miércoles, enero 09, 2008

EL BARTLEBYSMO

Bueno. Resumen de lo publicado. Un padre Salinger y un bebé Salinger tienen distintas y distantes actitudes vitales. Uno calla y otro grita. No obstante, ambas actitudes son vistas como dos políticas de marketing opuestas. Todo ello, en fin, no habla de las actitudes de los dos Salinger. Habla de un mundo que sólo ve lo que ve a través del marketing. A través del arte, la cultura o como diablos se llame, concebido como esfuerzo por alcanzar el éxito.

Salinger, por cierto, aparece en un novela de Vila-Matas. Dentro de un pack de autores que dejaron de escribir. Otro autor que aparece en ese libro es Herman Melville. La última novela de Melville no es otra que Bartleby el escribiente. Antes de escribir esa novela, Melville escribió chorrocientas novelas. También trabajó de ballenero. Los balleneros, en los USA de entonces, eran una suerte de Legión Extranjera. Permitían desaparecer y ganar cierta pasta. Lo que le venía a Melville de perlas. A saber: Melville era un pijo venido a menos, su familia se había arruinado, y debía pagar deudas familiares non-stop. De su biografía se deduce por tanto que, si quieres ganar pasta con cierta premura, escribir novelas o trabajar en un ballenero son dos cosas que se parecen mucho. Bueno. Bartleby aparece cuando Melville está en el dólar. La novela –sobre el silencio, sobre el nada que decir a nadie; un novela, tal vez la primera, sobre la nada-, fue un absoluto fracaso. Y Melville –no tenía nada más que decir, o ya tenía suficiente pasta- no volvió a escribir una línea. La novela, con el tiempo, fue apreciada como lo que es. Un cacharro extraño, valiente, perplejo, único. Se ha traducido à gogó. Existe en todas las lenguas. Aquí abajo, quizás, más.

En la península se publica una reedición anual de Bartleby en, al menos, dos lenguas peninsulares. Existe, vamos. Y se vende con relativa facilidad. Más, desde lo de Vila-Matas. Desde lo de Vila-Matas, el palabro Bartleby ha tenido un éxito y una difusión considerables. Aparece, incluso, en titulares de prensa. Y, con profusión, en artículos de nuestros mejores plumas. La gran frase de Bartleby –“preferiría no hacerlo”-, ha sido utilizada, incluso, por algún intelectual local para definirse públicamente –toma moreno- ante algún tema candente. Bartleby es, pues, sin duda, un fenómeno local absoluto. No existe con tanta pasión en otra cultura. Por lo que debe de explicar algo de nuestra cultura.

Hummm. El marketing es tal vez la forma de crítica literaria más extendida. Posiblemente, también es el punto de partida intelectual para escribir un libro más extendido entre los autores locales. Se podría pensar que el marketing lo es todo. Pero existe el factor humano. A un autor local le puede avergonzar escribir lo que escribe, recibir el éxito que recibe. Le puede y –me consta-, le suele dar reparos su éxito, una vez alcanzado. El hecho de tener una obra que, básicamente, no dice nada. Quizás de ahí viene el culto local, único en el mundo, a Bartleby. Bartleby es una forma elegante de reconocer cierta vergüenza..

Hummm. El marketing no lo es todo. Explica lo que pasa. Pero no el factor humano. El hecho de que a casi nadie le gusta lo que hay. Ni siquiera a los pollos que son lo que hay. Que un producto sea tan parecido a otro a) debe de dar pasta, pero b) debe de crear cierta tensión interna en quién lo produce.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bartleby preferiria no hacerlo.
Y yo no puedo evitar hacerlo.
Dos formulaciones no tan opuestas como podría parecer.
En definitiva: para los que nos asomamos a los cincuenta, siempre resulta reconfortante que un imbécil declare abiertamente que no sabe por qué hace las cosas, como Bartleby o como yo. O como usted mismo, estimado blogger, en su heroica intervención en el círculo de bellas artes: su posicion ante los jóvenes integrista sólo es comparable a la de Unamuno frente a Millan Astray.
Los cincuentones le debemos una copa.