Disponemos de una élite del PSOE que comparte cosmovisión con ZP en algunas zonas del Estado –Madrid, Euskadi, València, Baleares, Aragón, Catalunya, Galicia y, snif, poco más-. Disponemos de dos nacionalismos de izquierda –BNG, ERC-, dispuestos, por lo visto, a participar en el proyecto de cambio. Es decir, dispuestos a no apretar las tuercas más de lo que el cambio implica, así a lo bestia: una lectura federalista y efectiva del Estado. La capacidad efectiva de posibilidades de cambio, la prueba del algodón del cambio, es el Estatut de Catalunya. Un buen cacharro, si bien estoy dispuesto a comerme esas palabras, indeed, en pocos meses. Lo divertido del asunto, es que la ola de señores y señoras que están impulsando el cambio no posee una cultura diferenciada de la Cultura de la Transi. En el mejor de los casos, poseen ciertas originalidades que les aleja, sin separarles, del canon CT. Poseen, por así decirlo, una distancia notoria ante la política de la Transi, ante la Transi como fenómeno. Pero carecen de una lectura crítica de la cultura que creó aquel fenómeno político.
-LAS ORIGINALIDADES. Las originalidades que yo voy pillando en los líderes a los que aludo son varias. Como que a) son bilingües –trilingües o chorrolingües en territorios con lengua no castellana-, por lo que c) están conectados a fenómenos de otras culturas, si bien d) esos fenómenos tienden a relacionarse más con la cultura de masas que con, pongamos, la literatura. Quizás el trazo más llamativo es e) la desconfianza hacia los medios informativos españoles. Todos. Es más, en mis entrevistas me ha parecido entender que, por primera vez desde 1976, algunos políticos de la izquierda moderada no confían para transmitir, ampliar o debatir sus mensajes en NINGÚN diario de los que tenemos disponibles en la plaza. Algunos políticos, incluso, modulan sus discursos ante el convencimiento de que su discurso no llegará como tal al lector. Todo ello, lo dicho, me parece lo más llamativo. Si no hubiera otro dato más llamativo. No tienen ninguna otra fricción con la CT. La entienden como la cultura por aquí abajo. Carecen de criticas a la cultura de por aquí abajo, carecen de críticas hacia, pongamos, una novela CT. Las críticas abiertas a la Transi –se producen, empero más y mejor a micrófono cerrado que en plena entrevista-, no se traduce para nada en una crítica a la cultura que creó la Transi. Sospecho, por otra parte, que en general son bajos consumidores de productos culturales, impresión que no puedo demostrar, por otra parte.
-EL ARTÍCULO. El otro día me pelé, verbigracia, un artículo de Miguel Ángel Moratinos en El Periódico. Por lo general, no leo artículos de políticos en activo. Me leí éste por su título. Hablaba de Juan Valera. No se pierdan la correspondencia de Juan Valera. El castellano con juego de piernas del siglo XX viene de esas cartas. Su castellano plis-plas, brillante, less is more, por otra parte, es perceptible en los diarios de Azaña –verbigracia: “Recibo a los ministros de la CNT. Parecen cow-boys”-. Azaña, de hecho, perdió la cabeza por Valera. Y le dedicó el grueso de su obra ensayística no política. Lo utilizó para, en sus ensayos sobre Valera, en su dibujo de la cultura española del siglo XIX, fabricar cultura republicana, construir una dicotomía republicana/monárquica de la cultura española. Es decir, construyó, gracias o mediante Valera, una cultura no-CR –CR = Cultura de la Restauración-. Bueno. Me leí el artículo imaginándome que la cosa sería una cita, más que de Valera, de Azaña, el último político que se ocupó de Valera cuando los políticos se relacionaban con la literatura por necesidad laboral, para fabricar culturas beligerantes. EL artículo de Moratinos, en todo caso, era todo lo contrario. Era una descripción telegráfica de los grandes hitos de la carrera diplomática de Valera. En el artículo no había nada que se pudiera considerar valoración, utilización o extrapolación. Tres llenapistas del pensamiento. El artículo era una pintura en blanco. Uno de los responsables de que a) el Ejército Español desapareciera de Irak como, zas, un ninja, el b) vendedor internacional del concepto Alianza-de-Civilizaciones –donde a) + b) = dos de los hechos más notorios y transgresores de la política internacional española en los últimos veintipico años-, no necesitaba a Valera para explicar nada más que a Valera. No necesitaba ninguna de las herramientas culturales que estaban a huevo para hablar de Valera. No necesitaba, en fin, la cultura. Era –guau, otro en fin en dos líneas-, un usuario más de la CT. Compartía CT con, pongamos, Aznar, un pollo que hablaba de Di Stéfano o Lorca cuando tocaba, pintando en blanco. Con Di Stéfano, literalmente.
-¿QUÉ HA PASADO? Ni idea ¿Por qué, por primera vez en la historia contemporánea de España, la Cultura no es el epicentro de la cosa? ¿Los profesionales de la cultura no necesitan relacionarse con los profesionales del cambio? ¿La cultura, por propia definición CT, se aleja de cualquier opción de cambio? ¿Los políticos que, durante veintipico años, han conservado una idea beligerante de cambio, han perdido contacto con una cultura que, en veintipico años, ha perdido cualquier idea de cambio? ¿La cultura ha desaparecido como herramienta de la caja de herramientas del profesional del cambio? ¿La cultura es una industria que no entiende ni necesita el cambio?
Usted se encuentra aquí. Y yo.
martes, julio 26, 2005
lunes, julio 25, 2005
PROLOGO
Esto es un libro extraño, emitido por un extraño y recibido, por lo que veo, por unos lectores, en su mayoría, extraños. Por lo que periódicamente hay que ir verbalizando sus extrañezas en público, para irle dando la ITV. Y más cuando llevo tantos días que no escribo, hecho ante el cual les pido excusas. Mi spontsor –es decir, yo-, ha estado trabajando más horas que un rolex. Al final de sus tongadas de trabajo, la sola idea de escribir gratis le volvía majara. Otra razón para el silencio también ha sido el no tener nada que decir. A veces pasa. Gracias a los matrimonios gays, muchos gays podrán comprenderlo en muy poco tiempo. Bueno. Extrañezas. ITV. Alehop.
En estas páginas se trata de dibujar la CT. Y, por el mismo precio, se trata de pensar, en la medida de lo posible, fuera de la CT. Algo complicado. Cuesta un huevo emitir fuera de la CT, que es la cultura que usted y yo, por muy flamencos que nos pongamos, tenemos en común. Por lo que veo, ustedes me reciben fuera de la CT o no, me señalan cuando estoy emitiendo desde la CT. O/y me señalan cuando me emito fuera del tiesto. Me ha parecido percibir, por otra parte, que el lector que no se cuestione la CT –aunque sea muy poco, aunque sin llegar necesariamente a mis extremos-, se debe de aburrir a lo bestia. En todo caso, estoy muy contento con/de ustedes. Creo que la mayoría de ustedes perciben que todo lo que les envío no es un decálogo de axiomas, si no un diálogo. Y creo que la mayoría de sus comentarios responden a esa lógica. Es decir, completan el círculo del diálogo. La lógica y el círculo resultante, por otra parte, me gustan. La génesis de todo este cacharro que periódicamente les compongo, consistía también en combatir mi soledad. El diálogo es la única postura que no se puede realizar en soledad. Bueno, por lo general. Cuando se produce en estas páginas soy feliz como una anchoa. Es decir, como un bien escaso. La intención del blog es presentar la Cultura de la Transi como un objeto con forma definida, que lo impregna todo, que responde a un modelo político y que es fácil de describir. Les agradezco también, por lo que veo, que entiendan todo eso como un reto lógico. En ocasiones, incluso, como un juego de lógica. Y no como el reto de un misionero.
Estoy también muy satisfecho por la polémica realizada hace pocos días. El formato –debidamente agilizado-, puede resultar novedoso y curioso. Es así que me propongo realizar nuevos experimentos. En pocos días invitaré a Ignacio Echevarría a realizar un experimento al uso. En Septiembre tengo también confirmada la participación de Joan Saura, Conseller de Participació Ciudadana y papá del nuevo Estatut, para realizar lo propio. Les ruego que vayan pensando un formato para polemizar con Saura. En principio, mi punto de vista ante el tema Estatut coincide con el de Saura demasiado como para polemizar con él. Supongo que la cosa tendrá que ir más a partir de textos de los lectores. O de buscarnos otro polemista. Hummm. ¿Un pepero? Ni idea. Insisto. Vayan pensando.
-EL PÁRRAFO DEDICADO. HOY PRESENTAMOS: “PARRAFO DEDICADO A LA CULTURA DE LA EJECUCIÓN DE SOSPECHOSOS POR LA CALLE”. He leído un comentario de un lector, que parece mosquearse ante la posible comparativa que les solté el último día, en la que abordaba las ocho diferencias entre el 11-M y el 7-J, y de las dos culturas que, respectivamente, nos explicaron las dos coplas. El epicentro del mosqueo es CT. Es decir, ampara su razón en un cadáver. En este caso el de un joven inocente, al que la poli británica dio para el pelo. Esa muerte inocente sería, por tanto y siempre siguiendo mi interpretación del punto de vista del lector, la gran diferencia entre el 11-M y el 7-J, punto de vista que deja entrever que nuestra cultura no tuvo ningún fallo el 11-M y, además, es tan buena que no mata inocentes. La secuencia lógica tendría su qué, si no fuera porque en los fastos tras el 11-M, nosotros también tuvimos nuestro muerto inocente. Que nadie se acuerde de él ilustra también el funcionamiento de nuestra cultura.
El muerto inocente británico consiste en un señor asesinado, ñaca, por el Estado en un plis-plas. Lo cual es un bestialismo. El muerto inocente hispano consiste en un señor asesinado por alguien que interpretaba el Estado, que había sido Estado, que igual se creía Estado, y que actuó como le aconsejaba que actuara la publicidad de Estado emitida, 24 sur 24, en aquellos días. Lo cual son demasiados bestialismos. Recordemos la peli. Pamplona, 12-M, una señora solicita poner en una panadería un cartel contra la organización terrorista vasca que había puesto las bombas de Atocha. La señora no era una iluminada. El secreto de Atocha se lo había revelado un Presi de Gobi, un Ministro de Interior, un Gobi, chorrodientos medios de comunicación y chorrocientosmil tertulianos. Pese a ello, el panadero se negó a que el cartel se colgara en su comercio. La señora de los carteles se rebotó. Y volvió a la panadería con su marido, un expolicía. El expoli sacó la pipa y mató al panadero. El asesino, un usuario de la publicidad gubernamental según la cual quien, en aquellos duros momentos, no estuviéramos con la Consti, éramos terroristas, llevó la publicidad gubernamental a su extensión lógica. Hubo cierto revuelo ante el asesinato. Los medios hablaron del caso. Hasta que La Razón informó que el panadero no era un panadero. Era un miembro de Gestoras Pro-Amnistía que, además, por las noches fabricaba pan. Por lo que el asesinato, zas, dejó de ser un tema a comentar para ilustrar la locura de aquellos días. Y pasó a ilustrar otra locura. EL silencio ante aquella muerte, empero, por lo visto dura hasta nuestros días. Lo que La Razón planteó como eximente, por lo visto es un eximente compartido por gran parte de la sociedad. Tanto que hoy, nuestra sociedad puede hablar de la brutalidad británica, una brutalidad policial, sin recordar la brutalidad hispana, brutalidad expolicial, gubernamnetal, informativa y, por lo visto, social. EL muerto británico, al menos esta mañana a primera hora, ilustra la brutalidad de, al menos, unos policías. Posiblemente la perplejidad –brutal- de un Gobierno. El muerto hispano ilustra algo más amplio. Más brutal. Y con menos inocentes a su alrededor. El muerto británico lo mataron en la calle, como reza el título del párrafo dedicado. El muerto hispano lo mataron a domicilio. Lo que es indicio de otro tipo de brutalidad.
Otra cosa, mariposa. Mañana les hablo de los cambios políticos –bestias- que estamos viviendo, y del escaso cambio cultural que parecen traer consigo. Todo ello a la luz de un artículo que me leí el otro día del Ministro Moratinos. No se lo pierdan. Escribiré haber sin h, en lo que es otra apuesta por el riesgo.
En estas páginas se trata de dibujar la CT. Y, por el mismo precio, se trata de pensar, en la medida de lo posible, fuera de la CT. Algo complicado. Cuesta un huevo emitir fuera de la CT, que es la cultura que usted y yo, por muy flamencos que nos pongamos, tenemos en común. Por lo que veo, ustedes me reciben fuera de la CT o no, me señalan cuando estoy emitiendo desde la CT. O/y me señalan cuando me emito fuera del tiesto. Me ha parecido percibir, por otra parte, que el lector que no se cuestione la CT –aunque sea muy poco, aunque sin llegar necesariamente a mis extremos-, se debe de aburrir a lo bestia. En todo caso, estoy muy contento con/de ustedes. Creo que la mayoría de ustedes perciben que todo lo que les envío no es un decálogo de axiomas, si no un diálogo. Y creo que la mayoría de sus comentarios responden a esa lógica. Es decir, completan el círculo del diálogo. La lógica y el círculo resultante, por otra parte, me gustan. La génesis de todo este cacharro que periódicamente les compongo, consistía también en combatir mi soledad. El diálogo es la única postura que no se puede realizar en soledad. Bueno, por lo general. Cuando se produce en estas páginas soy feliz como una anchoa. Es decir, como un bien escaso. La intención del blog es presentar la Cultura de la Transi como un objeto con forma definida, que lo impregna todo, que responde a un modelo político y que es fácil de describir. Les agradezco también, por lo que veo, que entiendan todo eso como un reto lógico. En ocasiones, incluso, como un juego de lógica. Y no como el reto de un misionero.
Estoy también muy satisfecho por la polémica realizada hace pocos días. El formato –debidamente agilizado-, puede resultar novedoso y curioso. Es así que me propongo realizar nuevos experimentos. En pocos días invitaré a Ignacio Echevarría a realizar un experimento al uso. En Septiembre tengo también confirmada la participación de Joan Saura, Conseller de Participació Ciudadana y papá del nuevo Estatut, para realizar lo propio. Les ruego que vayan pensando un formato para polemizar con Saura. En principio, mi punto de vista ante el tema Estatut coincide con el de Saura demasiado como para polemizar con él. Supongo que la cosa tendrá que ir más a partir de textos de los lectores. O de buscarnos otro polemista. Hummm. ¿Un pepero? Ni idea. Insisto. Vayan pensando.
-EL PÁRRAFO DEDICADO. HOY PRESENTAMOS: “PARRAFO DEDICADO A LA CULTURA DE LA EJECUCIÓN DE SOSPECHOSOS POR LA CALLE”. He leído un comentario de un lector, que parece mosquearse ante la posible comparativa que les solté el último día, en la que abordaba las ocho diferencias entre el 11-M y el 7-J, y de las dos culturas que, respectivamente, nos explicaron las dos coplas. El epicentro del mosqueo es CT. Es decir, ampara su razón en un cadáver. En este caso el de un joven inocente, al que la poli británica dio para el pelo. Esa muerte inocente sería, por tanto y siempre siguiendo mi interpretación del punto de vista del lector, la gran diferencia entre el 11-M y el 7-J, punto de vista que deja entrever que nuestra cultura no tuvo ningún fallo el 11-M y, además, es tan buena que no mata inocentes. La secuencia lógica tendría su qué, si no fuera porque en los fastos tras el 11-M, nosotros también tuvimos nuestro muerto inocente. Que nadie se acuerde de él ilustra también el funcionamiento de nuestra cultura.
El muerto inocente británico consiste en un señor asesinado, ñaca, por el Estado en un plis-plas. Lo cual es un bestialismo. El muerto inocente hispano consiste en un señor asesinado por alguien que interpretaba el Estado, que había sido Estado, que igual se creía Estado, y que actuó como le aconsejaba que actuara la publicidad de Estado emitida, 24 sur 24, en aquellos días. Lo cual son demasiados bestialismos. Recordemos la peli. Pamplona, 12-M, una señora solicita poner en una panadería un cartel contra la organización terrorista vasca que había puesto las bombas de Atocha. La señora no era una iluminada. El secreto de Atocha se lo había revelado un Presi de Gobi, un Ministro de Interior, un Gobi, chorrodientos medios de comunicación y chorrocientosmil tertulianos. Pese a ello, el panadero se negó a que el cartel se colgara en su comercio. La señora de los carteles se rebotó. Y volvió a la panadería con su marido, un expolicía. El expoli sacó la pipa y mató al panadero. El asesino, un usuario de la publicidad gubernamental según la cual quien, en aquellos duros momentos, no estuviéramos con la Consti, éramos terroristas, llevó la publicidad gubernamental a su extensión lógica. Hubo cierto revuelo ante el asesinato. Los medios hablaron del caso. Hasta que La Razón informó que el panadero no era un panadero. Era un miembro de Gestoras Pro-Amnistía que, además, por las noches fabricaba pan. Por lo que el asesinato, zas, dejó de ser un tema a comentar para ilustrar la locura de aquellos días. Y pasó a ilustrar otra locura. EL silencio ante aquella muerte, empero, por lo visto dura hasta nuestros días. Lo que La Razón planteó como eximente, por lo visto es un eximente compartido por gran parte de la sociedad. Tanto que hoy, nuestra sociedad puede hablar de la brutalidad británica, una brutalidad policial, sin recordar la brutalidad hispana, brutalidad expolicial, gubernamnetal, informativa y, por lo visto, social. EL muerto británico, al menos esta mañana a primera hora, ilustra la brutalidad de, al menos, unos policías. Posiblemente la perplejidad –brutal- de un Gobierno. El muerto hispano ilustra algo más amplio. Más brutal. Y con menos inocentes a su alrededor. El muerto británico lo mataron en la calle, como reza el título del párrafo dedicado. El muerto hispano lo mataron a domicilio. Lo que es indicio de otro tipo de brutalidad.
Otra cosa, mariposa. Mañana les hablo de los cambios políticos –bestias- que estamos viviendo, y del escaso cambio cultural que parecen traer consigo. Todo ello a la luz de un artículo que me leí el otro día del Ministro Moratinos. No se lo pierdan. Escribiré haber sin h, en lo que es otra apuesta por el riesgo.
lunes, julio 18, 2005
7J VS. 11M
Hola. Con todo aquello de la polémica he perdido comba. Seguidamente les transcribo algunas notas de la carpeta comba, que se quedaron sin publicar durante los días de la polémica / no comba. Como lo de las bombas de Londres, unas bombas, un Gobi, una cultura política, una cultura a palo seco, que emitió -lo que sea que se emite cuando te bombardean- de manera diferente a la CT. Verbigracias:
-CULTURA DE LA NO APROPIACIÓN. En Londres hubo muertos, así, a lo bruto, y no un número determinado de muertos, hasta casi 24 horas después del caso de la cosa. Es decir, nadie pudo apropiarse de los muertos. Eso sí, todos los Estados de la UE pudieron utilizar la información del atentado y tomar las medidas que consideraran pertinentes, pues el Gobi británico, desde el principio, y sin citar los palabros Al-qaeda, vinculó el atentado al terrosimo internacional y no, pongamos, al IRA. O a ETA. Y eso que, con los San Fermines, estaba a huevo.
-CULTURA DE LA NO APROPIACIÓN, INDEED. La Cumbre de los chicos Zumosol que se desarrollaba en Edimburgo no fue aplazada ni suspendida. Es decir, que el Estado siguió con su agenda. Es decir, que el terrorismo no cambió la agenda del Estado. En España, recordemos, hermanos, se suspendió una campaña electoral. Y, posteriormente, el funcionamiento de un partido político, consagrado desde entonces a otra realidad.
-CULTURA DE LA NO SENTIMENTALIZACIÓN. El Estado, primero, y los medios de comunicación después, no han sentimentalizado en exceso las muertes brutales de medio centenar de ciudadanos. De hecho, el Estado dilató la publicidad de la identidad de los fallecidos. La prensa española se hizo eco del hecho, y lo calificó bajo los epítetos de frialdad e, incluso, de incompetencia. Si bien no se llegó a informar del todo que la dilación se relacionaba con un hecho cultural anglosajón. Los fallecidos, como todo el mundo en las culturas anglosajonas, carecían de algo parecido a un DNI –una cartulina con tu foto, tu nombre, el de papá y mamá, tu número fiscal y tus huellas dactilares, que debes de llevar encima y enseñarla cuando te lo solicite el Estado-. Las primeras noticias españolas sobre el atentado, emitidas/publicadas el mismo día, y en lo que fue una tendencia seguida durante las primeras 24 horas, consistió en irte a Torremolinos, buscar un grupo de guiris, decirles lo de Londres y filmar como pillaban la primera cabina telefónica y telefoneban a mamá. Lamentablemente, en todos los casos mamá estaba viva, con lo que el género lució poco. Cuando ya se empezaron a identificar víctimas, nuestra prensa reconstruyó sus biografías sentimentalizadas, al más puro estilo 11-M. Esa manera de construir información sobre el atentado, por lo que yo pude ver, sólo se produjo en UK, y muy brevemente, en The Sun.
-CULTURA DE LA NO UNANIMIDAD. Los medios UK secundaron al Gobi Británico en su dilación de datos y de nombres. Las primeras previsiones de muertos –por otra parte, acertadas-, las emitió Sky Channel, medio privado y un tanto popular. Hacia el medio día del 7J. Y, no sé qué piensan ustedes, hubo poco más mariconeo entre la prensa y el GObi. La prensa del 8J, por ejemplo, ya hablaba abiertamente, y en contra, de posibles medidas antiterroristas, como el control de llamadas móviles y SMS, y el control de e-mails. Sucedió algo parecido en los USA el 12-M, cuando la prensa empezó a informar y a definirse sobre la incorporación del programa Carnivore, por parte del FBI, para controlar Internet. En España, recordemos, tras el 11M –o, incluso, antes-, nunca jamás se ha producido una posible lesión de derechos o de intimidad en la lucha contra el terrorismo. O, al menos, la prensa que el 12-M nos informaba de la relación de Carod-Rovira con el atentado, de los hijos, los hobbyes y las manías de los asesinados, y de los psicólogos que prestaban su ayuda gratuita a las víctimas, no nos informó de ello. Glups.
-CULTURA DE LA ASEPSIA. En UK no es de recibo el palabro “terrorista”. La BBC jamás –toma, moreno-, jamás lo utilizó para referirse al IRA –ni siquiera en su etapa más gore, cuando volaba pubs en Londres-. Por extensión, no lo ha utilizado con grupos similares, como ETA. Lo que provocó una campaña de la COPE que rozó el ridículo –la COPE no puede, históricamente, corregir a la BBC-. Las utilidades de no denominar terrorismo al terrorismo son, ahora que lo pienso, muchas. Te permite ser equidistante del terrorismo y del Estado –en UK el Estado también practicó el terrorismo; y se informó de ello-, y te permite que, en un momento dado, haya un proceso de paz con un inicio más relajado. Otra ventaja en la no utilización del palabro, además de para la consecución de asepsia informativa, es que no se desparrama, por lo que no puedes hacerlo caer sobre quién convenga políticamente, o informativamente, en un momento dado o, en España, en unos años dados. EL lector me corregirá, pero en esta ocasión he leído el palabro “terrorismo” en alguna publicación británica. De corte popular. Ignoro como se han comportado las teles. Blair ha utilizado mucho el palabro. Como todos sus predecesores, por otra parte. El caso de la cosa es: ¿ha cambiado el uso del palabro en los medios?
-CULTURA DE LA INTROSPECCIÓN. Los chicos de las bombas eran británicos. Británico es una palabra sin traducción en castellano. EN castellano, británico, no es español. Es una identidad superior, que engloba identidades locales e identidades globalizadas. Y que otorga derechos. Me he fijado que en UK el palabro británico es como más progresista que el palabro inglés. Cuando se alude a ingleses, por ejemplo, no se alude a negros, musulmanes, hindúes. Ni a darles derechos. Bueno, los chicos de las bombas eran británicos. Como un piano. Las bombas de Londres responden, pues y también, a un problema de índole interno. Algo que habría soñado Aznar para el 11M y que no fue posible. La prensa británica, que durante años informó también sobre el funcionamiento de la vida en su suburbio católico de Belfast, está informando sobre el funcionamiento de la vida en Leeds. Un funcionamiento duro, por lo visto. Esta mañana a primera hora sé más sobre la vida en Leeds que sobre la vida en Hernani.
-CULTURA NO DEMAGÓGICA. Los atentados se produjeron tras lo del anuncio de los JJ.OO. de 2012, que finalmente fueron otorgados a la única ciudad candidata cuyo periodismo informó sobre la corrupción del proceso. En Londres, por otra parte, hay un gran desinterés –incluso, oposición- al proyecto. Las bombas podían haber sido utilizadas, consecuentemente, para arremeter contra el proyecto olímpico. Al parecer, no se ha hecho. En UK, el terrorismo es lo contrario de la política.
-UNA CULTURA MENOS NACIONALISTA. Por eso mismo, al parecer el 7J no será una fiesta nacional, como por aquí abajo el 11M. El atentado no ha hecho que se vendan más banderas. Parece ser que en Londres no haya más banderas de la cuenta, esta mañana a primera hora.
-CULTURA DE LA NO APROPIACIÓN. En Londres hubo muertos, así, a lo bruto, y no un número determinado de muertos, hasta casi 24 horas después del caso de la cosa. Es decir, nadie pudo apropiarse de los muertos. Eso sí, todos los Estados de la UE pudieron utilizar la información del atentado y tomar las medidas que consideraran pertinentes, pues el Gobi británico, desde el principio, y sin citar los palabros Al-qaeda, vinculó el atentado al terrosimo internacional y no, pongamos, al IRA. O a ETA. Y eso que, con los San Fermines, estaba a huevo.
-CULTURA DE LA NO APROPIACIÓN, INDEED. La Cumbre de los chicos Zumosol que se desarrollaba en Edimburgo no fue aplazada ni suspendida. Es decir, que el Estado siguió con su agenda. Es decir, que el terrorismo no cambió la agenda del Estado. En España, recordemos, hermanos, se suspendió una campaña electoral. Y, posteriormente, el funcionamiento de un partido político, consagrado desde entonces a otra realidad.
-CULTURA DE LA NO SENTIMENTALIZACIÓN. El Estado, primero, y los medios de comunicación después, no han sentimentalizado en exceso las muertes brutales de medio centenar de ciudadanos. De hecho, el Estado dilató la publicidad de la identidad de los fallecidos. La prensa española se hizo eco del hecho, y lo calificó bajo los epítetos de frialdad e, incluso, de incompetencia. Si bien no se llegó a informar del todo que la dilación se relacionaba con un hecho cultural anglosajón. Los fallecidos, como todo el mundo en las culturas anglosajonas, carecían de algo parecido a un DNI –una cartulina con tu foto, tu nombre, el de papá y mamá, tu número fiscal y tus huellas dactilares, que debes de llevar encima y enseñarla cuando te lo solicite el Estado-. Las primeras noticias españolas sobre el atentado, emitidas/publicadas el mismo día, y en lo que fue una tendencia seguida durante las primeras 24 horas, consistió en irte a Torremolinos, buscar un grupo de guiris, decirles lo de Londres y filmar como pillaban la primera cabina telefónica y telefoneban a mamá. Lamentablemente, en todos los casos mamá estaba viva, con lo que el género lució poco. Cuando ya se empezaron a identificar víctimas, nuestra prensa reconstruyó sus biografías sentimentalizadas, al más puro estilo 11-M. Esa manera de construir información sobre el atentado, por lo que yo pude ver, sólo se produjo en UK, y muy brevemente, en The Sun.
-CULTURA DE LA NO UNANIMIDAD. Los medios UK secundaron al Gobi Británico en su dilación de datos y de nombres. Las primeras previsiones de muertos –por otra parte, acertadas-, las emitió Sky Channel, medio privado y un tanto popular. Hacia el medio día del 7J. Y, no sé qué piensan ustedes, hubo poco más mariconeo entre la prensa y el GObi. La prensa del 8J, por ejemplo, ya hablaba abiertamente, y en contra, de posibles medidas antiterroristas, como el control de llamadas móviles y SMS, y el control de e-mails. Sucedió algo parecido en los USA el 12-M, cuando la prensa empezó a informar y a definirse sobre la incorporación del programa Carnivore, por parte del FBI, para controlar Internet. En España, recordemos, tras el 11M –o, incluso, antes-, nunca jamás se ha producido una posible lesión de derechos o de intimidad en la lucha contra el terrorismo. O, al menos, la prensa que el 12-M nos informaba de la relación de Carod-Rovira con el atentado, de los hijos, los hobbyes y las manías de los asesinados, y de los psicólogos que prestaban su ayuda gratuita a las víctimas, no nos informó de ello. Glups.
-CULTURA DE LA ASEPSIA. En UK no es de recibo el palabro “terrorista”. La BBC jamás –toma, moreno-, jamás lo utilizó para referirse al IRA –ni siquiera en su etapa más gore, cuando volaba pubs en Londres-. Por extensión, no lo ha utilizado con grupos similares, como ETA. Lo que provocó una campaña de la COPE que rozó el ridículo –la COPE no puede, históricamente, corregir a la BBC-. Las utilidades de no denominar terrorismo al terrorismo son, ahora que lo pienso, muchas. Te permite ser equidistante del terrorismo y del Estado –en UK el Estado también practicó el terrorismo; y se informó de ello-, y te permite que, en un momento dado, haya un proceso de paz con un inicio más relajado. Otra ventaja en la no utilización del palabro, además de para la consecución de asepsia informativa, es que no se desparrama, por lo que no puedes hacerlo caer sobre quién convenga políticamente, o informativamente, en un momento dado o, en España, en unos años dados. EL lector me corregirá, pero en esta ocasión he leído el palabro “terrorismo” en alguna publicación británica. De corte popular. Ignoro como se han comportado las teles. Blair ha utilizado mucho el palabro. Como todos sus predecesores, por otra parte. El caso de la cosa es: ¿ha cambiado el uso del palabro en los medios?
-CULTURA DE LA INTROSPECCIÓN. Los chicos de las bombas eran británicos. Británico es una palabra sin traducción en castellano. EN castellano, británico, no es español. Es una identidad superior, que engloba identidades locales e identidades globalizadas. Y que otorga derechos. Me he fijado que en UK el palabro británico es como más progresista que el palabro inglés. Cuando se alude a ingleses, por ejemplo, no se alude a negros, musulmanes, hindúes. Ni a darles derechos. Bueno, los chicos de las bombas eran británicos. Como un piano. Las bombas de Londres responden, pues y también, a un problema de índole interno. Algo que habría soñado Aznar para el 11M y que no fue posible. La prensa británica, que durante años informó también sobre el funcionamiento de la vida en su suburbio católico de Belfast, está informando sobre el funcionamiento de la vida en Leeds. Un funcionamiento duro, por lo visto. Esta mañana a primera hora sé más sobre la vida en Leeds que sobre la vida en Hernani.
-CULTURA NO DEMAGÓGICA. Los atentados se produjeron tras lo del anuncio de los JJ.OO. de 2012, que finalmente fueron otorgados a la única ciudad candidata cuyo periodismo informó sobre la corrupción del proceso. En Londres, por otra parte, hay un gran desinterés –incluso, oposición- al proyecto. Las bombas podían haber sido utilizadas, consecuentemente, para arremeter contra el proyecto olímpico. Al parecer, no se ha hecho. En UK, el terrorismo es lo contrario de la política.
-UNA CULTURA MENOS NACIONALISTA. Por eso mismo, al parecer el 7J no será una fiesta nacional, como por aquí abajo el 11M. El atentado no ha hecho que se vendan más banderas. Parece ser que en Londres no haya más banderas de la cuenta, esta mañana a primera hora.
jueves, julio 14, 2005
ENMIENDA
Al final del penúltimo parágrafo, lo que quise decir es "Para las elecciones del 2000, no estaba en el programa de ninguno de los partidos. Fue CiU, que, ante el temor a perder las siguientes, echó a rodar la pelotita al grito de «¡maricón el último!»"
"EL GUSTO ES TODO MÍO, CABALLERO"
1) No insistiré en lo de las Oficinas, pero te observo lo siguiente: cuando dices «se debe a una discriminación positiva, pactada», puede entenderse que la legitimidad de tal discriminación la proporciona el pacto, o sea, para este caso, no exactamente eso sino la ley de la mayoría. En democracia, la ley de la mayoría sólo es procedimental, es decir, necesaria pero no suficiente; la legitimidad se funda en principios normativos de justicia distributiva, y se dirime en la instancia deliberativa, que no es, propiamente, ni la de las mayorías, ni la de los pactos. Y está muy lejos de estar clara la existencia del deber moral de recuperación lingüística. (Inciso: sería conveniente deshacer el interesado malentendido, en la actualidad extendido hasta la náusea y propiciado principalmente por los nacionalismos vasco y catalán, aunque no exclusivamente, que ha prestigiado como el sumum de la virtud democrática «la negociación», «el pacto». El malentendido consiste en indiferenciarlos de la deliberación, o en pretender otorgarles su mismo estatuto. Pero no son lo mismo, pues lo que hay que recordar es que un pacto o negociación no es más que el acuerdo sobre el reparto ordenado de los intereses de las partes en función de las fuerzas de cada una cuando éstas se reparten desigualmente según los asuntos, y mediado ello sólo por las posibles ventajas que el débil pueda obtener sobre el fuerte en premio a su astucia o el engaño, como sabe cualquier buen negociador. Pero lo propio de la negociación sigue siendo la ley del más fuerte, pues nadie cede en lo que lo perjudica si no se invocan principios morales. En el «si tú me das esto, yo te doy esto otro» manda la fuerza y, secundariamente, la astucia o el engaño, pero no los principios. Por no hablar de la opacidad y el secretismo indisolublemente asociados a la noción misma de negociación, tan ajenas a los procedimientos democráticos. Que en política haya asuntos cuya resolución práctica aconsejen la negociación, no puede significar que «todo debe negociarse»; negarse a negociar puede ser un deber democrático. Y ya que estoy: el manoseado asunto de las balanzas fiscales es, desde luego, muy complejo, pero nuestro Tripartito sólo ha contribuido a falsearlo y enmarañarlo. Es imperdonable que quienes se dicen de izquierda hayan empezado halagando los más bajos instintos de la gente diciéndole «nos roban». Y eso, además, es falso, pues Cataluña no es un sujeto impositivo, y los catalanes no pagan en tanto que catalanes, sino según su renta. Es falsear la realidad, por tanto, presentar el asunto como si se tratase de una relación entre comunidades: «tú inviertes tanto, yo te doy tanto, y ahora negociemos con cuánto estoy yo dispuesto a ayudar a los pobres». Pues no es de solidaridad interterritorial de lo que se trata, sino de redistribución de la riqueza a través de los impuestos, que es un asunto de justicia, y que, desde luego, no es voluntario. Semejante engaño sí sirve a la estrategia nacionalista, campeones en la práctica de presentar la realidad como no es por ver si acaba siendo como la presentan, pero no se entiende qué hace en boca de socialistas.)
2) LA CONSTITUCIÓN, EL ESTATUTO Y EL ESTADO NACIÓN. Muy brevemente, y puesto que los has mencionado reiteradamente en tus entregas. La concepción ilustrada del Estado Nación, nacido tras el fin del Antiguo Régimen, no es nacionalista per se a pesar de ese término. Es decir, un Estado no es nacionalista por ser Estado. Una de las ofensivas más necias y peligrosas del último cuarto de siglo es la incorporación de los nacionalistas a los viejos propósitos liberales –actualmente recrecidos– de debilitar el Estado. Sin el Estado no existe el imperio de una ley igual para todos, ni los derechos individuales, ni la soberanía popular, o el monopolio de la violencia legítima, pues nacieron con él, y es la condición de posibilidad de todas las conquistas progresistas. Sinceramente, no sé que se denuesta cuando se denuesta el Estado, pues su desaparición es o el retorno al feudalismo o al estado de naturaleza, de la guerra de todos contra todos. (El alegre muchachote que anda aquí en Gràcia pintarrajeando las paredes contra el Estado español, no repara, primero, en que eso puede hacerlo sólo porque ese Estado existe, y, luego, que si su deseo se cumpliera, volvería a ser un siervo de la gleba.) Lo grotesco del asunto, además, es que el secesionista que denuesta el Estado calla que, una vez segregado, lo que hará será constituir otro Estado, eso sí, ahora mandando él. Ese «Estado plurinacional» también es un Estado, Martínez. La trampa que encierra la secuencia lógica que dice que España es un Estado plurinacional (o que Cataluña no es España), y que, por tanto, lo que hay es una anomalía y el modelo administrativo debe ajustarse a la realidad, estriba en la negación de la realidad. España es, de hecho (de facto) y de derecho (de iure), el Estado de las Autonomías. Eso, desde luego, es modificable, pero para ello es necesario que quien así lo quiere diga quiénes son los que eso quieren y por qué. Pero, claro, no cabe que diga que lo quiere porque así es España, porque así no es. Justamente esas razones son las que quiere ahorrarse con tal sofisma. Es decir, debe aportar razones, y esas razones sólo pueden ser que lo que propone es más justo que lo que hay, y referirse al bien común de los ciudadanos. Y entre ellas, desde luego, no se incluye contentar las atribuladas almas de los nacionalistas, a ver si, por fin, se encuentran «cómodos», es decir, resolver un conflicto que ellos han creado dándoles lo que piden. El principio absoluto de que el poder próximo al ciudadano lo favorece es falso. La proximidad, por el contrario, muchas veces facilita la relajación de los controles democráticos, como está sobradamente demostrado. ¿Por qué será más justa la justicia que recibirá un leridano cuando la última instancia jurisdiccional sea el TSJC, que está en Barcelona, y no el Supremo, que está en Madrid? Si no se dan razones para reclamar eso, y no se dan, lo único que se está pidiendo es el control de nombrar a los jueces, y eso, a mí, me atemoriza. Reclamar el poder, sin más, no es democrático. Pues eso es lo que ocurre tanto con la Constitución como con el Estatuto. Una Constitución, lo siento, Guillem, no «es un compendio de opciones», sino la ley básica que define el modelo de Estado y recoge los derechos fundamentales de los ciudadanos. Por supuesto que se puede reformar y, si no ampara suficientemente los derechos, abolirla. Lo que se dice es que, más allá de la reforma del Senado (y ya que están con lo de la primogenitura de la Corona, aprovechemos y abolámosla), no se ve por qué habríamos de estar continuamente poniéndola en cuestión. La obsesión, lo siento, no es por no cambiarla, sino la contraria, aunque nunca se sabe exactamente por qué; o sí, pues favorece la estrategia nacionalista de poner permanentemente en cuestión el Estado. Y otro tanto con el Estatuto; lo que dice el Manifiesto es que los únicos motivos hasta ahora aducidos para su reforma son identitarios. Para las elecciones del 2000, no estaba en el programa de ninguno de los partidos. Fue CiU, que, ante el temor a perderlas, echó a rodar la pelotita al grito de «¡maricón el último!».
3) Bueno, no tan breve. Excuso el rollo, pero no prometo enmendarme. Gracias, Guillem, tanto por el ofrecimiento como por tu hospitalidad. Agur.
Carlos Feliu
2) LA CONSTITUCIÓN, EL ESTATUTO Y EL ESTADO NACIÓN. Muy brevemente, y puesto que los has mencionado reiteradamente en tus entregas. La concepción ilustrada del Estado Nación, nacido tras el fin del Antiguo Régimen, no es nacionalista per se a pesar de ese término. Es decir, un Estado no es nacionalista por ser Estado. Una de las ofensivas más necias y peligrosas del último cuarto de siglo es la incorporación de los nacionalistas a los viejos propósitos liberales –actualmente recrecidos– de debilitar el Estado. Sin el Estado no existe el imperio de una ley igual para todos, ni los derechos individuales, ni la soberanía popular, o el monopolio de la violencia legítima, pues nacieron con él, y es la condición de posibilidad de todas las conquistas progresistas. Sinceramente, no sé que se denuesta cuando se denuesta el Estado, pues su desaparición es o el retorno al feudalismo o al estado de naturaleza, de la guerra de todos contra todos. (El alegre muchachote que anda aquí en Gràcia pintarrajeando las paredes contra el Estado español, no repara, primero, en que eso puede hacerlo sólo porque ese Estado existe, y, luego, que si su deseo se cumpliera, volvería a ser un siervo de la gleba.) Lo grotesco del asunto, además, es que el secesionista que denuesta el Estado calla que, una vez segregado, lo que hará será constituir otro Estado, eso sí, ahora mandando él. Ese «Estado plurinacional» también es un Estado, Martínez. La trampa que encierra la secuencia lógica que dice que España es un Estado plurinacional (o que Cataluña no es España), y que, por tanto, lo que hay es una anomalía y el modelo administrativo debe ajustarse a la realidad, estriba en la negación de la realidad. España es, de hecho (de facto) y de derecho (de iure), el Estado de las Autonomías. Eso, desde luego, es modificable, pero para ello es necesario que quien así lo quiere diga quiénes son los que eso quieren y por qué. Pero, claro, no cabe que diga que lo quiere porque así es España, porque así no es. Justamente esas razones son las que quiere ahorrarse con tal sofisma. Es decir, debe aportar razones, y esas razones sólo pueden ser que lo que propone es más justo que lo que hay, y referirse al bien común de los ciudadanos. Y entre ellas, desde luego, no se incluye contentar las atribuladas almas de los nacionalistas, a ver si, por fin, se encuentran «cómodos», es decir, resolver un conflicto que ellos han creado dándoles lo que piden. El principio absoluto de que el poder próximo al ciudadano lo favorece es falso. La proximidad, por el contrario, muchas veces facilita la relajación de los controles democráticos, como está sobradamente demostrado. ¿Por qué será más justa la justicia que recibirá un leridano cuando la última instancia jurisdiccional sea el TSJC, que está en Barcelona, y no el Supremo, que está en Madrid? Si no se dan razones para reclamar eso, y no se dan, lo único que se está pidiendo es el control de nombrar a los jueces, y eso, a mí, me atemoriza. Reclamar el poder, sin más, no es democrático. Pues eso es lo que ocurre tanto con la Constitución como con el Estatuto. Una Constitución, lo siento, Guillem, no «es un compendio de opciones», sino la ley básica que define el modelo de Estado y recoge los derechos fundamentales de los ciudadanos. Por supuesto que se puede reformar y, si no ampara suficientemente los derechos, abolirla. Lo que se dice es que, más allá de la reforma del Senado (y ya que están con lo de la primogenitura de la Corona, aprovechemos y abolámosla), no se ve por qué habríamos de estar continuamente poniéndola en cuestión. La obsesión, lo siento, no es por no cambiarla, sino la contraria, aunque nunca se sabe exactamente por qué; o sí, pues favorece la estrategia nacionalista de poner permanentemente en cuestión el Estado. Y otro tanto con el Estatuto; lo que dice el Manifiesto es que los únicos motivos hasta ahora aducidos para su reforma son identitarios. Para las elecciones del 2000, no estaba en el programa de ninguno de los partidos. Fue CiU, que, ante el temor a perderlas, echó a rodar la pelotita al grito de «¡maricón el último!».
3) Bueno, no tan breve. Excuso el rollo, pero no prometo enmendarme. Gracias, Guillem, tanto por el ofrecimiento como por tu hospitalidad. Agur.
Carlos Feliu
martes, julio 12, 2005
"AGRADECIDA, Y EMOCIONADA / SÓLAMENTE PUEDO DECIR / GRACIAS POR VENIR"
No voy a contestar tus últimos outpunts, en tanto a) son los mismos que los primeros y b) los considero contestados, en tanto considero demostrado –hasta que no me lo demuestres- que no hay persecución lingüística, que no hay violación de derechos fundamentales, y que la fricción de derechos que me explicas –y que, en cierta manera, reconozco-, se debe a una discriminación positiva, pactada. Nuestros respetivos casos ya están, en todo caso, vistos para sentencia. El lector es quién decidirá quién de nosotros es Miss Venezuela y quién es Miss Simpatía. Y, lo que es mejor, decidirá cual de nuestras descripciones de la realidad está más a tomar por XXXX de la realidad. Bueno. Esto se acaba. Ocuparé mi simpático-pupurrí-final-de-fiesta en algo ciertamente más autodestructivo, y que consiste en enumerar lo que no me ha gustado de nosotros. Ahí va.
-No hemos hablado del manifiesto. Hemos hablado de una polémica lingüística. Lo cual a) es una pérdida de tiempo. Aunque b), igual puede no serlo. Igual el manifiesto es una polémica lingüística. En la estela de otras que en el mundo han sido.
-Encuentro una lástima no haber hablado del manifiesto. Como encuentro una lástima que los manifestettes no habléis del manifiesto. En ese sentido, agradezco tu amabilidad al aceptar la polémica. Esta mañana a primera hora, empero, los ciudadanos mejor informados al respecto son a) lo President de la Gene –moraleja: si quieres que te reciba un político, di que quieres hacer un partido para ser político-, y los chicos de la FAES –otra moraleja, que vendría a indicar hacia qué lado cae el objeto manifiesto; los objetos, en fin, caen del lado hacia el que se inclinan-.
-Hemos acotado, implícitamente, un concepto de nacionalismo tan amplio, presente y difundido, que no se salva ni el gato. Tú me lo has señalado. Yo te lo he señalado. Es posible que eso es lo que suceda por aquí abajo. No existe un no-nacionalismo cachas, un no-nacionalismo orgánico, con tradición, que pueda ejercer el arbitraje político e intelectual por aquí abajo. Por mi parte, he intentado defender que el no-nacionalismo no es un cacharro equidistante, en tanto que los nacionalismo, única discusión legal por aquí abajo –te recuerdo que aquí no podemos discutir sobre la proclamación de la primavera ni la redistribución de la riqueza-, lo impregna todo. Es muy posible que el no-nacionalismo, aplicado a lo que Biedma denominaba “la aldea de cabreros”, y la UEFA “España”, sea una relación coyuntural, una relación oportunista con los nacionalismos. Ni idea. No creo, en ese sentido, que vuestro manifiesto sea una meditación sobre el no-nacionalismo, sino más bien una explotación del nacionalismo –de dos-. A saber: necesita no ser explicado a una parte. Necesita ser creído por la otra. En las dos partes requiere la fe –para apoyarlo o para cargártelo- antes que la realidad.
-Es también una lástima no haber hablado de la madre del cordero de vuestro manifiesto. La no-reforma Constitucional y la no-reforma autonómica. Que creo que es lo más importante. Y, sea como sea, el principal trazo estilístico del manifiesto. La posible evolución federalista de la Cosa –que para mí, snif, cada vez queda más lejos- y/o el cambio de la financiación en Catalunya –junto a Madrid, los financiadores de la Cosa-, tiene su miga. Y no tengo del todo claro cual es la opción progresista, sinceramente.
-Como era nuestro deber, hemos recurrido a todos los recursos dramáticos y retóricos que nos hubieran podido beneficiar en nuestro discurso. El humor, la vena en el cuello, el calderonismo, la repetición, la omisión de argumentos, la manipulación de argumentos. En fin, todo lo que nos legaron los romanos, que eran unos cachondos. El lector ha podido ver, empero, qué figuras conducen a una discusión y cuales conducen al enroque ad eternum. Y al posterior calentón. Por mi parte, me felicito por el hecho de que, sea como sea, la discusión se haya producido –con sus límites, pero también con sus pequeñas sorpresas- y que mañana -miércoles, a las 20:00, no falles, pollo- nos veamos en el teatro, que ya pago yo.
Un abrazo. Lo de las enfermeras, por otra parte, va a misa.
-No hemos hablado del manifiesto. Hemos hablado de una polémica lingüística. Lo cual a) es una pérdida de tiempo. Aunque b), igual puede no serlo. Igual el manifiesto es una polémica lingüística. En la estela de otras que en el mundo han sido.
-Encuentro una lástima no haber hablado del manifiesto. Como encuentro una lástima que los manifestettes no habléis del manifiesto. En ese sentido, agradezco tu amabilidad al aceptar la polémica. Esta mañana a primera hora, empero, los ciudadanos mejor informados al respecto son a) lo President de la Gene –moraleja: si quieres que te reciba un político, di que quieres hacer un partido para ser político-, y los chicos de la FAES –otra moraleja, que vendría a indicar hacia qué lado cae el objeto manifiesto; los objetos, en fin, caen del lado hacia el que se inclinan-.
-Hemos acotado, implícitamente, un concepto de nacionalismo tan amplio, presente y difundido, que no se salva ni el gato. Tú me lo has señalado. Yo te lo he señalado. Es posible que eso es lo que suceda por aquí abajo. No existe un no-nacionalismo cachas, un no-nacionalismo orgánico, con tradición, que pueda ejercer el arbitraje político e intelectual por aquí abajo. Por mi parte, he intentado defender que el no-nacionalismo no es un cacharro equidistante, en tanto que los nacionalismo, única discusión legal por aquí abajo –te recuerdo que aquí no podemos discutir sobre la proclamación de la primavera ni la redistribución de la riqueza-, lo impregna todo. Es muy posible que el no-nacionalismo, aplicado a lo que Biedma denominaba “la aldea de cabreros”, y la UEFA “España”, sea una relación coyuntural, una relación oportunista con los nacionalismos. Ni idea. No creo, en ese sentido, que vuestro manifiesto sea una meditación sobre el no-nacionalismo, sino más bien una explotación del nacionalismo –de dos-. A saber: necesita no ser explicado a una parte. Necesita ser creído por la otra. En las dos partes requiere la fe –para apoyarlo o para cargártelo- antes que la realidad.
-Es también una lástima no haber hablado de la madre del cordero de vuestro manifiesto. La no-reforma Constitucional y la no-reforma autonómica. Que creo que es lo más importante. Y, sea como sea, el principal trazo estilístico del manifiesto. La posible evolución federalista de la Cosa –que para mí, snif, cada vez queda más lejos- y/o el cambio de la financiación en Catalunya –junto a Madrid, los financiadores de la Cosa-, tiene su miga. Y no tengo del todo claro cual es la opción progresista, sinceramente.
-Como era nuestro deber, hemos recurrido a todos los recursos dramáticos y retóricos que nos hubieran podido beneficiar en nuestro discurso. El humor, la vena en el cuello, el calderonismo, la repetición, la omisión de argumentos, la manipulación de argumentos. En fin, todo lo que nos legaron los romanos, que eran unos cachondos. El lector ha podido ver, empero, qué figuras conducen a una discusión y cuales conducen al enroque ad eternum. Y al posterior calentón. Por mi parte, me felicito por el hecho de que, sea como sea, la discusión se haya producido –con sus límites, pero también con sus pequeñas sorpresas- y que mañana -miércoles, a las 20:00, no falles, pollo- nos veamos en el teatro, que ya pago yo.
Un abrazo. Lo de las enfermeras, por otra parte, va a misa.
LOGOMAQUIAS
1) Vuelvo a excusarme por el retraso de esta entrega, las que, en cualquier caso, tampoco parecen tener ansiosas multitudes esperándolas. Como he aceptado la cordial invitación de mi anfitrión –y que agradezco– a cerrar yo el debate, me pide que comunique que el retraso aplazará el día de su conclusión, pero no altera el plan trazado: tras ésta, vendrá su réplica, y, tras ella, la última mía. Apelo, pues, a la clemencia de los más pacienzudos, a los que nos leen si es que no los hemos ahuyentando ya a todos, prometiendo prontitud en mi última respuesta, y parafraseando al marqués de Sade: «¡Blogueros, un esfuerzo más!».
2) EL HUMOR Y LA TRAMPA. No por viejo y eficaz, el método deja de ser menos tramposo y deshonesto: como lo que tú dices que yo digo, pero que yo jamás he dicho («comandos-fascistas-que-detienen-ciudadanos […] a) estoy marginado en mi sociedad, b) estoy perseguido en mi sociedad, c) encubro un genocidio en mi sociedad (subrayados míos)), es falso, lo que yo sí he dicho («lo que se pretende es que la gente que habla castellano hable catalán», y que para eso, entre otros medios, se «empuja desde la Administración a unos ciudadanos a la delación anónima de otros por el uso privado que hagan de su lengua», y que eso «es estrictamente una práctica fascista») queda escamoteado y subsumido en tus palabras y pasa por ser también falso, y hasta por haber sido refutado («considero desarticulada tu hipótesis de persecución lingüística al ciudadano que opta por el castellano en Catalunya»). Que ello se haga bajo la apariencia del humor es accidental, pura eficacia retórica. A ver, Martínez, da la impresión de que has llegado a creer que aquí el único que tiene la obligación de demostrar sus afirmaciones y de argumentar razonadamente soy yo. Si las Oficinas de marras existen, y a estas alturas hasta esto quiero escucharlo de tu boca, ¿serías tan amable de decirme qué son, para qué sirven y con qué propósito se han hecho? Y, si no te importa, te ruego, además, que lo hagas de manera ordenada, con una lógica comprensible, y ateniéndote a describir la realidad. Es decir, a ser posible, no con algo como «se puede denunciar a cualquier cosa con aspecto de servicio público por no cumplir la ley. Ejemplo: no vender un producto / no atender a un ciudadano porque utiliza una lengua determinada de las dos posibles». ¿Un restaurante es una «cosa con aspecto de servicio público»? La alteración que hice de esta cita, más allá de la legítima adaptación gramatical, fue la de sustituir «una lengua determinada de las dos posibles» por «catalán» para poder luego preguntarte lo que ahora te repito: ¿se han creado para denunciar a quien «no vende un producto / no atiende a un ciudadano porque utiliza una lengua determinada de las dos posibles»? Es decir, ¿lo denunciable es lo que hace el comerciante en razón de la lengua del cliente, o lo es la lengua que no usa el comerciante, y, por tanto, por la que sí usa –el castellano–, puesto que no es la mudez o la afasia lo denunciable, o sí? Me abstendré de contestar tus malintencionadas y delirantes acusaciones por esa alteración, que yo mismo confesé y que en nada falseaban lo que tú decías. Por último, yo no estoy hablando de lo que a ti te pasa («estoy marginado en mi sociedad…»), ni tengo ninguna intención de ello, así es que no tengo nada que explicarte sobre lo que lo que has vivido o dejado de vivir, ni de por qué, ni hacerlo bien, ni mal, ni regular, pues eso no es prueba ni argumento de nada. Aquí estamos discutiendo de políticas sociales y de los principios normativos que las inspiran, y de leyes justas o injustas. De manera que a ver si empiezas a aplicarte eso que tan jactanciosa y autoritariamente andas continuamente exigiéndome y empiezas tú también a «explicar muy bien» las afirmaciones que haces, y, sobre todo, las que me atribuyes.
3) LAS TRAMPAS SIN HUMOR. Más de lo mismo: si fuera cierto que frente a tu afirmación de que «nadie –repito, nadie–, puede denunciarte…» yo sencillamente hubiera opuesto un «sí, Guillem, […] sí es posible», desde luego que no habría demostrado nada. Pero es que esto último sólo era el corolario a una secuencia en la que intentaba deslindar, primero, lo público de lo privado, mostrar, luego, que el comercio es una actividad entre particulares, y, por último, que las malditas Oficinas se habían creado precisamente para interferir ese trato entre particulares alentando la delación de unos a otros en razón de la lengua que usan. Añadía luego una última categoría, lo particular o doméstico. Son estos razonamientos los que yo oponía a tu afirmación, y los que, por tanto, te tocaba refutar. Pero no es que no lo hagas, ¡es que además me haces la grotesca acusación de que «confundo uso público y uso privado»! ¡Tú, que para mostrar cuán ‘claros y distintos’ tienes definidos ambos conceptos y a qué ámbitos sociales se aplican te limitas a esta clarificadora definición: «Yo, por ejemplo también, utilizo en el uso mega-privado el castellano. Y uso públicamente el castellano y el catalán»! Y, claro, tras un aserto tan nítidamente deslindador de ambos conceptos, te sientes legítimamente descargado de la necesidad de hacer ninguna precisión ulterior. Mira, Guillem, sinceramente no sé qué es peor, si el confusionismo deliberado, o si de verdad eres incapaz de ver la inconsecuencia del torticero uso que haces de mi afirmación de que el interés de las partes es un autorregulador natural suficiente de la lengua en el tráfico entre particulares. Lo es, claro, y, efectivamente, así ocurre también en Cataluña, precisamente por eso decía yo que legislar en este terreno es, además de injusto, innecesario. Tienes que ser capaz de ver la diferencia entre los usos sociales y las leyes que los regulan, y en éstas, entre la ley positiva y los principios normativos que la informan. «Considero superada la polémica […] desde que, en tu anterior post, citas los conceptos “propio interés” y “regulador natural”, al aludir al uso del castellano y catalán en Catalunya. Son los fundamentales y los moduladores del caso de la cosa.» Pero como de lo que estábamos discutiendo no era de felices tenderos vendiendo a felices compradores, sino de la intromisión de leyes sancionadoras en esa arcadia comercial, ese no es el final, sino propiamente el principio de la discusión. A ver, Martínez, si estás de acuerdo en que hay ahí un principio autorregulador, ¿para qué las leyes? Y no se trata sólo de una normativa reguladora, sino de dos leyes de Política Lingüística aprobadas en el Parlament y de una gran cantidad de leyes menores que se aplican a su desarrollo en diversísimos campos; y, por supuesto, no quiero con esto decir que todas ellas sean injustas o innecesarias «¿Qué problema tenéis con una sociedad que se regula lingüísticamente desde los 60’, es decir, tácitamente, sin leyes? Perdona, Guillem, ¿qué significa «tácitamente, sin leyes»? O hay leyes, o no las hay, pero no hay «tácitamente, sin leyes» o tácitamente con ellas. Y las hay, y muchas, y hay unas Oficinas para denunciar a los comerciantes que en lugar de usar el catalán usan el castellano, y aseguran el anonimato. Cuando tú pretendes que, cuando se cuestiona la política lingüística de Cataluña, se viene a emponzoñar y a introducir crispación donde no la hay, no reparas en que, si bien es cierto que históricamente se ha dado una muy satisfactoria autorregulación pragmática entre los hablantes, la medida en que esto aún se conserva obedece al alto grado en que los catalanes ignoran las directrices con que se los tironea desde el poder. Pero, claro, como eso es imposible completamente, crispación existe, y, por supuesto, mucho mayor de la que siempre se pretende para nuestro «oasis». Pues es imposible que no hayan hecho mella 25 años de adoctrinamiento, que han incluido campañas televisivas tan necias como la que instigaba a los ciudadanos, contra sí mismos, a no cambiarse al castellano, aun a costa de no entenderse, cuando el interlocutor no sabe catalán. Sería conveniente, de paso, ahorrarnos las tonterías de bulto, pues ni yo ni ningún particular puede elevar denuncias de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional.
4) ¿Que no avanzamos? Desde luego que no. Y es que me resisto a ceder ante una de las principales anomalías por las que se ha hecho el Manifiesto: la negación, la ocultación y la deformación permanentes de la realidad a que da lugar el discurso ideológico nacionalista, pues ésa es, como sabemos desde Marx, una de sus principales funciones.
Carlos Feliu
2) EL HUMOR Y LA TRAMPA. No por viejo y eficaz, el método deja de ser menos tramposo y deshonesto: como lo que tú dices que yo digo, pero que yo jamás he dicho («comandos-fascistas-que-detienen-ciudadanos […] a) estoy marginado en mi sociedad, b) estoy perseguido en mi sociedad, c) encubro un genocidio en mi sociedad (subrayados míos)), es falso, lo que yo sí he dicho («lo que se pretende es que la gente que habla castellano hable catalán», y que para eso, entre otros medios, se «empuja desde la Administración a unos ciudadanos a la delación anónima de otros por el uso privado que hagan de su lengua», y que eso «es estrictamente una práctica fascista») queda escamoteado y subsumido en tus palabras y pasa por ser también falso, y hasta por haber sido refutado («considero desarticulada tu hipótesis de persecución lingüística al ciudadano que opta por el castellano en Catalunya»). Que ello se haga bajo la apariencia del humor es accidental, pura eficacia retórica. A ver, Martínez, da la impresión de que has llegado a creer que aquí el único que tiene la obligación de demostrar sus afirmaciones y de argumentar razonadamente soy yo. Si las Oficinas de marras existen, y a estas alturas hasta esto quiero escucharlo de tu boca, ¿serías tan amable de decirme qué son, para qué sirven y con qué propósito se han hecho? Y, si no te importa, te ruego, además, que lo hagas de manera ordenada, con una lógica comprensible, y ateniéndote a describir la realidad. Es decir, a ser posible, no con algo como «se puede denunciar a cualquier cosa con aspecto de servicio público por no cumplir la ley. Ejemplo: no vender un producto / no atender a un ciudadano porque utiliza una lengua determinada de las dos posibles». ¿Un restaurante es una «cosa con aspecto de servicio público»? La alteración que hice de esta cita, más allá de la legítima adaptación gramatical, fue la de sustituir «una lengua determinada de las dos posibles» por «catalán» para poder luego preguntarte lo que ahora te repito: ¿se han creado para denunciar a quien «no vende un producto / no atiende a un ciudadano porque utiliza una lengua determinada de las dos posibles»? Es decir, ¿lo denunciable es lo que hace el comerciante en razón de la lengua del cliente, o lo es la lengua que no usa el comerciante, y, por tanto, por la que sí usa –el castellano–, puesto que no es la mudez o la afasia lo denunciable, o sí? Me abstendré de contestar tus malintencionadas y delirantes acusaciones por esa alteración, que yo mismo confesé y que en nada falseaban lo que tú decías. Por último, yo no estoy hablando de lo que a ti te pasa («estoy marginado en mi sociedad…»), ni tengo ninguna intención de ello, así es que no tengo nada que explicarte sobre lo que lo que has vivido o dejado de vivir, ni de por qué, ni hacerlo bien, ni mal, ni regular, pues eso no es prueba ni argumento de nada. Aquí estamos discutiendo de políticas sociales y de los principios normativos que las inspiran, y de leyes justas o injustas. De manera que a ver si empiezas a aplicarte eso que tan jactanciosa y autoritariamente andas continuamente exigiéndome y empiezas tú también a «explicar muy bien» las afirmaciones que haces, y, sobre todo, las que me atribuyes.
3) LAS TRAMPAS SIN HUMOR. Más de lo mismo: si fuera cierto que frente a tu afirmación de que «nadie –repito, nadie–, puede denunciarte…» yo sencillamente hubiera opuesto un «sí, Guillem, […] sí es posible», desde luego que no habría demostrado nada. Pero es que esto último sólo era el corolario a una secuencia en la que intentaba deslindar, primero, lo público de lo privado, mostrar, luego, que el comercio es una actividad entre particulares, y, por último, que las malditas Oficinas se habían creado precisamente para interferir ese trato entre particulares alentando la delación de unos a otros en razón de la lengua que usan. Añadía luego una última categoría, lo particular o doméstico. Son estos razonamientos los que yo oponía a tu afirmación, y los que, por tanto, te tocaba refutar. Pero no es que no lo hagas, ¡es que además me haces la grotesca acusación de que «confundo uso público y uso privado»! ¡Tú, que para mostrar cuán ‘claros y distintos’ tienes definidos ambos conceptos y a qué ámbitos sociales se aplican te limitas a esta clarificadora definición: «Yo, por ejemplo también, utilizo en el uso mega-privado el castellano. Y uso públicamente el castellano y el catalán»! Y, claro, tras un aserto tan nítidamente deslindador de ambos conceptos, te sientes legítimamente descargado de la necesidad de hacer ninguna precisión ulterior. Mira, Guillem, sinceramente no sé qué es peor, si el confusionismo deliberado, o si de verdad eres incapaz de ver la inconsecuencia del torticero uso que haces de mi afirmación de que el interés de las partes es un autorregulador natural suficiente de la lengua en el tráfico entre particulares. Lo es, claro, y, efectivamente, así ocurre también en Cataluña, precisamente por eso decía yo que legislar en este terreno es, además de injusto, innecesario. Tienes que ser capaz de ver la diferencia entre los usos sociales y las leyes que los regulan, y en éstas, entre la ley positiva y los principios normativos que la informan. «Considero superada la polémica […] desde que, en tu anterior post, citas los conceptos “propio interés” y “regulador natural”, al aludir al uso del castellano y catalán en Catalunya. Son los fundamentales y los moduladores del caso de la cosa.» Pero como de lo que estábamos discutiendo no era de felices tenderos vendiendo a felices compradores, sino de la intromisión de leyes sancionadoras en esa arcadia comercial, ese no es el final, sino propiamente el principio de la discusión. A ver, Martínez, si estás de acuerdo en que hay ahí un principio autorregulador, ¿para qué las leyes? Y no se trata sólo de una normativa reguladora, sino de dos leyes de Política Lingüística aprobadas en el Parlament y de una gran cantidad de leyes menores que se aplican a su desarrollo en diversísimos campos; y, por supuesto, no quiero con esto decir que todas ellas sean injustas o innecesarias «¿Qué problema tenéis con una sociedad que se regula lingüísticamente desde los 60’, es decir, tácitamente, sin leyes? Perdona, Guillem, ¿qué significa «tácitamente, sin leyes»? O hay leyes, o no las hay, pero no hay «tácitamente, sin leyes» o tácitamente con ellas. Y las hay, y muchas, y hay unas Oficinas para denunciar a los comerciantes que en lugar de usar el catalán usan el castellano, y aseguran el anonimato. Cuando tú pretendes que, cuando se cuestiona la política lingüística de Cataluña, se viene a emponzoñar y a introducir crispación donde no la hay, no reparas en que, si bien es cierto que históricamente se ha dado una muy satisfactoria autorregulación pragmática entre los hablantes, la medida en que esto aún se conserva obedece al alto grado en que los catalanes ignoran las directrices con que se los tironea desde el poder. Pero, claro, como eso es imposible completamente, crispación existe, y, por supuesto, mucho mayor de la que siempre se pretende para nuestro «oasis». Pues es imposible que no hayan hecho mella 25 años de adoctrinamiento, que han incluido campañas televisivas tan necias como la que instigaba a los ciudadanos, contra sí mismos, a no cambiarse al castellano, aun a costa de no entenderse, cuando el interlocutor no sabe catalán. Sería conveniente, de paso, ahorrarnos las tonterías de bulto, pues ni yo ni ningún particular puede elevar denuncias de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional.
4) ¿Que no avanzamos? Desde luego que no. Y es que me resisto a ceder ante una de las principales anomalías por las que se ha hecho el Manifiesto: la negación, la ocultación y la deformación permanentes de la realidad a que da lugar el discurso ideológico nacionalista, pues ésa es, como sabemos desde Marx, una de sus principales funciones.
Carlos Feliu
sábado, julio 09, 2005
SÍ PERO NO. Y NO PERO NO.
Considero superada la polémica sobre los comandos-fascistas-que-detienen-ciudadanos-por-no-cantar-el-himno-del-Barça-en-catalán, es decir, considero desarticulada tu hipótesis de persecución lingüística al ciudadano que opta por el castellano en Catalunya. Y lo considero desde que, en tu anterior post, citas los conceptos “propio interés” y “regulador natural”, al aludir al uso del castellano y catalán en Catalunya. Son los fundamentales y los moduladores del caso de la cosa. Yo hablo castellano, escribo en castellano, pienso en castellano y follo en castellano -¿follo en castellano?; un momento; dame 20 minutos; ya está; no, he follado en tagalo, pero es que merecía la pena, pollo-, por lo que me tendrías que explicar muy bien el hecho de que a) estoy marginado en mi sociedad, b) estoy perseguido en mi sociedad, c) encubro un genocidio en mi sociedad. No sólo no lo has hecho, si no que has tenido que recurrir a conceptos que ilustran lo que intento explicar: que pese al Estado –y al Estadillo-, la sociedad catalana ha autorregulado sus usos lingüísticos. A menudo elidiendo y desencabronando conflictos que el Estado –y el Estadillo- hubieran podido intensificar. Por otra parte, confundes uso público y uso privado. Algo fundamental en quién reivindica derechos individuales. Lingüísticos, por ejemplo. Yo, por ejemplo también, utilizo en el uso mega-privado el castellano. Y uso públicamente el castellano y el catalán. Me tendrías que explicar muy bien qué problemas no he vivido y tú sí. No lo haces.
En ocasiones, para responderme en mis argumentaciones me informas que “la cita que [has] hecho de [mis] palabras no era literal, pues estaba adaptada por exigencias gramaticales, pero sí fiel, aunque no del todo.” Es decir, has practicado la falta de rigor y la jam sesion en la argumentaciones. Al más puro estilo de Cope & Razón, los Payasos de la Crispación. Y has negado evidencias. Ejemplo: a) tras mi cita: «[…] nadie –repito, nadie-, puede denunciarte ni denunciarme, como has señalado en algún post anterior e intentas señalar en éste, por utilizar una lengua y no otra»., me b), respondes que “ pues sí, Guillem, lo lamento pero, por difícil que sea creerlo, sí es posible, y se está haciendo, y se instiga desde los poderes públicos, y se asegura el anonimato”. Es decir, no me respondes. No me das argumentos de algo que, si fuera cierto, no sólo me lo deberías decir a mí. También al Tribunal Consti y a los 4 o 5 que hayan por arriba.
La madre del cordero de tu texto es lo que aquí sigue: “¿quién dice, además, que todas las medidas adoptadas hasta ahora son suficientes para asegurar tal propósito [el uso del catalán forever], y que no habría que intervenir, también, en la lengua doméstica de los más reacios o incompetentes para el aprendizaje de lenguas?”. Es decir, reconoces que NO HAY INTERVENCIÓN ALGUNA en la lengua doméstica. Algo que contradice tus anteriores posts. No obstante, te digo quién dice que no se producirá todo eso que tú, hasta ayer, decías que ya se produce. Pues lo dice la tradición democrática local –el catalanismo de izquierdas, en ocasiones el de derechas, el republicanismo y el socialismo democrático, es decir, las más antiguas tradiciones democráticas peninsulares, que se rebotarían-, la convivencia –es decir, tus conceptos “propio interés” y “regulador natural”-, y el sentido común –el sentido común consiste, en este caso, en ver la aplicación real de las leyes-. Tu desconfianza –la desconfianza es, ahí estoy contigo, el sexto sentido del ciudadano; a mi, el sexto sentido me invita a desconfiar más del nacionalismo español que del catalán, que no ha fusilado tanto, ni tanto tiempo-, sobrepasa el empirismo y la experiencia física. De lo que deduzco que tú/vuestra perspectiva se sitúa una casilla antes de la experiencia personal. Es decir, se sitúa en un prejuicio anterior ante la lengua catalana. Y, posiblemente, ante las tradiciones que defienden su uso.
Hagamos historia –reciente-, el Forum Babal, segundo intento en democracia de cuestionar la convivencia lingüística, nació reivindicando los derechos individuales. Ok. Estamos a favor. Lamentablemente, en aquel momento había unos 30.000 ciudadanos pendientes de juicio –yo entre ellos-, y expuestos a una condena de 2 a 4 años por, en vindicación de sus derechos individuales, negarse a hacer el servicio militar. Babel, defensores y mártires –calderonianos- non-stop de los derechos individuales, obvió ése problema de vindicación de derechos individuales y siguió apostando por el rollo lingüístico. Lo cual ayudó a ver que el rollo Babel, como mínimo, no se planteaba ampliar los derechos individuales, si no plantear un problema con el catalán por parte de una serie de ciudadanos que no entendían los derechos individuales. O, al menos, unos sí y otros no. Vosotros –Babel 0.2-, ahora estáis contra el nacionalismo. Justo en un momento en el que Catalunya y varias autonomías –Euskadi, Valencia o cómo se llame, Balears, Galicia, Andalucía, Aragón-, pretenden, en sus nuevos estatutos –el catalán no diferirá mucho al respeto-, acabar con la Transi, acabar con el Estado Nación y modular un Estado Plurinacional. En vuestro manifiesto catalogáis de nacionalista todo lo que no sea Consti ni old-estatuto. Con un par. Es decir, es nacionalismo todo lo que no sea Estado Nacional. En un momento en el que se puede intensificar –que, por otra parte, tampoco está claro; las izquierdas, por definición, son una olla de grillos- el proceso que, en los 70’s, ETA, la inexperiencia y los militares limitaron, vosotros defendéis no practicar ningún proceso. Precisamente para paliar un problema lingüístico salvaje, fascista y tan viejo –según defendéis-, como la Consti. Socorro. Vuestra vindicación de la Consti se produce, además, tras una oleada de ultra-nacionalismo español sustentado en una interpretación de la Consti y en una intensificación de la palabra “Consti” en todos los discursos y argumentaciones. Ni siquiera os hacéis eco de esa corriente ultra-nacionalista en vuestro manifiesto anti-nacionalista. ¿Quiénes sois en verdad? ¿Qué queréis en verdad? ¿Qué problema tenéis con una sociedad que se regula lingüísticamente desde los 60’, es decir, tácitamente, sin leyes? ¿Qué problemas tenéis con el catalán –os lo pregunta un hablante castellano-?. Y, ya puestos, ¿qué problema tenéis en superar la Consti?
Carlos, si te parece finalizaremos la polémica el lunes a las 12h. Hasta esa fecha y hora podemos colgar, alternativamente, lo que nos plazca. Te confiero, si te parece, la posibilidad de cerrar tú la polémica, ya que yo la inicié. Un saludito.
Aviso a los usuarios del blog: lamento lo de las pedorras en los comentarios.
Aviso a las pedorras: por favor, sean graciosas. O, al menos, sean breves. Si pueden, no sean.
En ocasiones, para responderme en mis argumentaciones me informas que “la cita que [has] hecho de [mis] palabras no era literal, pues estaba adaptada por exigencias gramaticales, pero sí fiel, aunque no del todo.” Es decir, has practicado la falta de rigor y la jam sesion en la argumentaciones. Al más puro estilo de Cope & Razón, los Payasos de la Crispación. Y has negado evidencias. Ejemplo: a) tras mi cita: «[…] nadie –repito, nadie-, puede denunciarte ni denunciarme, como has señalado en algún post anterior e intentas señalar en éste, por utilizar una lengua y no otra»., me b), respondes que “ pues sí, Guillem, lo lamento pero, por difícil que sea creerlo, sí es posible, y se está haciendo, y se instiga desde los poderes públicos, y se asegura el anonimato”. Es decir, no me respondes. No me das argumentos de algo que, si fuera cierto, no sólo me lo deberías decir a mí. También al Tribunal Consti y a los 4 o 5 que hayan por arriba.
La madre del cordero de tu texto es lo que aquí sigue: “¿quién dice, además, que todas las medidas adoptadas hasta ahora son suficientes para asegurar tal propósito [el uso del catalán forever], y que no habría que intervenir, también, en la lengua doméstica de los más reacios o incompetentes para el aprendizaje de lenguas?”. Es decir, reconoces que NO HAY INTERVENCIÓN ALGUNA en la lengua doméstica. Algo que contradice tus anteriores posts. No obstante, te digo quién dice que no se producirá todo eso que tú, hasta ayer, decías que ya se produce. Pues lo dice la tradición democrática local –el catalanismo de izquierdas, en ocasiones el de derechas, el republicanismo y el socialismo democrático, es decir, las más antiguas tradiciones democráticas peninsulares, que se rebotarían-, la convivencia –es decir, tus conceptos “propio interés” y “regulador natural”-, y el sentido común –el sentido común consiste, en este caso, en ver la aplicación real de las leyes-. Tu desconfianza –la desconfianza es, ahí estoy contigo, el sexto sentido del ciudadano; a mi, el sexto sentido me invita a desconfiar más del nacionalismo español que del catalán, que no ha fusilado tanto, ni tanto tiempo-, sobrepasa el empirismo y la experiencia física. De lo que deduzco que tú/vuestra perspectiva se sitúa una casilla antes de la experiencia personal. Es decir, se sitúa en un prejuicio anterior ante la lengua catalana. Y, posiblemente, ante las tradiciones que defienden su uso.
Hagamos historia –reciente-, el Forum Babal, segundo intento en democracia de cuestionar la convivencia lingüística, nació reivindicando los derechos individuales. Ok. Estamos a favor. Lamentablemente, en aquel momento había unos 30.000 ciudadanos pendientes de juicio –yo entre ellos-, y expuestos a una condena de 2 a 4 años por, en vindicación de sus derechos individuales, negarse a hacer el servicio militar. Babel, defensores y mártires –calderonianos- non-stop de los derechos individuales, obvió ése problema de vindicación de derechos individuales y siguió apostando por el rollo lingüístico. Lo cual ayudó a ver que el rollo Babel, como mínimo, no se planteaba ampliar los derechos individuales, si no plantear un problema con el catalán por parte de una serie de ciudadanos que no entendían los derechos individuales. O, al menos, unos sí y otros no. Vosotros –Babel 0.2-, ahora estáis contra el nacionalismo. Justo en un momento en el que Catalunya y varias autonomías –Euskadi, Valencia o cómo se llame, Balears, Galicia, Andalucía, Aragón-, pretenden, en sus nuevos estatutos –el catalán no diferirá mucho al respeto-, acabar con la Transi, acabar con el Estado Nación y modular un Estado Plurinacional. En vuestro manifiesto catalogáis de nacionalista todo lo que no sea Consti ni old-estatuto. Con un par. Es decir, es nacionalismo todo lo que no sea Estado Nacional. En un momento en el que se puede intensificar –que, por otra parte, tampoco está claro; las izquierdas, por definición, son una olla de grillos- el proceso que, en los 70’s, ETA, la inexperiencia y los militares limitaron, vosotros defendéis no practicar ningún proceso. Precisamente para paliar un problema lingüístico salvaje, fascista y tan viejo –según defendéis-, como la Consti. Socorro. Vuestra vindicación de la Consti se produce, además, tras una oleada de ultra-nacionalismo español sustentado en una interpretación de la Consti y en una intensificación de la palabra “Consti” en todos los discursos y argumentaciones. Ni siquiera os hacéis eco de esa corriente ultra-nacionalista en vuestro manifiesto anti-nacionalista. ¿Quiénes sois en verdad? ¿Qué queréis en verdad? ¿Qué problema tenéis con una sociedad que se regula lingüísticamente desde los 60’, es decir, tácitamente, sin leyes? ¿Qué problemas tenéis con el catalán –os lo pregunta un hablante castellano-?. Y, ya puestos, ¿qué problema tenéis en superar la Consti?
Carlos, si te parece finalizaremos la polémica el lunes a las 12h. Hasta esa fecha y hora podemos colgar, alternativamente, lo que nos plazca. Te confiero, si te parece, la posibilidad de cerrar tú la polémica, ya que yo la inicié. Un saludito.
Aviso a los usuarios del blog: lamento lo de las pedorras en los comentarios.
Aviso a las pedorras: por favor, sean graciosas. O, al menos, sean breves. Si pueden, no sean.
EL DOBLE DISCURSO
1) LAS OFICINAS: LO ‘PÚBLICO’ Y LO ‘PRIVADO’. La administración es lo público en sentido estricto. Es propio, por tanto, que las leyes que la regulan fijen la o las lenguas de su funcionamiento, pues afecta al núcleo mismo de su función: la Administración debe hablar en la lengua de sus ciudadanos, es un derecho de éstos y lo contrario sería aberrante. Tanto el comercio entre particulares como el mundo laboral tienen, asimismo, una dimensión pública, y, por tanto, están reglados. Se trata de asegurar un comercio y unas relaciones laborales justos. Pero tienen también una dimensión privada. El uso de la lengua en estos ámbitos podría, en casos extremos, llegar a afectar derechos, pero no forma parte de lo que determina el comercio y las relaciones laborales justos (salubridad de los productos o seguridad en la compraventa –comercio–, condiciones laborales dignas –laboral–, y un largísimo etcétera; es decir, lo que regulan el Código de Comercio y el Laboral), pues es el instrumento de que se valen esos particulares para sus intercambios. Se entiende, lógicamente, que lo que quieren es entenderse, y, por tanto, hay ahí un regulador natural, que es el propio interés de las partes. Desconozco si existe la práctica de prescribir «Las relaciones laborales y comerciales se harán en la lengua de los interesados» (cuya superfluidad, al menos parcial, es evidente), aunque es posible que genéricamente se regule que el comercio se haga en la lengua del país, o los contratos en la de las partes, para evitar abusos o engaños, pero dudo que pueda pretenderse para, por ejemplo, instrucciones de productos, por la evidente imposibilidad de su aplicación (aunque también aquí se ve que el propio interés puede actuar de regulador, pues quien quiera vender una máquina que exija instrucciones ya procurará que estén en la lengua del país). ¿Pero qué relación guarda todo esto con nuestras oficinas? Lo siento, Guillem, pero la terquedad de no querer ver lo que hay te lleva hasta lo grotesco: ¿crees tú de verdad que en la Cataluña de hoy siquiera puede darse el caso de que a alguien «no le vendan un producto o no lo atiendan porque habla catalán», y que es por eso por lo que han abierto esas Oficinas? ¡Pero si ni siquiera en las especificaciones que ellos dan dice tal cosa! (¡Pago, pago lo que sea!) «[…] una queixa o una denúncia sobre el dret de viure en català.» Martínez, por Dios, tú sabes tan bien como yo, y como todos, que eso no se ha hecho para evitar que a nadie «no le vendan o lo atiendan porque habla en catalán», pues eso ni se da, sino para que la gente denuncie tiendas, restaurantes y comercios donde no se habla catalán. Pero si quienes han hecho esas leyes no lo ocultan: «Exemple. Denúncia: Faré un viatge amb l'agència Roda pel Món, he demanat el contracte de serveis en català, però no en tenen cap exemplar. Considero que no es respecten els meus drets com a consumidor i vull fer una denúncia que condueixi a l'aplicació de sancions, si es demostra que es vulneren els meus drets.» ¡Y, tachín-tachí, ¿en qué lengua está redactado ese contrato de nuestra simpática agencia Roda pel Món que no está en catalán?! ¡Premio, Martínez, premio: efectivamente, no es algoquín, es en castellano! (¡Lo sé, lo sé: pago un viaje si es necesario!) «Les empreses […] és molt important que prenguin consciència que, a Catalunya, l'ús del català és un element imprescindible per oferir un servei de qualitat. Aquest és un dels principis de la política lingüística, i necessitem la vostra col•laboració, com a persones consumidores i usuàries, perquè les empreses amb seu a Catalunya incorporin l'ús del català.» La práctica del doble discurso (se aplican políticas nacionalistas y se difunde su ideología sin descanso, y cuando se les hacen objeciones, se niegan) hace muy difícil y penoso avanzar: lo que se pretende es que la gente que habla castellano hable catalán, y no lo ocultan salvo cuando se les pide que lo justifiquen conforme a la razón democrática. Te toca a ti, por tanto, decir en razón de qué es eso legítimo. Si el problema no fuera que más de la mitad de los catalanes habla castellano y pretende trabajar y tener comercios en esa lengua, ¿para qué iban a hacerse semejantes leyes? La cita que he hecho de tus palabras no era literal, pues estaba adaptada por exigencias gramaticales, pero sí fiel, aunque no del todo. Decías: «Sí que se puede denunciar a cualquier cosa con aspecto de servicio público por no cumplir la ley. Ejemplo: no vender un producto / no atender a un ciudadano porque utiliza una lengua determinada de las dos posibles». Hay que ver, Martínez, qué malabarismos. ¿Qué es eso de «una lengua determinada de las dos posibles»? He sustituido ese sintagma por «catalán» porque la Oficinas están para denunciar la escasez de esa lengua, ¿no? Pero es cierto que hay dos posibles; ¿por qué, pues, habría que denunciar el uso de una de ellas? ¿Y por qué no es denunciable el uso de la rotulación exclusivamente en catalán, lógicamente muy extendido? Pero tú dices: «Otro ejemplo de incumplimiento de la ley: rotular un local en, únicamente, lengua castellana». Esa asimetría, amigo Guillem, necesita algún refuerzo de apuntalamiento: ¿cuál es el principio de justicia que la inspira? Si la respuesta es que se trata de «salvar la lengua catalana», es un perfecto ejemplo de la injusticia a que da lugar desplazar el sujeto de derecho de los hablantes a la lengua. Como esa salvación, además, está proyectada al futuro y es, per se, incomprobable, ¿quién dice, además, que todas las medidas adoptadas hasta ahora son suficientes para asegurar tal propósito, y que no habría que intervenir, también, en la lengua doméstica de los más reacios o incompetentes para el aprendizaje de lenguas? Si se trata de un derecho, hay que asegurarlo. No es concebible la aplicación gradual o condicionada a la oportunidad del derecho al voto o de reunión. «[…] nadie –repito, nadie-, puede denunciarte ni denunciarme, como has señalado en algún post anterior e intentas señalar en éste, por utilizar una lengua y no otra». Pues sí, Guillem, lo lamento pero, por difícil que sea creerlo, sí es posible, y se está haciendo, y se instiga desde los poderes públicos, y se asegura el anonimato. Y es gravísimo. Y contiene un germen fascista. Y nada semejante se ha promovido jamás desde el Gobierno Central.
Tengo que dejarlo, el mundo siempre tironeando para sacarme de la silla. Me dejo muchas cosas que quería decir, pero las diré mañana
Carlos Feliu
Tengo que dejarlo, el mundo siempre tironeando para sacarme de la silla. Me dejo muchas cosas que quería decir, pero las diré mañana
Carlos Feliu
viernes, julio 08, 2005
EJTAMOJ MUY TRIJTEJ
-ESTO SE ANIMA. Carlos, te notifico que, tras tu último post, me debes una cena. Razón: utilizaste signos de admiración –es decir, hablaste con la vena del cuello inflada-. Y, hacia el final, te pusiste calderoniano, ese tendencia tan exitosa en la cultura política nativa. Cena, detalles secundarios: llámame sentimental, pero te rogaría que fueras tú la persona que se ponga el trajecito de enfermera. Por lo demás, tu post era una perita en dulce. Lo que aquí sigue será, pues, un intento de tocarte la pera. Dulcemente.
-SOBRE “LA CONFUSIÓN DE MARRAS”. “[En Catalunya] se conculca el derecho de los castellanohablantes (¡que es, como mínimo, la mitad de la población!)”. Carlos: deja de ser calderoniano. Sal de la torre y mira Polonia. En lo que es un error de bulto en vuestros análisis, la mitad de la población catalana no es castellanoetc ni catalanoetc. Las dos lenguas viven, incluso, en la misma casa. Y en la misma cabeza. El catalán y el castellano no lo hablan pitbulls ni chow-chows, dos comunidades reconocibles a simple vista. Lo hablan personas de todo el estrato social que, al menos hasta la fecha, no ven que el castellano o el catalán tengan dueño. Esa mayoría civil, también hasta la fecha, ha impedido que hayan posicionamientos freakies castellanos o catalanes llamativos.
-Hablas de normalización. Y la sacas de madre. Te la explico. El concepto de inmersión lingüística es una dinámica inventada por la minoría sueca de Finlandia. No por Goebbels. La idea era que una comunidad pequeña, rodeada de otros hablantes, pudiera ficcionar una situación de normalización lingüística en la escuela, donde hasta el gato hablaría sueco. Cuando se adaptó la cosa, CiU estaba por crear dos escolarizaciones diferentes. Las izquierdas –los inmigrantes, pollo-, asumieron el catalán como valor civil y democrático y decidieron no dividirnos en comunidades. La normalización consiste, pues, en una asimetría que intensifica el uso de un idioma en determinados ámbitos. Las asimetrías no son perdurables en el tiempo. Los fondos de cohesión, por ejemplo, no fueron, snif, eternos. El proceso de normalización, tampoco lo será. Algún día habrá que tocarlo. Cuando llegue ese día, las políticas lingüísticas tendrán que abordar otra realidad: una sociedad en la que, como mínimo, se hablarán cuatro lenguas nativas. Dos, posiblemente, africanas. He hablado con líderes independentista sobre el tema. Lo tienen claro. ¿España, a su vez, tiene claro que nunca más será un país monolingüe? ¿Cuándo llegue el momento de discutir sobre la nueva realidad, ¿qué haréis los chicos de ideal lingüístico hegeliano con el castellano?
-Sartre, la burguesía, etc. Dejas ir, demagógicamente, que la política lingüística es fruto de la derecha. Negativo. Pase a la anterior casilla.
-“¿puedes señalarme algún derecho de los catalanohablantes que esté actualmente conculcado en Catalunya?” Ninguno. Y en ninguna lengua.
-Confundes, nuevamente, lengua con identidad y con nacionalismo. Lo cual te lleva a hablar de amenaza independentista. Una secuencia lógica dadá. Sudamérica, que se fue pitando de España, hablaba castellano. Afirmas que “y eso [independizarse], no es legítimo en democracia”. Por mi parte afirmo que independizarse o no es legítimo en democracia. No me tira la independencia, en tanto no me tiran los Estados nacionales –ojo: Rubert de Ventós está emitiendo un atractivo discurso independentista y no-nacionalista cachas; si el ultra-nacionalismo PP hubiera durado una mieja, ese discurso se hubiera hecho de oro-. Por eso estoy a favor de una reforma constitucional que apunte la plurinacionalidad del Estado y acabe con la concepción de Estado Nacional de España. El Estatut, que tratáis en vuestro manifiesto como símbolo, va, al parecer, en esa dirección. Vosotros, al parecer, vais en la dirección contraria: hacia el Estado Nación. Sois, snif, separatistas españoles.
-SOBRE “MÁS SOBRE LA CONFUSIÓN”. “Qué significa «las lenguas peninsulares minoritarias no son lenguas normales. Son lenguas sin Estado». ¿Qué entiendes por lengua normal; el quechua?” No. El quechua, hablada por millones de hablantes, no es una lengua reconocida en ningún Estado. No es una lengua “normal”. Es de segunda B. Sus hablantes no saben escribirla. No tiene prestigio. No está normalizada y le costará un huevo estarlo. En los países donde se habla no es, en fin, una lengua con los mismos registros, posibilidades y servicios que el castellano. No posibilita los mismos accesos ni promoción a sus hablantes. Si no sabes la diferencia entre una lengua sin Estado y una lengua de Estado, no sabes la diferencia entre un abuelito con pensión o sin pensión. ¿Las lenguas sin Estado deben acceder al Estado para normalizarse? Yo creo que no. Tu apuntas, tácitamente, lo contrario, es decir, que apuestas por la opción nacionalista.
-“No, Martínez, no, la Consti dice lo que tiene que decir una Consti en un país con más de una lengua: que el castellano es la lengua oficial de España, y cooficial en aquellos territorios que tengan otra. Y eso no es una definición territorial de lengua”. Este fragmento es una verbena:
a-Para cargarte lo de territorial utilizas el palabro territorio. Prueba no superada. Te argumenté el carácter territorial de la cosa en Europa y en España. Afirmas lo contrario, sin argumentación y con un par. Puedes afirmar lo que afirmas, como puedes defender que la Tierra es plana. Pero si haces un manifiesto sobre eso, se te caerá de las manos. Plof. O se te caerá hacia el, ejem, idealismo: opciones políticas que no necesitan la realidad. El futuro, quizás, va por ahí. Igual estás en el lado acertado.
b-Una Consti, ni tan siquiera la española, dice lo que tienen que decir. Una Consti no es la Torá. Es un compendio de opciones. Discutibles y reformables.
c-En un país con varias lenguas, por otra parte, una Consti puede decir más cosas. Y menos. La Constitución de los USA, por ejemplo, no dice nada. La lengua es considerada un derecho individual. No hay lengua oficial. Se habla, tácitamente, el inglés. Algunos Estados han empezado a hacer referéndums para oficializar el inglés. La razón: los hablantes hispanos no entienden que la lengua sea un derecho individual. Se niegan a hablar inglés y crean comunidades lingüísticas y asumen derechos colectivos por los que no optaron los irlandeses, los chicos yiddish, los alemanes, los italianos. Los Gobiernos españoles y la Casa Real han intervenido en ocasiones en esa polémica. Han reclamado para Puerto Rico medidas tendentes al monolingüismo hispano. Medidas que superan las opciones del catalán en Catalunya. El nacionalismo español, en fin, no entiende los derechos individuales.
-Las Oficines de Garanties Lingüísticas, que presentas como checas, y en lo que es una grave erosión a la honestidad de tu discurso, siguen sin existir. Ni siquiera en las chorrocientas mil líneas en las que las describes. No te voy a defender esas oficinas. Pero te voy a explicar lo que no son y lo que, si algún día son, me empujará a firmar un manifiesto más bestia que el tuyo. En Catalunya no es posible –repito, no es posible-, denunciar –ni tan siquiera con “confidencialitat garantida”- el uso privado de una lengua. Te lo diré de otra forma: nadie –repito, nadie-, puede denunciarte ni denunciarme, como has señalado en algún post anterior e intentas señalar en éste, por utilizar una lengua y no otra. Sí que se puede denunciar a cualquier cosa con aspecto de servicio público por no cumplir la ley. Ejemplo: no vender un producto / no atender a un ciudadano porque utiliza una lengua determinada de las dos posibles –algo, por otra parte, denunciable, ¿o no?-. Otro ejemplo de incumplimiento de la ley: rotular un local en, únicamente, lengua castellana. La ley catalana –con puntos freakies y gestionada por mucho pollo freaky-, es una simetría del castellano –una tradición, por otra parte, muy freaky en la gestión del idioma-. El Ministerio de Industria, en ese sentido, prohíbe rotular comercios en todo el territorio –territorio, du-dua, Carlos- carente de cooficialidad, en una sola lengua si esa sola lengua no es el castellano. Lo cual excluye el euskera, catalán, gallego, árabe, turco, inglés, alemán, serbocroata o quechua. Y está penalizado. Vamos, que pagas multa si te viene un inspector. La Agencia Catalana del Consumo es, por otra parte, lo que su nombre indica. Inspectores que van por ahí mirando si tienes el extintor y la rotulación del comercio al día. Mi papá me enseñó a esconderme cuando venían los inspectores de la luz. Y sigo esa tradición. Los inspectores no son la alegría de la huerta. Pero no son lo que intentas apuntar. No obligan al monolingüismo, ni a ciudadanos ni a empresas. Un comercio, vamos, no está obligado a rotularse únicamente en catalán. Confundes tus deseos con la realidad. Y, en ese sentido, me sorprenden tus deseos.
-“Es estrictamente una práctica fascista empujar desde la Administración a unos ciudadanos a la delación anónima de otros por el uso privado que hagan de su lengua”. Es estrictamente una práctica fascista crear información falsa para provocar el conflicto y la solución. Los Protocolos de Sión, Carlos, nunca existieron. Y mira lo que se lió. Cuidadín, por favor.
-“Que alguien como tú crea, finja creer o quiera hacer creer que eso «no existe» es un síntoma gravísimo de corrupción social y de desistimiento moral”. Toma, moreno.
Se cuenta de Albert Boadella, un crack del que soy usuario, la siguiente historia. Tenían que actuar en un pueblo de la Catalunya profunda. El primer día no se comieron un kiki. Al día siguiente hizo una rueda de prensa y denunció que una actriz de la compañía había sido violada por un cazurro del pueblo. El teatro se llenó en los días siguientes. Denunciar violaciones tiene su cosa espectacular. Es un llenapistas. Pero cuando las denuncias son falsas y encaminadas a hacer oro tipo de taquilla, se está practicando un deporte, de dilatada tradición, inquietante. Y que siempre acaba igual.
-SOBRE “LA CONFUSIÓN DE MARRAS”. “[En Catalunya] se conculca el derecho de los castellanohablantes (¡que es, como mínimo, la mitad de la población!)”. Carlos: deja de ser calderoniano. Sal de la torre y mira Polonia. En lo que es un error de bulto en vuestros análisis, la mitad de la población catalana no es castellanoetc ni catalanoetc. Las dos lenguas viven, incluso, en la misma casa. Y en la misma cabeza. El catalán y el castellano no lo hablan pitbulls ni chow-chows, dos comunidades reconocibles a simple vista. Lo hablan personas de todo el estrato social que, al menos hasta la fecha, no ven que el castellano o el catalán tengan dueño. Esa mayoría civil, también hasta la fecha, ha impedido que hayan posicionamientos freakies castellanos o catalanes llamativos.
-Hablas de normalización. Y la sacas de madre. Te la explico. El concepto de inmersión lingüística es una dinámica inventada por la minoría sueca de Finlandia. No por Goebbels. La idea era que una comunidad pequeña, rodeada de otros hablantes, pudiera ficcionar una situación de normalización lingüística en la escuela, donde hasta el gato hablaría sueco. Cuando se adaptó la cosa, CiU estaba por crear dos escolarizaciones diferentes. Las izquierdas –los inmigrantes, pollo-, asumieron el catalán como valor civil y democrático y decidieron no dividirnos en comunidades. La normalización consiste, pues, en una asimetría que intensifica el uso de un idioma en determinados ámbitos. Las asimetrías no son perdurables en el tiempo. Los fondos de cohesión, por ejemplo, no fueron, snif, eternos. El proceso de normalización, tampoco lo será. Algún día habrá que tocarlo. Cuando llegue ese día, las políticas lingüísticas tendrán que abordar otra realidad: una sociedad en la que, como mínimo, se hablarán cuatro lenguas nativas. Dos, posiblemente, africanas. He hablado con líderes independentista sobre el tema. Lo tienen claro. ¿España, a su vez, tiene claro que nunca más será un país monolingüe? ¿Cuándo llegue el momento de discutir sobre la nueva realidad, ¿qué haréis los chicos de ideal lingüístico hegeliano con el castellano?
-Sartre, la burguesía, etc. Dejas ir, demagógicamente, que la política lingüística es fruto de la derecha. Negativo. Pase a la anterior casilla.
-“¿puedes señalarme algún derecho de los catalanohablantes que esté actualmente conculcado en Catalunya?” Ninguno. Y en ninguna lengua.
-Confundes, nuevamente, lengua con identidad y con nacionalismo. Lo cual te lleva a hablar de amenaza independentista. Una secuencia lógica dadá. Sudamérica, que se fue pitando de España, hablaba castellano. Afirmas que “y eso [independizarse], no es legítimo en democracia”. Por mi parte afirmo que independizarse o no es legítimo en democracia. No me tira la independencia, en tanto no me tiran los Estados nacionales –ojo: Rubert de Ventós está emitiendo un atractivo discurso independentista y no-nacionalista cachas; si el ultra-nacionalismo PP hubiera durado una mieja, ese discurso se hubiera hecho de oro-. Por eso estoy a favor de una reforma constitucional que apunte la plurinacionalidad del Estado y acabe con la concepción de Estado Nacional de España. El Estatut, que tratáis en vuestro manifiesto como símbolo, va, al parecer, en esa dirección. Vosotros, al parecer, vais en la dirección contraria: hacia el Estado Nación. Sois, snif, separatistas españoles.
-SOBRE “MÁS SOBRE LA CONFUSIÓN”. “Qué significa «las lenguas peninsulares minoritarias no son lenguas normales. Son lenguas sin Estado». ¿Qué entiendes por lengua normal; el quechua?” No. El quechua, hablada por millones de hablantes, no es una lengua reconocida en ningún Estado. No es una lengua “normal”. Es de segunda B. Sus hablantes no saben escribirla. No tiene prestigio. No está normalizada y le costará un huevo estarlo. En los países donde se habla no es, en fin, una lengua con los mismos registros, posibilidades y servicios que el castellano. No posibilita los mismos accesos ni promoción a sus hablantes. Si no sabes la diferencia entre una lengua sin Estado y una lengua de Estado, no sabes la diferencia entre un abuelito con pensión o sin pensión. ¿Las lenguas sin Estado deben acceder al Estado para normalizarse? Yo creo que no. Tu apuntas, tácitamente, lo contrario, es decir, que apuestas por la opción nacionalista.
-“No, Martínez, no, la Consti dice lo que tiene que decir una Consti en un país con más de una lengua: que el castellano es la lengua oficial de España, y cooficial en aquellos territorios que tengan otra. Y eso no es una definición territorial de lengua”. Este fragmento es una verbena:
a-Para cargarte lo de territorial utilizas el palabro territorio. Prueba no superada. Te argumenté el carácter territorial de la cosa en Europa y en España. Afirmas lo contrario, sin argumentación y con un par. Puedes afirmar lo que afirmas, como puedes defender que la Tierra es plana. Pero si haces un manifiesto sobre eso, se te caerá de las manos. Plof. O se te caerá hacia el, ejem, idealismo: opciones políticas que no necesitan la realidad. El futuro, quizás, va por ahí. Igual estás en el lado acertado.
b-Una Consti, ni tan siquiera la española, dice lo que tienen que decir. Una Consti no es la Torá. Es un compendio de opciones. Discutibles y reformables.
c-En un país con varias lenguas, por otra parte, una Consti puede decir más cosas. Y menos. La Constitución de los USA, por ejemplo, no dice nada. La lengua es considerada un derecho individual. No hay lengua oficial. Se habla, tácitamente, el inglés. Algunos Estados han empezado a hacer referéndums para oficializar el inglés. La razón: los hablantes hispanos no entienden que la lengua sea un derecho individual. Se niegan a hablar inglés y crean comunidades lingüísticas y asumen derechos colectivos por los que no optaron los irlandeses, los chicos yiddish, los alemanes, los italianos. Los Gobiernos españoles y la Casa Real han intervenido en ocasiones en esa polémica. Han reclamado para Puerto Rico medidas tendentes al monolingüismo hispano. Medidas que superan las opciones del catalán en Catalunya. El nacionalismo español, en fin, no entiende los derechos individuales.
-Las Oficines de Garanties Lingüísticas, que presentas como checas, y en lo que es una grave erosión a la honestidad de tu discurso, siguen sin existir. Ni siquiera en las chorrocientas mil líneas en las que las describes. No te voy a defender esas oficinas. Pero te voy a explicar lo que no son y lo que, si algún día son, me empujará a firmar un manifiesto más bestia que el tuyo. En Catalunya no es posible –repito, no es posible-, denunciar –ni tan siquiera con “confidencialitat garantida”- el uso privado de una lengua. Te lo diré de otra forma: nadie –repito, nadie-, puede denunciarte ni denunciarme, como has señalado en algún post anterior e intentas señalar en éste, por utilizar una lengua y no otra. Sí que se puede denunciar a cualquier cosa con aspecto de servicio público por no cumplir la ley. Ejemplo: no vender un producto / no atender a un ciudadano porque utiliza una lengua determinada de las dos posibles –algo, por otra parte, denunciable, ¿o no?-. Otro ejemplo de incumplimiento de la ley: rotular un local en, únicamente, lengua castellana. La ley catalana –con puntos freakies y gestionada por mucho pollo freaky-, es una simetría del castellano –una tradición, por otra parte, muy freaky en la gestión del idioma-. El Ministerio de Industria, en ese sentido, prohíbe rotular comercios en todo el territorio –territorio, du-dua, Carlos- carente de cooficialidad, en una sola lengua si esa sola lengua no es el castellano. Lo cual excluye el euskera, catalán, gallego, árabe, turco, inglés, alemán, serbocroata o quechua. Y está penalizado. Vamos, que pagas multa si te viene un inspector. La Agencia Catalana del Consumo es, por otra parte, lo que su nombre indica. Inspectores que van por ahí mirando si tienes el extintor y la rotulación del comercio al día. Mi papá me enseñó a esconderme cuando venían los inspectores de la luz. Y sigo esa tradición. Los inspectores no son la alegría de la huerta. Pero no son lo que intentas apuntar. No obligan al monolingüismo, ni a ciudadanos ni a empresas. Un comercio, vamos, no está obligado a rotularse únicamente en catalán. Confundes tus deseos con la realidad. Y, en ese sentido, me sorprenden tus deseos.
-“Es estrictamente una práctica fascista empujar desde la Administración a unos ciudadanos a la delación anónima de otros por el uso privado que hagan de su lengua”. Es estrictamente una práctica fascista crear información falsa para provocar el conflicto y la solución. Los Protocolos de Sión, Carlos, nunca existieron. Y mira lo que se lió. Cuidadín, por favor.
-“Que alguien como tú crea, finja creer o quiera hacer creer que eso «no existe» es un síntoma gravísimo de corrupción social y de desistimiento moral”. Toma, moreno.
Se cuenta de Albert Boadella, un crack del que soy usuario, la siguiente historia. Tenían que actuar en un pueblo de la Catalunya profunda. El primer día no se comieron un kiki. Al día siguiente hizo una rueda de prensa y denunció que una actriz de la compañía había sido violada por un cazurro del pueblo. El teatro se llenó en los días siguientes. Denunciar violaciones tiene su cosa espectacular. Es un llenapistas. Pero cuando las denuncias son falsas y encaminadas a hacer oro tipo de taquilla, se está practicando un deporte, de dilatada tradición, inquietante. Y que siempre acaba igual.
jueves, julio 07, 2005
LAS TURBIAS AGUAS DE LA CONFUSIÓN
1) La confusión de marras. Es cierto que dos pueden coincidir, en asuntos políticos concretos, por motivos distintos, como también lo es que dos idearios políticos distintos compartan determinados puntos de vista. Pero aquí el problema es que las políticas nacionalistas sólo pueden sustentarse sobre principios nacionalistas, ninguno de los cuales comparte la izquierda. Y, claro, sería deseable conservar algo de respeto por el principio de no contradicción. Dices: «Creo que son compatibles, aunque no me toque a mí defenderlo»; hombre, si lo crees, por algo será, y si no es a ti a quien toca defenderlo, ¿a quién, entonces? Lo que ocurre es que lo que tú llamas «leyes asimétricas que protegen, en un contexto territorial […], una lengua canija» sólo puede hacerse por razones identitarias (nacionalistas), pero no desde la doctrina de los derechos (izquierda). Lo repito, Martínez, desde la doctrina de los derechos, sólo existen derechos de los hablantes. Y desde esa doctrina, en Cataluña, en la educación escolar, se conculca el derecho de los castellanohablantes (¡que es, como mínimo, la mitad de la población!) a educar a sus hijos en su lengua, y en el social, con el viure en català, su derecho a relacionarse y al intercambio económico en su lengua. Se declare o no, cuando se dice que la mitad de la población «debe» aprender la lengua de la otra media, porque «esta es la lengua del país» y así éstos pueden «vivir en su lengua» (y eso exactamente es lo que quieren designar con normalización), se está diciendo que éstos son los dueños del país. Ya sé que se presenta como la «protección de una lengua minoritaria», pero, tal como recordaba Sartre, «lo importante no es lo que la burguesía crea hacer, sino lo que hace». Convertir la lengua en sujeto de derechos es, literalmente, sacrificar los derechos de los individuos en el altar de un ídolo así constituido. Y como parece que la teoría pura no es suficiente, ilustrémoslo con un ejemplito: pretender que debe estudiarse catalán y en catalán para salvar o proteger la lengua (derecho de la lengua), en lugar de por los beneficios objetivos para el estudiante y porque es su lengua (derecho del estudiante), es tanto como decir que hay que aprender matemáticas para salvar la Matemática. En cuanto al «respeto al débil y la corrección de la injusticia del mercado», dicho así, es hasta ofensivo con los auténticos débiles y la verdadera injusticia: el mercado se refiere a bienes escasos, que unos tienen y otros, no, y en esa categoría no entran las lenguas, pues nadie se queda mudo. Eso no agota el problema, ciertamente, pero la interesada repetición de un principio falso en nada contribuye a esclarecerlo. Concretemos más, ¿puedes señalarme algún derecho de los catalanohablantes que esté actualmente conculcado en Cataluña? Y me refiero, claro, a derechos doctrinal y positivamente consagrados, no a deseos. Ya puestos, podríamos recordar que si en Cataluña no existe opresión o tiranía (reales, objetivas y describibles, me refiero, pues que haya quien se sienta oprimido sin estarlo pertenece ya al terreno de la psicopatología), ¿en nombre de qué se reclama la independencia? En política, cuando yo digo que A debe sustituirse por B debo alegar razones (y no digamos si de lo que se trata es de desmembrar un país), y esas razones sólo pueden ser que B mejorará las condiciones de vida de los ciudadanos conforme a principios de justicia distributiva. ¿Cómo es posible que Carod diga: «queremos gobernarnos nosotros» y nadie le pregunte por qué? No quiero hacer acrobacias, pero el problema está en el pronombre, el «nos». Cuando Carod dice que quiere la secesión, no se ve en qué mejorará eso la vida de los catalanes, pero sí la suya y la de los suyos; o sea, «queremos gobernar nosotros». Y eso, lo siento muchachos, no es legítimo en democracia. No se trata, por tanto, de la «santa unidad de la patria», sino de legítima resistencia a proyectos dictados por principios identitarios y desnuda ambición de poder.
2) Más sobre la confusión. Por Dios, Martínez, ¿qué significa «Las lenguas peninsulares minoritarias no son lenguas normales. Son lenguas sin Estado»? ¿Qué entiendes por «lengua normal»; el quechua o las centenares de lenguas de la familia nígerocongoleña lo son? ¿Qué clase de secuencia política estableces entre lengua y Estado? Más: «En la Consti de por aquí abajo se fija el castellano como lengua oficial en todo el Estado.» No, Martínez, no, la Consti dice lo que tiene que decir una Consti en un país con más de una lengua: que el castellano es la lengua oficial de España, y cooficial en aquellos territorios que tengan otra. Y eso no es una definición territorial de la lengua. Luego sí dice algo discutible: que todos los españoles tienen obligación de conocer el castellano. Yo, desde luego, lo quitaría, pero informo a los indocumentados que existe la doctrina jurídica que aconseja la conveniencia de tal principio, entendiéndolo como un modo de asegurar el derecho y el deber que todos tenemos a conocer la lengua de las leyes que nos rigen, y el código penal está en castellano. Y otra cosa, ese principio no tiene en España desarrollo legislativo ninguno. Y con eso entramos en lo importante: si tal obligación, referida al catalán, no figura en el actual Estatut, y se está haciendo lo que se está haciendo, ¿realista y sensatamente, qué podemos temer que ocurra si se aprueba el nuevo, donde sí figura? ¿Y qué se está haciendo? Pues se han creado cinco Oficines de garanties lingüístiques donde «Tothom hi pot presentar una petició d'informació, una queixa o una denúncia sobre el dret de viure en català, o en aranès a la Vall d'Aran. […] Si considereu que no s'han respectat els vostres drets com a persona consumidora en relació amb l'ús del català i voleu que s'iniciï un procediment administratiu –que pot conduir a una sanció en el cas que es demostri l'incompliment de la legislació vigent– podeu presentar una denúncia». Y a todo ello lo precede la siguiente advertencia infame: «La confidencialitat està garantida». Paralelamente, la Agencia Catalana del Consumo «ha inspeccionado 1.401 tiendas y expedientado 156, de las que 28 tuvieron que pagar multas por importe total de 52.800 euros». Es estrictamente una práctica fascista empujar desde la Administración a unos ciudadanos a la delación anónima de otros por el uso privado que hagan de su lengua. Decías que estas Oficinas «son inexistentes si lo explicas en dos líneas más»; pues bien, ya las tienes. No puedo decirlo de otro modo: que alguien como tú crea, finja creer o quiera hacer creer que eso «no existe» es un síntoma gravísimo de corrupción social y de desistimiento moral, y, desde luego, una de las condiciones de posibilidad tanto de la existencia de esas Oficinas como de la de otras infamias que en el futuro puedan acontecer.
3) Aclaraciones. ¿Muy largo? Sí, pero, lo siento, no veo otra manera de tratar de refutar tantas afirmaciones indemostradas. Aquí cabían dos opciones: o cada uno expone su ideario, y a tomar copas, o establecemos un diálogo. Pero esto último exige razonar y demostrar las ideas propias, así como recoger las del contrario e intentar refutarlas también razonadamente. Si esto ahuyenta a los lectores, desde luego que lo lamentaré, pero yo accedí a esto porque creo que las aguas de las imprecisiones y las falsas ideas indemostradas son en las que los nacionalistas llevan veinticinco años nadando y en las que han conseguido sumergir todo debate racional.
Me voy a estirar al sol para mitigar la tristeza.
Carlos Feliu
2) Más sobre la confusión. Por Dios, Martínez, ¿qué significa «Las lenguas peninsulares minoritarias no son lenguas normales. Son lenguas sin Estado»? ¿Qué entiendes por «lengua normal»; el quechua o las centenares de lenguas de la familia nígerocongoleña lo son? ¿Qué clase de secuencia política estableces entre lengua y Estado? Más: «En la Consti de por aquí abajo se fija el castellano como lengua oficial en todo el Estado.» No, Martínez, no, la Consti dice lo que tiene que decir una Consti en un país con más de una lengua: que el castellano es la lengua oficial de España, y cooficial en aquellos territorios que tengan otra. Y eso no es una definición territorial de la lengua. Luego sí dice algo discutible: que todos los españoles tienen obligación de conocer el castellano. Yo, desde luego, lo quitaría, pero informo a los indocumentados que existe la doctrina jurídica que aconseja la conveniencia de tal principio, entendiéndolo como un modo de asegurar el derecho y el deber que todos tenemos a conocer la lengua de las leyes que nos rigen, y el código penal está en castellano. Y otra cosa, ese principio no tiene en España desarrollo legislativo ninguno. Y con eso entramos en lo importante: si tal obligación, referida al catalán, no figura en el actual Estatut, y se está haciendo lo que se está haciendo, ¿realista y sensatamente, qué podemos temer que ocurra si se aprueba el nuevo, donde sí figura? ¿Y qué se está haciendo? Pues se han creado cinco Oficines de garanties lingüístiques donde «Tothom hi pot presentar una petició d'informació, una queixa o una denúncia sobre el dret de viure en català, o en aranès a la Vall d'Aran. […] Si considereu que no s'han respectat els vostres drets com a persona consumidora en relació amb l'ús del català i voleu que s'iniciï un procediment administratiu –que pot conduir a una sanció en el cas que es demostri l'incompliment de la legislació vigent– podeu presentar una denúncia». Y a todo ello lo precede la siguiente advertencia infame: «La confidencialitat està garantida». Paralelamente, la Agencia Catalana del Consumo «ha inspeccionado 1.401 tiendas y expedientado 156, de las que 28 tuvieron que pagar multas por importe total de 52.800 euros». Es estrictamente una práctica fascista empujar desde la Administración a unos ciudadanos a la delación anónima de otros por el uso privado que hagan de su lengua. Decías que estas Oficinas «son inexistentes si lo explicas en dos líneas más»; pues bien, ya las tienes. No puedo decirlo de otro modo: que alguien como tú crea, finja creer o quiera hacer creer que eso «no existe» es un síntoma gravísimo de corrupción social y de desistimiento moral, y, desde luego, una de las condiciones de posibilidad tanto de la existencia de esas Oficinas como de la de otras infamias que en el futuro puedan acontecer.
3) Aclaraciones. ¿Muy largo? Sí, pero, lo siento, no veo otra manera de tratar de refutar tantas afirmaciones indemostradas. Aquí cabían dos opciones: o cada uno expone su ideario, y a tomar copas, o establecemos un diálogo. Pero esto último exige razonar y demostrar las ideas propias, así como recoger las del contrario e intentar refutarlas también razonadamente. Si esto ahuyenta a los lectores, desde luego que lo lamentaré, pero yo accedí a esto porque creo que las aguas de las imprecisiones y las falsas ideas indemostradas son en las que los nacionalistas llevan veinticinco años nadando y en las que han conseguido sumergir todo debate racional.
Me voy a estirar al sol para mitigar la tristeza.
Carlos Feliu
martes, julio 05, 2005
MARTÍNEZ: "CARLOS, QUE YA SON MAITINES"
Carlos, tardón / dale al callo, mamón. Bueno, Al tajo.
1-SOBRE “¿QUIÉN ES NACIONALISTA?”. Discusión importante, pues el palabro nacionalismo se ha convertido en el llenapistas de un nacionalismo que se autodenomina no-nacionalismo, y que se crispa mucho ante cosas que, más que nacionalismo periférico, en ocasiones son izquierda y cultura no-CT.
-Afirmas que “son incompatibles el ideario nacionalista con el de la izquierda”. Creo que son compatibles, aunque no me toque a mi defenderlo. El nacionalismo y la izquierda, en todo caso, y eso sí que puedo defenderlo, son una tensión. Los hombres y las mujeres, por ejemplo, son también una tensión, en ocasiones chachi, en ocasiones monstruosa. Tu planteas el no-nacionalismo no como tensión, sino como idealismo –o, en mangui, esencialismo- de la izquierda. Y es curioso que enfatices el idealismo de la izquierda ante el nacionalismo –solo uno, además- y no, pongamos, ante el mercado. Anyway. Lo que quería señalarte, en todo caso, es que el no-nacionalismo no puede negarse a mezclarse con valores progresistas que pueda tener el nacionalismo en un momento dado. Un ejemplo de algo parecido a lo que te digo: no soy católico, si bien, en el último referéndum me vi coincidiendo por el no con muchos cristianos de base. No tuve ningún problema. Los hubiera tenido coincidiendo con otros católicos en otras manifas. Y los católicos que conocí durante lo del referéndum, pues también hubieran estado cortados.No todos los católicos -ni los nacionalismos, insisto- son iguales. A menos que te pongas idealista /esencialista.
2-SOBRE “LA LÓGICA DE LA CONFUSIÓN”. Patente. En el Manifiesto, por ejemplo, se señalan como nacionalismo catalán patologías que no se agrupan bajo ese epígrafe. Y que se pueden agrupar bajo el epígrafe “burguesía catalana” o, incluso, “CT”. Tiras datos abultados e imprecisos a gogó –verbigracia: tu “las nuevas oficinas para denunciar el uso privado del castellano”, son inexistentes si lo explicas en dos líneas más-.
3-SOBRE “NACIONALISMO CATALÁN AGRESIVO E INCÍVICO”. Otra confusión tuya –y no del manifiesto, pero sí de sus padres a la que les ponen una alcachofa-, es la unión entre nacionalismo y lengua. Algo, por otra parte, muy hispano. Y la lías/is con los criterios “individual” y “territorial”. El bilingüismo se ha estructurado en dos modelos. El americano –Quebec-, y el Europeo –Bélgica-. El americano –que a mi me tira mucho-, fija derechos individuales. Naces en Ontario o en Montreal y te educas en francés o inglés, según decida tu mamá. En Bélgica se fijan derechos territoriales. Estudias en francés o flamenco dependiendo de dónde viva tu mama. En la Consti de por aquí abajo se fija el castellano como lengua oficial en todo el Estado –si estás en contra de planteamientos territoriales, vete a quejar a la ventanilla Consti, no a la ventanilla Sociedad catalana, con lo que te ubicarás fuera de la CT, wellcome-, si bien en algunos territorios –otra vez lo territorial- es cooficial con otras lenguas autóctonas. Que no todas, por cierto. Las lenguas peninsulares minoritarias no son lenguas normales. Son lenguas sin Estado, esa cosa –territorial- tan importante en Europa. ¿Deben desaparecer? La izquierda tiene como valores el respecto al débil y la corrección de la injusticia del mercado. Bajo esos valores nacen leyes y usos criticables, en apariencia no democráticos, y que luego lo son por un tubo, como la discriminación positiva, darle una pasta gansa al Estado en forma de IRPF mientras juras en arameo, o leyes asimétricas que protegen, en un contexto territorial –las leyes españolas del ramo, lo dicho, no dan para rollos individuales-, una lengua canija. Eso no es nacionalismo. Es izquierda. Y es una de las señas de identidad –que no identitarias- de la izquierda en Catalunya. Cuando era peque, incluso era una de las diferencias entre la izquierda española y la derecha ¿Pueden haber otras izquierdas en Catalunya? Claro. Preséntamelas.
Carlos, no te duermas o vas a estar pagando trajes de enfermera hasta el 2012 –con lo que, por fin, en el 2012 podremos informar de algún evento-.
1-SOBRE “¿QUIÉN ES NACIONALISTA?”. Discusión importante, pues el palabro nacionalismo se ha convertido en el llenapistas de un nacionalismo que se autodenomina no-nacionalismo, y que se crispa mucho ante cosas que, más que nacionalismo periférico, en ocasiones son izquierda y cultura no-CT.
-Afirmas que “son incompatibles el ideario nacionalista con el de la izquierda”. Creo que son compatibles, aunque no me toque a mi defenderlo. El nacionalismo y la izquierda, en todo caso, y eso sí que puedo defenderlo, son una tensión. Los hombres y las mujeres, por ejemplo, son también una tensión, en ocasiones chachi, en ocasiones monstruosa. Tu planteas el no-nacionalismo no como tensión, sino como idealismo –o, en mangui, esencialismo- de la izquierda. Y es curioso que enfatices el idealismo de la izquierda ante el nacionalismo –solo uno, además- y no, pongamos, ante el mercado. Anyway. Lo que quería señalarte, en todo caso, es que el no-nacionalismo no puede negarse a mezclarse con valores progresistas que pueda tener el nacionalismo en un momento dado. Un ejemplo de algo parecido a lo que te digo: no soy católico, si bien, en el último referéndum me vi coincidiendo por el no con muchos cristianos de base. No tuve ningún problema. Los hubiera tenido coincidiendo con otros católicos en otras manifas. Y los católicos que conocí durante lo del referéndum, pues también hubieran estado cortados.No todos los católicos -ni los nacionalismos, insisto- son iguales. A menos que te pongas idealista /esencialista.
2-SOBRE “LA LÓGICA DE LA CONFUSIÓN”. Patente. En el Manifiesto, por ejemplo, se señalan como nacionalismo catalán patologías que no se agrupan bajo ese epígrafe. Y que se pueden agrupar bajo el epígrafe “burguesía catalana” o, incluso, “CT”. Tiras datos abultados e imprecisos a gogó –verbigracia: tu “las nuevas oficinas para denunciar el uso privado del castellano”, son inexistentes si lo explicas en dos líneas más-.
3-SOBRE “NACIONALISMO CATALÁN AGRESIVO E INCÍVICO”. Otra confusión tuya –y no del manifiesto, pero sí de sus padres a la que les ponen una alcachofa-, es la unión entre nacionalismo y lengua. Algo, por otra parte, muy hispano. Y la lías/is con los criterios “individual” y “territorial”. El bilingüismo se ha estructurado en dos modelos. El americano –Quebec-, y el Europeo –Bélgica-. El americano –que a mi me tira mucho-, fija derechos individuales. Naces en Ontario o en Montreal y te educas en francés o inglés, según decida tu mamá. En Bélgica se fijan derechos territoriales. Estudias en francés o flamenco dependiendo de dónde viva tu mama. En la Consti de por aquí abajo se fija el castellano como lengua oficial en todo el Estado –si estás en contra de planteamientos territoriales, vete a quejar a la ventanilla Consti, no a la ventanilla Sociedad catalana, con lo que te ubicarás fuera de la CT, wellcome-, si bien en algunos territorios –otra vez lo territorial- es cooficial con otras lenguas autóctonas. Que no todas, por cierto. Las lenguas peninsulares minoritarias no son lenguas normales. Son lenguas sin Estado, esa cosa –territorial- tan importante en Europa. ¿Deben desaparecer? La izquierda tiene como valores el respecto al débil y la corrección de la injusticia del mercado. Bajo esos valores nacen leyes y usos criticables, en apariencia no democráticos, y que luego lo son por un tubo, como la discriminación positiva, darle una pasta gansa al Estado en forma de IRPF mientras juras en arameo, o leyes asimétricas que protegen, en un contexto territorial –las leyes españolas del ramo, lo dicho, no dan para rollos individuales-, una lengua canija. Eso no es nacionalismo. Es izquierda. Y es una de las señas de identidad –que no identitarias- de la izquierda en Catalunya. Cuando era peque, incluso era una de las diferencias entre la izquierda española y la derecha ¿Pueden haber otras izquierdas en Catalunya? Claro. Preséntamelas.
Carlos, no te duermas o vas a estar pagando trajes de enfermera hasta el 2012 –con lo que, por fin, en el 2012 podremos informar de algún evento-.
lunes, julio 04, 2005
FELIU: TARDÍA SEGUNDA ENTREGA
1) Lógicamente, primero, mis excusas a ti y a todos –¿hay alguien?– por el retraso de esta entrega, que erraría quien lo atribuyera a miedo. No hay más que lo de siempre, las servidumbres de la cotidianidad.
2) No sé si rebaso los límites impuestos por las reglas, o hasta los de la cortesía, así es que, por si es el caso, antepongo las excusas y enfatizo la cordialidad, pero, ¡muy largo, Martínez, demasiado largo! Al asunto, pues.
3) ¿Quién es nacionalista? Puede parecer obstinación por mi parte, pero no lo es, y que es parte central del asunto lo muestra que también tú vuelves sobre ello. Como te decía, puesto que no son personas lo que se juzgan (ser nacionalista no es una condición, en el sentido en que lo es la pertenencia a una clase social), sino ideas, es nacionalista quien sostiene ideas nacionalistas, y nada más, lo declare o no, le guste o no. Y tú dices «El no-nacionalismo puede, y debe, defender opciones nacionalistas». Pues en «defender opciones nacionalistas» es en lo que consiste ser nacionalista. Es evidente que si la cantidad e importancia del ideario compartido son escasas, más que serlo, se tienen algunas ideas nacionalistas, pero se tienen, del mismo modo que ser de izquierdas es compartir –mucho o poco– las doctrinas de la izquierda. Luego añades que «En tanto las argumente», pero esa no es una condición que permita cohonestar idearios incompatibles, sino sólo la condición de posibilidad para sustentar ideas y opciones políticas. Para mí, lo que convierte en contradictorio ese «puede, y debe, defender opciones nacionalistas» con hacerlo desde «el no-nacionalismo» es la presunción de que ese «no-nacionalismo» se quiere de izquierdas. Es decir, que sí, que sostengo que son incompatibles el ideario nacionalista con el de la izquierda. Formulado del modo más breve posible, el problema es que la ideología nacionalista se desarrolla a partir de un principio identitario, y es esa identidad la que tanto da acceso a la comunidad política a sus miembros, como la que funda la comunidad política misma. Pero esos rasgos identitarios son moralmente neutros, son los que son, porque son los nuestros. La izquierda, en cambio, «está comprometida con la defensa radical de ciertos valores y, consiguientemente, con ciertos modelos sociales e institucionales en los que esos valores cristalicen […] A la izquierda le importan los escenarios políticos en los que se asegure el autogobierno de los ciudadanos y la participación democrática, y esos principios valen lo mismo con señas de identidad que sin señas, con sondeos favorables que sin ellos». (F. Ovejero, «La autodeterminación y la izquierda», El País, 19-2-01)
4) Lógica de la confusión. No creo hacer tal cosa; las objeciones al nacionalismo, como la de más arriba, las hago –y se hacen en el manifiesto– referidas al catalán; meternos en taxonomías del nacionalismo sería de locos. En cuanto al supuesto nacionalismo español del Manifiesto, te toca aplicarte tu propia receta y mostrármelo tú.
5) Nacionalismo catalán agresivo e incívico. Telegráficamente: tal como, inmejorablemente, describe el título de un libro La normalización lingüística, una anormalidad democrática. Me referiré ahora sólo a lo siguiente: el principio literal del que parten todos los textos legales sobre esta materia define el catalán como «la lengua propia de Cataluña», y eso es falso, pues si fuera cierto no se estaría legislando sobre ello. La realidad es que es la lengua propia de la mitad de los catalanes, pues de la otra mitad es el castellano (¿tendría sentido que se dijera que el castellano es «la lengua propia de España»?). Los territorios no tienen lengua, y por lo tanto no son sujeto de derecho. El único derecho que anda en juego cuando se habla de lengua es el de los hablantes. Lo único que aquí había que hacer era asegurar el derecho de los catalanohablantes a que pudieran desarrollar cultura en su lengua, educar a sus hijos en ella, y tener una Administración con la que poder tratar en catalán. No existe, por tanto, el derecho a viure en català, pues eso no puede decir otra cosa que «los que hablan otra deben cambiarla por la mía». A nadie le asiste el derecho a que le aseguren interlocutores. De manera que la famosa «inmersión lingüística», que regula que toda la educación escolar es en catalán, priva a la mitad de los catalanes del derecho de educarse en su lengua. Todo esto, además, es mucho menos inocuo de lo que se pretende, pues si bien es cierto que la última campaña «Ballem en català» cae en el género del sainete, las nuevas oficinas para denunciar el uso privado del castellano tiene aspectos fascistas, pues ya no es sólo la actuación de la Administración, sino que se empuja a unos ciudadanos a intervenir contra otros. Por no hablar de la gravísima anomalía social que supone el que algo así no haya sido objeto, no ya de grave controversia, sino ni tan siquiera de crítica.
Me voy a cenar, ya no creo que gambas.
2) No sé si rebaso los límites impuestos por las reglas, o hasta los de la cortesía, así es que, por si es el caso, antepongo las excusas y enfatizo la cordialidad, pero, ¡muy largo, Martínez, demasiado largo! Al asunto, pues.
3) ¿Quién es nacionalista? Puede parecer obstinación por mi parte, pero no lo es, y que es parte central del asunto lo muestra que también tú vuelves sobre ello. Como te decía, puesto que no son personas lo que se juzgan (ser nacionalista no es una condición, en el sentido en que lo es la pertenencia a una clase social), sino ideas, es nacionalista quien sostiene ideas nacionalistas, y nada más, lo declare o no, le guste o no. Y tú dices «El no-nacionalismo puede, y debe, defender opciones nacionalistas». Pues en «defender opciones nacionalistas» es en lo que consiste ser nacionalista. Es evidente que si la cantidad e importancia del ideario compartido son escasas, más que serlo, se tienen algunas ideas nacionalistas, pero se tienen, del mismo modo que ser de izquierdas es compartir –mucho o poco– las doctrinas de la izquierda. Luego añades que «En tanto las argumente», pero esa no es una condición que permita cohonestar idearios incompatibles, sino sólo la condición de posibilidad para sustentar ideas y opciones políticas. Para mí, lo que convierte en contradictorio ese «puede, y debe, defender opciones nacionalistas» con hacerlo desde «el no-nacionalismo» es la presunción de que ese «no-nacionalismo» se quiere de izquierdas. Es decir, que sí, que sostengo que son incompatibles el ideario nacionalista con el de la izquierda. Formulado del modo más breve posible, el problema es que la ideología nacionalista se desarrolla a partir de un principio identitario, y es esa identidad la que tanto da acceso a la comunidad política a sus miembros, como la que funda la comunidad política misma. Pero esos rasgos identitarios son moralmente neutros, son los que son, porque son los nuestros. La izquierda, en cambio, «está comprometida con la defensa radical de ciertos valores y, consiguientemente, con ciertos modelos sociales e institucionales en los que esos valores cristalicen […] A la izquierda le importan los escenarios políticos en los que se asegure el autogobierno de los ciudadanos y la participación democrática, y esos principios valen lo mismo con señas de identidad que sin señas, con sondeos favorables que sin ellos». (F. Ovejero, «La autodeterminación y la izquierda», El País, 19-2-01)
4) Lógica de la confusión. No creo hacer tal cosa; las objeciones al nacionalismo, como la de más arriba, las hago –y se hacen en el manifiesto– referidas al catalán; meternos en taxonomías del nacionalismo sería de locos. En cuanto al supuesto nacionalismo español del Manifiesto, te toca aplicarte tu propia receta y mostrármelo tú.
5) Nacionalismo catalán agresivo e incívico. Telegráficamente: tal como, inmejorablemente, describe el título de un libro La normalización lingüística, una anormalidad democrática. Me referiré ahora sólo a lo siguiente: el principio literal del que parten todos los textos legales sobre esta materia define el catalán como «la lengua propia de Cataluña», y eso es falso, pues si fuera cierto no se estaría legislando sobre ello. La realidad es que es la lengua propia de la mitad de los catalanes, pues de la otra mitad es el castellano (¿tendría sentido que se dijera que el castellano es «la lengua propia de España»?). Los territorios no tienen lengua, y por lo tanto no son sujeto de derecho. El único derecho que anda en juego cuando se habla de lengua es el de los hablantes. Lo único que aquí había que hacer era asegurar el derecho de los catalanohablantes a que pudieran desarrollar cultura en su lengua, educar a sus hijos en ella, y tener una Administración con la que poder tratar en catalán. No existe, por tanto, el derecho a viure en català, pues eso no puede decir otra cosa que «los que hablan otra deben cambiarla por la mía». A nadie le asiste el derecho a que le aseguren interlocutores. De manera que la famosa «inmersión lingüística», que regula que toda la educación escolar es en catalán, priva a la mitad de los catalanes del derecho de educarse en su lengua. Todo esto, además, es mucho menos inocuo de lo que se pretende, pues si bien es cierto que la última campaña «Ballem en català» cae en el género del sainete, las nuevas oficinas para denunciar el uso privado del castellano tiene aspectos fascistas, pues ya no es sólo la actuación de la Administración, sino que se empuja a unos ciudadanos a intervenir contra otros. Por no hablar de la gravísima anomalía social que supone el que algo así no haya sido objeto, no ya de grave controversia, sino ni tan siquiera de crítica.
Me voy a cenar, ya no creo que gambas.
sábado, julio 02, 2005
LA CONFUSIÓN
Carlos, ahí va lo mío, escrito a toda leche y sin haber dormido mucho. Nunca, snif, tengas una novia miss venzolana. Bueno. Voy arreando, que no me cunde el trabajo:
Tu discurso, tu manifiesto y los palabros de tus compañeros que lo han adornado comparten una misma lógica. Es la lógica de la confusión. Se establece la confusión y, sobre ella, el emisor de la confusión se presenta como único orden y solución posible. En otras regiones de este blog he analizado esta estilística. Y la he relacionado con una tendencia ideológica de la que, me consta, no eres usuario si no cachondeario. Los estilos existen y son detgerminantes. Hay cadenas lógicas que hipotecan los discursos. Y encuentro que eso -por lo que sea- es vuestro caso. Vuestro discurso, y el tuyo de ayer, se relaciona con un discurso y una estilística precedente. Que, al menos a mi, me da cierto miedo. Bueno la confusión. Ejemplos de confusión:
a-Calificas al nacionalismo como negativo en todos sus casos y aspectos. Algo difícil de demostrar. Los nacionalismos, las religiones, las ideologías, las opciones colectivas –en Brasil, el tanga es una opción colectiva-, no son en principio ni buenas ni malas.
b-Equiparas los nacionalismos. Algo difícil de defender. Ni los nacionalismos, ni las señoritas ni los peritos agrónomos son todos iguales. El nacionalismo alemán de los 30’s y 40’s no es como el nacionalismo español vertebrado en la zona republicana. El nacionalismo español de la zona republicana no es lo mismo que el nacionalismo español de la zona nacional. El nacionalismo nicaraguense de los 80’s no es el mismo que el nacionalismo serbio de los 90’s. El PNV, por ejemplo, no es el mismo nacionalismo que el de HB –o como se llame esta mañana-. El catalanismo, así a lo bruto, no es lo mismo ni ofrece el mismo rol que el nacionalismo español tal y como ha quedado desde 1939. ERC, en fin y contra lo que algunos de vosotros habéis señalado, no es la extrema derecha. El PP, otro partido nacionalista, sí que tiene, por cierto, importantes componentes de la extrema derecha. Ponderar los nacionalismos es, en fin, un deber del no-nacionalismo. El no-nacionalismo puede, y debe, defender opciones nacionalistas. En tanto las argumente. Vosotros defendeis una opción nacionalista sin argumentarla. Colgándole el palabro no-nacionalista.
c-Vasquizas los nacionalismos. Cualquier descripción nacionalista la pasas por Euskadi. Utilizas Euskadi como único y dramático horizonte. Utilizas las fórmulas con las que el nacionalismo español dibuja el nacionalismo vasco para describir lo que está pasando en Catalunya, que no es Euskadi, como su nombre indica. Y utilizas, en fin, el vocabulario creado en Euskadi para atacar unos nacionalismos pero no otros. Sé muy poco de Euskadi -y, creeme, quiero saber menos- pero en todo caso me atrevo a afirmar que el concepto no-nacionalista nacido allí y utilizado por Savater, Juaristi y toda la pesca, utilizado por el Foro de Ermua y por los chicos de ¡Basta Ya!, es una broma nacionalista. SI se opta por aplicar cualquier cacharro, análisis y palabro extraído de esa DOC, se debe matizar muy mucho. Y se debe reexplicar el concepto de no-nacionalismo del que se parte. Recordemos, en es sentido, que Aznar es el mayor no-nacionalista conocido por aquí abajo. Según por cualno-nacionalismo optes.
d-El nacionalismo -tal y como ha quedado reducida la cosa desde 1978- es el único debate posible tras el proceso de la Transi, que tanto y tan bien reivindicáis en vuestro manifiesto. El debate nacionalista ha sido tan intenso -en tanto que único posible- en los últimos veintipico años que, cuando era pipiolo y un mayor aludía a la forma del Estado, todo el mundo entendía que hablaba de República, mientras hoy todo el mundo entiende que habla de federalismo. Es decir, que el nacionalismo se ha comido vocablos. Y, posiblemente, temas. Apostar por la Transi como modelo es apostar por diluir y reducir todos los debates en el nacionalismo, esa cosa tan a) rentable y que b) me parece que es lo que estáis haciendo. De hecho, proponeís crear un partido Transi-non-stop, consagrado al debate nacionalista. Es más, consagrado en contra de UN nacionalismo que, como no-nacionalista, considero y pondero alejado de LA BESTIA más que otros nacionalismo peninsulares.
e-No nacionalismo –te / me lo vuelvo a formular-, no consiste en estar en pie de guerra contra los nacionalismos. Como el laicismo no consiste en estar en pie de guerra contra las religiones. Consiste en dialogar con los nacionalismos con los que sea posible el diálogo –y me retrotraigo al punto anterior: en una cultura, la CT, en la que los nacionalismos se han comido muchos temas, es necesario dialogar con los nacionalismos para tratar según que temas no-CT; el Tripartit es, básicamente, esa dinámica; el Estatut, que en vuestro manifiesto tratáis como símbolo esencialista, es un ejercicio de cultura republicana, en el que participan, claro, partidos nacionalistas democráticos, receptores también de esa cultura; no entiendo por qué no hablar o fabricar política con ellos-. Consiste en primar otros valores políticos como el civismo y la democracia –valores, empero, en ocasiones tan gaseosos y míticos como el nacionalismo-. Y en defender esos valores cuando son atacados por el nacionalismo. O por Perico el de los Palotes. Por ejemplo, cuando un partido ultra-nacionalista clausura un diario o ilegaliza un partido, el no-nacionalismo debe de intervenir. Eliminar un partido es algo serio y, en principio, denunciable, incluso cuando el partido ilegalizado no te mola.
f-Me aludes como usuario del nacionanlismo catalán. Lo niego. Carezco de esa arruga en el cerebro -arruga, por otra parte, no necesariamente patológica, como te he señalado-, si bien, como ciudadano no-nacionalista no tengo ningún gran problema -o, hasta ahora, no lo he tenido- con lo que tu denominas nacionalismo catalán -y que yo, según he argumentado en el blog, denomino catalanismo-. Históricamente, cuando el catalanismo ha sido agredido, han sido agredidos otros valores, en absoluto nacionalistas y de los que soy usuario. Además, considero al catalanismo barómetro del nacionalismo español. Los catalanismos sólo suben electoralmente cuando hay un nacionalismo agresivo español en el poder. Hay ciertas originales que confieren al nacionalismo catalán y al portugués el estatus de nacionalismos raros de la Península. Como no nacionalista, en todo caso, puedo dialogar con ciertos valores del nacionalismo catalán -el carácter cívico, no étnido y, aunque te lo tenga que defender en otra intervención, el carácter no lingüístico-. Puedo dialogar con muy pocos valores del nacionalismo español.
g-La gran labor del no-nacionalismo en Catalunya ha consistido en abortar la existencia de comunidades político-lingüísticas. Para ello, se le ha quitado -desde los años 60's- cualquier beligerancia nacionalista al uso del castellano o catálán en Catalunya. El nacionalismo catalán de izquierdas y progresista ha colaborado en ello. Lo cual es un chollo. EL españolismo -que en Catalñunya, desde que tras lo de 1868 desaparece como opción progresista a gogó, no tiene, en efecto, valor positivo-, pues no. Defender -¿lo defendeís?- una reinvindicación lingüistica contradice el pacto que la izquierda, desde los 60's, ha mantenido, primero tácitamente y, cuando fue posible, mediante leyes. Ese pacto es, por cierto, el único triunfo de la izquierda en la Transi. El catalanismo de derechas y el españolismo no estaban, recuerda, por esa copla. El no-nacionalismo en Catlaunya -la única sociedad bilingüe europea, corrígeme, en la que no se han quemado autobuses por una lengua-, pasa por negar ideología a las lenguas. No creo que defendáis eso. ¿O sí?
f-La labor de un no nacionalista, en el caso de tenerla, consiste en identificar y denunciar el bestialismo de los nacionalismos cuando se produce. No siempre se produce. Ni todo el rato. Ni en todos por igual. El nacionalismo sueco, por ejemplo, no ha producido muchos. El español, sí. Cuando el no-nacionalismo denuncia el bestialismo, denuncia un abuso de poder sobre una minoría, una política nacionalista antidemocrática, la supresión de la política por la mitología. Cuando, en fin, el no-nacionalismo denuncia el ataque de un nacionalismo a derechos fundamentales, debe de tener razón o/y honestidad. De lo contrario el no-nacionalista denunciador es a) un irresponsable -a veces pasa-, o b) algo oscuro al servicio de algo oscuro. En ese sentido, no creo que tengáis razón en vuestros análisis y en vuestras denuncias. De hecho, ignoro los casos concretos -la vida, las novias, son casos concretos-, en los que se sustentan.
De hecho, ahí va mi pregunta de hoy, que es la misma de ayer: “explícame tu percepción, traducida a hechos empíricos, de ese nacionalismo catalán agresivo e incívico, que yo no veo por ninguna parte a esa escala escandalosa”.
Me voy a cenar gambas.
Tu discurso, tu manifiesto y los palabros de tus compañeros que lo han adornado comparten una misma lógica. Es la lógica de la confusión. Se establece la confusión y, sobre ella, el emisor de la confusión se presenta como único orden y solución posible. En otras regiones de este blog he analizado esta estilística. Y la he relacionado con una tendencia ideológica de la que, me consta, no eres usuario si no cachondeario. Los estilos existen y son detgerminantes. Hay cadenas lógicas que hipotecan los discursos. Y encuentro que eso -por lo que sea- es vuestro caso. Vuestro discurso, y el tuyo de ayer, se relaciona con un discurso y una estilística precedente. Que, al menos a mi, me da cierto miedo. Bueno la confusión. Ejemplos de confusión:
a-Calificas al nacionalismo como negativo en todos sus casos y aspectos. Algo difícil de demostrar. Los nacionalismos, las religiones, las ideologías, las opciones colectivas –en Brasil, el tanga es una opción colectiva-, no son en principio ni buenas ni malas.
b-Equiparas los nacionalismos. Algo difícil de defender. Ni los nacionalismos, ni las señoritas ni los peritos agrónomos son todos iguales. El nacionalismo alemán de los 30’s y 40’s no es como el nacionalismo español vertebrado en la zona republicana. El nacionalismo español de la zona republicana no es lo mismo que el nacionalismo español de la zona nacional. El nacionalismo nicaraguense de los 80’s no es el mismo que el nacionalismo serbio de los 90’s. El PNV, por ejemplo, no es el mismo nacionalismo que el de HB –o como se llame esta mañana-. El catalanismo, así a lo bruto, no es lo mismo ni ofrece el mismo rol que el nacionalismo español tal y como ha quedado desde 1939. ERC, en fin y contra lo que algunos de vosotros habéis señalado, no es la extrema derecha. El PP, otro partido nacionalista, sí que tiene, por cierto, importantes componentes de la extrema derecha. Ponderar los nacionalismos es, en fin, un deber del no-nacionalismo. El no-nacionalismo puede, y debe, defender opciones nacionalistas. En tanto las argumente. Vosotros defendeis una opción nacionalista sin argumentarla. Colgándole el palabro no-nacionalista.
c-Vasquizas los nacionalismos. Cualquier descripción nacionalista la pasas por Euskadi. Utilizas Euskadi como único y dramático horizonte. Utilizas las fórmulas con las que el nacionalismo español dibuja el nacionalismo vasco para describir lo que está pasando en Catalunya, que no es Euskadi, como su nombre indica. Y utilizas, en fin, el vocabulario creado en Euskadi para atacar unos nacionalismos pero no otros. Sé muy poco de Euskadi -y, creeme, quiero saber menos- pero en todo caso me atrevo a afirmar que el concepto no-nacionalista nacido allí y utilizado por Savater, Juaristi y toda la pesca, utilizado por el Foro de Ermua y por los chicos de ¡Basta Ya!, es una broma nacionalista. SI se opta por aplicar cualquier cacharro, análisis y palabro extraído de esa DOC, se debe matizar muy mucho. Y se debe reexplicar el concepto de no-nacionalismo del que se parte. Recordemos, en es sentido, que Aznar es el mayor no-nacionalista conocido por aquí abajo. Según por cualno-nacionalismo optes.
d-El nacionalismo -tal y como ha quedado reducida la cosa desde 1978- es el único debate posible tras el proceso de la Transi, que tanto y tan bien reivindicáis en vuestro manifiesto. El debate nacionalista ha sido tan intenso -en tanto que único posible- en los últimos veintipico años que, cuando era pipiolo y un mayor aludía a la forma del Estado, todo el mundo entendía que hablaba de República, mientras hoy todo el mundo entiende que habla de federalismo. Es decir, que el nacionalismo se ha comido vocablos. Y, posiblemente, temas. Apostar por la Transi como modelo es apostar por diluir y reducir todos los debates en el nacionalismo, esa cosa tan a) rentable y que b) me parece que es lo que estáis haciendo. De hecho, proponeís crear un partido Transi-non-stop, consagrado al debate nacionalista. Es más, consagrado en contra de UN nacionalismo que, como no-nacionalista, considero y pondero alejado de LA BESTIA más que otros nacionalismo peninsulares.
e-No nacionalismo –te / me lo vuelvo a formular-, no consiste en estar en pie de guerra contra los nacionalismos. Como el laicismo no consiste en estar en pie de guerra contra las religiones. Consiste en dialogar con los nacionalismos con los que sea posible el diálogo –y me retrotraigo al punto anterior: en una cultura, la CT, en la que los nacionalismos se han comido muchos temas, es necesario dialogar con los nacionalismos para tratar según que temas no-CT; el Tripartit es, básicamente, esa dinámica; el Estatut, que en vuestro manifiesto tratáis como símbolo esencialista, es un ejercicio de cultura republicana, en el que participan, claro, partidos nacionalistas democráticos, receptores también de esa cultura; no entiendo por qué no hablar o fabricar política con ellos-. Consiste en primar otros valores políticos como el civismo y la democracia –valores, empero, en ocasiones tan gaseosos y míticos como el nacionalismo-. Y en defender esos valores cuando son atacados por el nacionalismo. O por Perico el de los Palotes. Por ejemplo, cuando un partido ultra-nacionalista clausura un diario o ilegaliza un partido, el no-nacionalismo debe de intervenir. Eliminar un partido es algo serio y, en principio, denunciable, incluso cuando el partido ilegalizado no te mola.
f-Me aludes como usuario del nacionanlismo catalán. Lo niego. Carezco de esa arruga en el cerebro -arruga, por otra parte, no necesariamente patológica, como te he señalado-, si bien, como ciudadano no-nacionalista no tengo ningún gran problema -o, hasta ahora, no lo he tenido- con lo que tu denominas nacionalismo catalán -y que yo, según he argumentado en el blog, denomino catalanismo-. Históricamente, cuando el catalanismo ha sido agredido, han sido agredidos otros valores, en absoluto nacionalistas y de los que soy usuario. Además, considero al catalanismo barómetro del nacionalismo español. Los catalanismos sólo suben electoralmente cuando hay un nacionalismo agresivo español en el poder. Hay ciertas originales que confieren al nacionalismo catalán y al portugués el estatus de nacionalismos raros de la Península. Como no nacionalista, en todo caso, puedo dialogar con ciertos valores del nacionalismo catalán -el carácter cívico, no étnido y, aunque te lo tenga que defender en otra intervención, el carácter no lingüístico-. Puedo dialogar con muy pocos valores del nacionalismo español.
g-La gran labor del no-nacionalismo en Catalunya ha consistido en abortar la existencia de comunidades político-lingüísticas. Para ello, se le ha quitado -desde los años 60's- cualquier beligerancia nacionalista al uso del castellano o catálán en Catalunya. El nacionalismo catalán de izquierdas y progresista ha colaborado en ello. Lo cual es un chollo. EL españolismo -que en Catalñunya, desde que tras lo de 1868 desaparece como opción progresista a gogó, no tiene, en efecto, valor positivo-, pues no. Defender -¿lo defendeís?- una reinvindicación lingüistica contradice el pacto que la izquierda, desde los 60's, ha mantenido, primero tácitamente y, cuando fue posible, mediante leyes. Ese pacto es, por cierto, el único triunfo de la izquierda en la Transi. El catalanismo de derechas y el españolismo no estaban, recuerda, por esa copla. El no-nacionalismo en Catlaunya -la única sociedad bilingüe europea, corrígeme, en la que no se han quemado autobuses por una lengua-, pasa por negar ideología a las lenguas. No creo que defendáis eso. ¿O sí?
f-La labor de un no nacionalista, en el caso de tenerla, consiste en identificar y denunciar el bestialismo de los nacionalismos cuando se produce. No siempre se produce. Ni todo el rato. Ni en todos por igual. El nacionalismo sueco, por ejemplo, no ha producido muchos. El español, sí. Cuando el no-nacionalismo denuncia el bestialismo, denuncia un abuso de poder sobre una minoría, una política nacionalista antidemocrática, la supresión de la política por la mitología. Cuando, en fin, el no-nacionalismo denuncia el ataque de un nacionalismo a derechos fundamentales, debe de tener razón o/y honestidad. De lo contrario el no-nacionalista denunciador es a) un irresponsable -a veces pasa-, o b) algo oscuro al servicio de algo oscuro. En ese sentido, no creo que tengáis razón en vuestros análisis y en vuestras denuncias. De hecho, ignoro los casos concretos -la vida, las novias, son casos concretos-, en los que se sustentan.
De hecho, ahí va mi pregunta de hoy, que es la misma de ayer: “explícame tu percepción, traducida a hechos empíricos, de ese nacionalismo catalán agresivo e incívico, que yo no veo por ninguna parte a esa escala escandalosa”.
Me voy a cenar gambas.
1) Sin objeciones por mi parte a las reglas del debate –y agradecido por tu hospitalidad–, y, novias y parientes aparte, no me opongo a lo de las chicas vestidas de enfermeras, o de colegialas. Se aceptan, pues, nuevas propuestas, pero se reclama que sean más paritarias.
2) No deja de ser curioso que, como tú lo planteas, podría terminar resultando que el contenido principal de la discusión no saliera de la aclaración y establecimiento de los presupuestos previos. Me explico: tu principal objeción –aquí y en otros textos anteriores, así como lo es también de todas las críticas que se nos formulan– es la de que la crítica al nacionalismo catalán se hace desde un más o menos ocultado nacionalismo español. Tú, en cambio, puesto que no te consideras nacionalista catalán, declaras que tus opiniones tampoco lo son, y que tus objeciones, por lo mismo, no están hechas desde presupuestos ideológicos nacionalistas. Es decir, ambos vemos lo mismo: a un nacionalista que dice que no lo es. Lo más inmediato que con ello se dice es que el nacionalismo es, en el mejor de los casos, una ideología con la que quienes así opinan no quieren verse identificados, y, en el peor, repudiable. El malentendido puede aclararse si se repara en que el nacionalismo es eso, una ideología, y que lo que se juzgan, por tanto, son ideas, y no personas. No puede dilucidarse, por tanto, declarativamente (soy periodista o calvo): es nacionalista quien tiene ideas nacionalistas, por lo mismo que es xenófobo, a despecho de que declare que no lo es, quien a continuación dice que no quiere mezquitas en su barrio. Asimismo, con tales opiniones parece admitirse implícitamente que tal vez sí sería legítima –y quizás hasta conveniente– la crítica tanto de la política como de la opinión catalanonacionalistas si no se hiciera desde el españolismo. Porque existen aquellas dos cosas, ¿no? Hay partidos que se definen como tales, y el principal nos gobernó durante ¡23 años! y el otro forma parte del actual gobierno, y, sin embargo, en cuanto se formula la crítica, nadie parece verlos: ¡¿nacionalismo catalán, dónde?! ¡Déme pruebas, yo sólo veo nacionalismo español! En cualquier caso, y para no caer en la injusta falacia de reprocharte lo ajeno, yo no he leído nunca una crítica tuya al nacionalismo catalán en tanto que nacionalismo catalán. Y no creo abusar de la lógica deductiva si digo que no haber encontrado oportunidades para tal crítica puede considerarse una prueba, al menos en negativo, de nacionalismo. Guste o no, la consideración de los asuntos identitarios como propios de la política es lo que define el nacionalismo. Y por tales entiendo desde lo simbólico –políticas destinadas a promover una supuesta identidad común, que, también se quiera o no, desde esa concepción es la que determina la condición de ciudadano–, hasta las doctrinas que sostienen la existencia de un sujeto comunitario –Cataluña– en nombre del cual se reclama un poder que ya nadie se molesta siquiera en decir cómo va a beneficiar al ciudadano, así como las políticas que legislan sobre el uso público de las lenguas basadas en un inexistente principio de «lengua territorial», y regulan –¡y legislan y hasta inducen a la delación!– su uso privado. Y si eso no es así, entonces tendrás que ser tú quien me diga qué debemos considerar nacionalismo catalán. (En cuanto a J. Aranzadi, muy brevemente: efectivamente es un ensayista valiosísimo que, desde el nacionalismo, evolucionó hacia posiciones críticas del mismo desde las que ha contribuido con aportaciones muy importantes. Hace cuatro años, sin embargo, escribió un extenso y erudito libro, El escudo de Arquíloco, en el que postulaba, frente a la barbarie vasca, el desistimiento y la deserción, siguiendo el ejemplo del personaje del título, declarando explícitamente que lo motivaba el miedo, y que eso era legítimo. Aurelio Arteta, uno de los ensayistas que, junto a otros pocos, con mayor coraje, rigor y exigencia moral ha ejercido la crítica a esa barbarie durante todos estos años –con un enorme riesgo personal– escribió sobre él una extensa crítica («Arquílico como pretexto (Una crítica de la deserción)», Claves de Razón Práctica, 128, diciembre 2002, pp. 53-60) que tal vez sea uno de los mejores textos que se hayan escrito en España sobre estos asuntos y, en cualquier caso, un verdadero ejemplo de honestidad y rigor críticos. Y como el propio Arteta escribió (El País, 19-3-05): «No sé quién de los dos lleva más razón en sus reflexiones, pero todavía aguardo una respuesta razonable a las mías».
3) El nacionalismo español. Sin duda existe, y ha crecido durante estos últimos años, opinión nacionalista española difundida desde algunos medios de comunicación: radio (particularmente la Cope) y prensa (Abc, La Razón y El Mundo), pero no, desde luego desde la televisión, que es, sin duda, el más importante desde el punto de vista de la conformación de ideología pública. ¿Pero puede decirse que hay una opinión pública catalana, en Cataluña, de nacionalismo español? Yo creo que no, siempre que se convenga que oponerse al nacionalismo catalán no es necesariamente nacionalismo español. Es decir, que es posible una crítica no nacionalista. Hay que decir, de paso, que yo creo que sí existe opinión españolista en Cataluña, pero no tiene presencia pública y, aunque yo no la comparta, legítimamente debería tenerla. Y habría que preguntarse a qué se debe semejante anomalía, que se muestra ya en el solo hecho de que el adjetivo catalanista es de «curso legal» y está bien reputado, y españolista, en cambio, no sólo parece proscrito –no conozco a nadie que se declare tal públicamente– sino que se usa cada día más frecuentemente como dicterio. Para empezar a definirlo hay que establecer una premisa: la mera existencia de cualquier Estado da lugar a una serie de manifestaciones –símbolos oficiales, denominación del conjunto de sus ciudadanos mediante un gentilicio común, y otros muchos, por no hablar de la Constitución o de las leyes comunes que aseguran los derechos y libertades propios de la democracia– que sólo una auténtica mentalidad paranoica como la que el nacionalismo catalán y vasco han promovido puede tachar de nacionalismo español. Como muy bien señalaba F. Ovejero, doctrina nacionalista española sería aquella que reclamase la abolición de las Autonomías, el castellano como única lengua de enseñanza en España, una Administración también exclusivamente en castellano, o incluso la reunificación de las antiguas colonias españolas en algo así como los «Países Hispánicos». A nadie podrá sonarle todo esto muy caricaturesco, pues exactamente eso, aunque simétricamente opuesto, es lo que reclaman para Cataluña todos los partidos aquí salvo el PP. Yo no sé hasta dónde llegan Jiménez Losantos et alii –confieso que ni los leo ni los escucho–, pero no creo que hasta ahí. Lo que es seguro es que ningún partido político español propone semejante programa ni aplica tal política. Pues la verdad es que tras el franquismo el nacionalismo español cayó en un merecido desprestigio negro. ¿A alguien le suena concebible que en Madrid se formase una coalición de gobierno que se autodesignase como «españolista de izquierda»? Eso no significa, desde luego, que no haya nacionalismo soterrado en el PP, pero que, afortunadamente, lo oculten vergonzantemente muestra cuál es el paradigma político español a este respecto. Sin embargo, que a nadie le rechinen aquí los oídos ante un ideologema tan falsario y tramposo como ese de «Gobierno catalanista de izquierdas» forma parte del mismo problema que impide a quienes tan sensibles se muestran para la detección de cualquier síntoma de nacionalismo español –aunque tampoco, pues nadie señala el cine, por ejemplo, con Almodóvar a la cabeza de ese neocostumbrismo español, tan rancio y reaccionario como el landismo– ver el que tenemos aquí mismo, desenmascarado, y que ha impedido la crítica política y social en Cataluña durante veinticinco años.
Mañana, más. Un abrazo
2) No deja de ser curioso que, como tú lo planteas, podría terminar resultando que el contenido principal de la discusión no saliera de la aclaración y establecimiento de los presupuestos previos. Me explico: tu principal objeción –aquí y en otros textos anteriores, así como lo es también de todas las críticas que se nos formulan– es la de que la crítica al nacionalismo catalán se hace desde un más o menos ocultado nacionalismo español. Tú, en cambio, puesto que no te consideras nacionalista catalán, declaras que tus opiniones tampoco lo son, y que tus objeciones, por lo mismo, no están hechas desde presupuestos ideológicos nacionalistas. Es decir, ambos vemos lo mismo: a un nacionalista que dice que no lo es. Lo más inmediato que con ello se dice es que el nacionalismo es, en el mejor de los casos, una ideología con la que quienes así opinan no quieren verse identificados, y, en el peor, repudiable. El malentendido puede aclararse si se repara en que el nacionalismo es eso, una ideología, y que lo que se juzgan, por tanto, son ideas, y no personas. No puede dilucidarse, por tanto, declarativamente (soy periodista o calvo): es nacionalista quien tiene ideas nacionalistas, por lo mismo que es xenófobo, a despecho de que declare que no lo es, quien a continuación dice que no quiere mezquitas en su barrio. Asimismo, con tales opiniones parece admitirse implícitamente que tal vez sí sería legítima –y quizás hasta conveniente– la crítica tanto de la política como de la opinión catalanonacionalistas si no se hiciera desde el españolismo. Porque existen aquellas dos cosas, ¿no? Hay partidos que se definen como tales, y el principal nos gobernó durante ¡23 años! y el otro forma parte del actual gobierno, y, sin embargo, en cuanto se formula la crítica, nadie parece verlos: ¡¿nacionalismo catalán, dónde?! ¡Déme pruebas, yo sólo veo nacionalismo español! En cualquier caso, y para no caer en la injusta falacia de reprocharte lo ajeno, yo no he leído nunca una crítica tuya al nacionalismo catalán en tanto que nacionalismo catalán. Y no creo abusar de la lógica deductiva si digo que no haber encontrado oportunidades para tal crítica puede considerarse una prueba, al menos en negativo, de nacionalismo. Guste o no, la consideración de los asuntos identitarios como propios de la política es lo que define el nacionalismo. Y por tales entiendo desde lo simbólico –políticas destinadas a promover una supuesta identidad común, que, también se quiera o no, desde esa concepción es la que determina la condición de ciudadano–, hasta las doctrinas que sostienen la existencia de un sujeto comunitario –Cataluña– en nombre del cual se reclama un poder que ya nadie se molesta siquiera en decir cómo va a beneficiar al ciudadano, así como las políticas que legislan sobre el uso público de las lenguas basadas en un inexistente principio de «lengua territorial», y regulan –¡y legislan y hasta inducen a la delación!– su uso privado. Y si eso no es así, entonces tendrás que ser tú quien me diga qué debemos considerar nacionalismo catalán. (En cuanto a J. Aranzadi, muy brevemente: efectivamente es un ensayista valiosísimo que, desde el nacionalismo, evolucionó hacia posiciones críticas del mismo desde las que ha contribuido con aportaciones muy importantes. Hace cuatro años, sin embargo, escribió un extenso y erudito libro, El escudo de Arquíloco, en el que postulaba, frente a la barbarie vasca, el desistimiento y la deserción, siguiendo el ejemplo del personaje del título, declarando explícitamente que lo motivaba el miedo, y que eso era legítimo. Aurelio Arteta, uno de los ensayistas que, junto a otros pocos, con mayor coraje, rigor y exigencia moral ha ejercido la crítica a esa barbarie durante todos estos años –con un enorme riesgo personal– escribió sobre él una extensa crítica («Arquílico como pretexto (Una crítica de la deserción)», Claves de Razón Práctica, 128, diciembre 2002, pp. 53-60) que tal vez sea uno de los mejores textos que se hayan escrito en España sobre estos asuntos y, en cualquier caso, un verdadero ejemplo de honestidad y rigor críticos. Y como el propio Arteta escribió (El País, 19-3-05): «No sé quién de los dos lleva más razón en sus reflexiones, pero todavía aguardo una respuesta razonable a las mías».
3) El nacionalismo español. Sin duda existe, y ha crecido durante estos últimos años, opinión nacionalista española difundida desde algunos medios de comunicación: radio (particularmente la Cope) y prensa (Abc, La Razón y El Mundo), pero no, desde luego desde la televisión, que es, sin duda, el más importante desde el punto de vista de la conformación de ideología pública. ¿Pero puede decirse que hay una opinión pública catalana, en Cataluña, de nacionalismo español? Yo creo que no, siempre que se convenga que oponerse al nacionalismo catalán no es necesariamente nacionalismo español. Es decir, que es posible una crítica no nacionalista. Hay que decir, de paso, que yo creo que sí existe opinión españolista en Cataluña, pero no tiene presencia pública y, aunque yo no la comparta, legítimamente debería tenerla. Y habría que preguntarse a qué se debe semejante anomalía, que se muestra ya en el solo hecho de que el adjetivo catalanista es de «curso legal» y está bien reputado, y españolista, en cambio, no sólo parece proscrito –no conozco a nadie que se declare tal públicamente– sino que se usa cada día más frecuentemente como dicterio. Para empezar a definirlo hay que establecer una premisa: la mera existencia de cualquier Estado da lugar a una serie de manifestaciones –símbolos oficiales, denominación del conjunto de sus ciudadanos mediante un gentilicio común, y otros muchos, por no hablar de la Constitución o de las leyes comunes que aseguran los derechos y libertades propios de la democracia– que sólo una auténtica mentalidad paranoica como la que el nacionalismo catalán y vasco han promovido puede tachar de nacionalismo español. Como muy bien señalaba F. Ovejero, doctrina nacionalista española sería aquella que reclamase la abolición de las Autonomías, el castellano como única lengua de enseñanza en España, una Administración también exclusivamente en castellano, o incluso la reunificación de las antiguas colonias españolas en algo así como los «Países Hispánicos». A nadie podrá sonarle todo esto muy caricaturesco, pues exactamente eso, aunque simétricamente opuesto, es lo que reclaman para Cataluña todos los partidos aquí salvo el PP. Yo no sé hasta dónde llegan Jiménez Losantos et alii –confieso que ni los leo ni los escucho–, pero no creo que hasta ahí. Lo que es seguro es que ningún partido político español propone semejante programa ni aplica tal política. Pues la verdad es que tras el franquismo el nacionalismo español cayó en un merecido desprestigio negro. ¿A alguien le suena concebible que en Madrid se formase una coalición de gobierno que se autodesignase como «españolista de izquierda»? Eso no significa, desde luego, que no haya nacionalismo soterrado en el PP, pero que, afortunadamente, lo oculten vergonzantemente muestra cuál es el paradigma político español a este respecto. Sin embargo, que a nadie le rechinen aquí los oídos ante un ideologema tan falsario y tramposo como ese de «Gobierno catalanista de izquierdas» forma parte del mismo problema que impide a quienes tan sensibles se muestran para la detección de cualquier síntoma de nacionalismo español –aunque tampoco, pues nadie señala el cine, por ejemplo, con Almodóvar a la cabeza de ese neocostumbrismo español, tan rancio y reaccionario como el landismo– ver el que tenemos aquí mismo, desenmascarado, y que ha impedido la crítica política y social en Cataluña durante veinticinco años.
Mañana, más. Un abrazo
viernes, julio 01, 2005
KID FELIU VS KID MARTÍNEZ
Comienza la polémica. En Barcelona nos conocemos y saludamos todos. En ocasiones tengo la pesadilla de ser yo el primer pollo a quién BCN no saluda. En ese trance, me despierto sudando y llamando a mi mamá. Bueno. Aprovechando ese rasgo BCN, vamos a iniciar una polémica con Carlos Feliu, amigote, un gran tipo, con el que da gusto irse a liarla y con el que me he corrido alguna juerga espectacular, esa cosa tan poco barcelonesa. En nuestras veladas, siempre he creído haber coincidido con él en la región de la izquierda divertida. Por eso me sorprende un poco su ultimísimo posicionamiento. Y, por eso mismo, creo que merece la pena que establezcamos un diálogo sobre ese ultimísimo posicionamiento. Carlos, a su vez, se presenta tal que así:
“Me llamo Carlos Feliu Zubizarreta, tengo 45 años, mis oficios principales han sido la Lingüística y su docencia –soy profesor tutor en la UNED-, y las envilecedoras labores editoriales. Por gusto y afición, además de aquélla, me he interesado por la literatura -cada día menos-, la historia, y la teoría social y política. Inevitablemente, por ser catalán, llevo años enredado en los asuntos del patriotismo, y hasta en la elaboración de un libro sobre el asunto que sigue sin ver la luz. Soy impulsor y firmante del «Manifiesto por un nuevo partido político en Cataluña».”
Bueno. Polémica. Digo yo, Carlos, que la cosa podría ser así. Uno –en ese caso, empezaré yo-, emite una pregunta. El otro responde y, a su vez, emite otra. Las intervenciones no podrán ser muy tochas. Dos folios. Uno, si es posible. Se trata de una polémica no CT. Es decir, queda prohibido hablar con la vena del cuello inflada, así como utilizar los palabros calderonianos / acebianos “mezquino” o/y “deleznable”. Queda suprimida, también por ser como muy CT, la descalificación ganadera –es decir, ubicar el discurso del contrincante como procedente de una manada de reses mezquina y deleznable.- Se tratará de defender posicionamientos y perspectivas individuales. Si alguien decide proyectar en su discurso otro discurso cubierto por un partido, pagará prenda. En el caso de que seas tú, ruego que tu pago consista en un cenorrio con tu novia y su hermana, en el caso de que tenga una hermana clónica. En el caso de que alguien pronuncie la alocución CT “yo le he dejado hablar a usted, ya ahora debe dejarme hablar a mí”, quedará eliminado e irá a la casilla de la cárcel, directamente, sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar las 20.000 púas. Además, deberá pagar otro cenorrio, al que desistirá asistir, no así su novia y su cuñada clónica que, además, irán vestidas de enfermeras.
A lo largo de la polémica -presento aquí mi propósito en esta polémica; te ruego que hagas tu lo mismo-, mi objetivo es defender –es decir, je, je, atacarte-, la siguiente secuencia lógica. El Manifiesto que habéis emitido para atacar un nacionalismo, no parte del no-nacionalismo, si no que es nacionalismo, a gogó y como para una boda. Pretendo, pues, defender, desde una óptica no-nacionalista exótica –es decir, que no existe mucho por aquí abajo; es perceptible en cierta intelectualidad BCN y en cierta cultura política ambiental BCN; últimamente lo percibo también en los textos de Juan Aranzadi, autor interesantísimo, que he descubierto gracias a mi amigote Pep, a quién saludo; hola Pep-, que vuestro manifiesto se relaciona con la última modulación del nacionalismo radical español. También denominado, snif, no-nacionalismo por Mayor Oreja, Nicolás Redondo Terreros y toda una corriente espiritual que ha acabado parcialmente en la oposición y en la FAES. O que, siendo más optimista, vuestro manifiesto y las actitudes que lo han acompañado, sólo puede atraer a ese público. Ese público proclive a esa atracción es, en fin, la extrema derecha española. Como sucedió con lo del Foro Babel. Cuidadín.
Bueno. Al tajo. Mi primera pregunta son estas tiras de preguntas, encaminadas a aclarar la génesis del caso de la cosa. A modo informativo y rapidillo. Ahí van: a) ¿A que dinámica de grupo -¿cenorrios? ¿tertulias? ¿qué tipo de encuentros?- se debe el manifiesto? ¿Qué variaciones, sobre el texto original, se hubo de asumir para acabar con el texto final? ¿Por qué desapareció del texto final el palabro “izquierda”? Me consta que uno de los all-stars más mediáticos del manifiesto, se enteró por la prensa de que el manifiesto reclamaba la fundación de un partido. Si eso es realmente así, ¿cuál era la idea inicial de los manifestados en el manifiesto? Y, la primera pregunta, ejem, puta, para ir entrando en calor: explícame tu percepción, traducida a hechos empíricos, de ese nacionalismo catalán agresivo e incívico, que yo no veo por ninguna parte a esa escala escandalosa. Y explícame también la falta de alusiones en vuestro manifiesto al nacionalismo español, uno de los dos más agresivos por aquí abajo.
“Me llamo Carlos Feliu Zubizarreta, tengo 45 años, mis oficios principales han sido la Lingüística y su docencia –soy profesor tutor en la UNED-, y las envilecedoras labores editoriales. Por gusto y afición, además de aquélla, me he interesado por la literatura -cada día menos-, la historia, y la teoría social y política. Inevitablemente, por ser catalán, llevo años enredado en los asuntos del patriotismo, y hasta en la elaboración de un libro sobre el asunto que sigue sin ver la luz. Soy impulsor y firmante del «Manifiesto por un nuevo partido político en Cataluña».”
Bueno. Polémica. Digo yo, Carlos, que la cosa podría ser así. Uno –en ese caso, empezaré yo-, emite una pregunta. El otro responde y, a su vez, emite otra. Las intervenciones no podrán ser muy tochas. Dos folios. Uno, si es posible. Se trata de una polémica no CT. Es decir, queda prohibido hablar con la vena del cuello inflada, así como utilizar los palabros calderonianos / acebianos “mezquino” o/y “deleznable”. Queda suprimida, también por ser como muy CT, la descalificación ganadera –es decir, ubicar el discurso del contrincante como procedente de una manada de reses mezquina y deleznable.- Se tratará de defender posicionamientos y perspectivas individuales. Si alguien decide proyectar en su discurso otro discurso cubierto por un partido, pagará prenda. En el caso de que seas tú, ruego que tu pago consista en un cenorrio con tu novia y su hermana, en el caso de que tenga una hermana clónica. En el caso de que alguien pronuncie la alocución CT “yo le he dejado hablar a usted, ya ahora debe dejarme hablar a mí”, quedará eliminado e irá a la casilla de la cárcel, directamente, sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar las 20.000 púas. Además, deberá pagar otro cenorrio, al que desistirá asistir, no así su novia y su cuñada clónica que, además, irán vestidas de enfermeras.
A lo largo de la polémica -presento aquí mi propósito en esta polémica; te ruego que hagas tu lo mismo-, mi objetivo es defender –es decir, je, je, atacarte-, la siguiente secuencia lógica. El Manifiesto que habéis emitido para atacar un nacionalismo, no parte del no-nacionalismo, si no que es nacionalismo, a gogó y como para una boda. Pretendo, pues, defender, desde una óptica no-nacionalista exótica –es decir, que no existe mucho por aquí abajo; es perceptible en cierta intelectualidad BCN y en cierta cultura política ambiental BCN; últimamente lo percibo también en los textos de Juan Aranzadi, autor interesantísimo, que he descubierto gracias a mi amigote Pep, a quién saludo; hola Pep-, que vuestro manifiesto se relaciona con la última modulación del nacionalismo radical español. También denominado, snif, no-nacionalismo por Mayor Oreja, Nicolás Redondo Terreros y toda una corriente espiritual que ha acabado parcialmente en la oposición y en la FAES. O que, siendo más optimista, vuestro manifiesto y las actitudes que lo han acompañado, sólo puede atraer a ese público. Ese público proclive a esa atracción es, en fin, la extrema derecha española. Como sucedió con lo del Foro Babel. Cuidadín.
Bueno. Al tajo. Mi primera pregunta son estas tiras de preguntas, encaminadas a aclarar la génesis del caso de la cosa. A modo informativo y rapidillo. Ahí van: a) ¿A que dinámica de grupo -¿cenorrios? ¿tertulias? ¿qué tipo de encuentros?- se debe el manifiesto? ¿Qué variaciones, sobre el texto original, se hubo de asumir para acabar con el texto final? ¿Por qué desapareció del texto final el palabro “izquierda”? Me consta que uno de los all-stars más mediáticos del manifiesto, se enteró por la prensa de que el manifiesto reclamaba la fundación de un partido. Si eso es realmente así, ¿cuál era la idea inicial de los manifestados en el manifiesto? Y, la primera pregunta, ejem, puta, para ir entrando en calor: explícame tu percepción, traducida a hechos empíricos, de ese nacionalismo catalán agresivo e incívico, que yo no veo por ninguna parte a esa escala escandalosa. Y explícame también la falta de alusiones en vuestro manifiesto al nacionalismo español, uno de los dos más agresivos por aquí abajo.
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