miércoles, septiembre 28, 2005

¿HAY ALGUIEN?

Hola a todos. Gracias, Martínez, gracias. Muac, muac. Y gracias también a todos ustedes por estar allí, en sus casas, leyéndonos. Gracias, de verdad. Sin ustedes no estaríamos aquí... O sí, claro que sí. De hecho, nosotros estamos aquí sin saber si ustedes están allí. Y ahora que lo pienso, esto lo explica todo. ¿Que qué es todo? En el blogg de Martínez, TODO es la CT, la Cultura de la Transición, a ver si nos vamos enterando. Y dado el carácter escurridizo —líquido— del concepto, se me ocurre que un buen modo de explicarlo —otro más— consiste en decir que lo que entendemos por a Cultura de la Transición surge, precisamente, a partir de la inseguridad de que haya alguien allí. Del temor a que no haya nadie. Yo mismo, por ejemplo, que he colaborado regularmente durante quince años en el “emporio mediático-cultural” que –como bien apunta Bent Rotter– más ha propagado y rentabilizado la CT, he pasado estos quince años sin tener pajolera idea de si había alguien ahí, de si me leía alguien. Y sigo sin saberlo. Prometo extenderme otro día en lo que eso ha supuesto para mí. De momento quiero utilizar esta idea —la de “¿hay alguien ahí?”— para responder a la pregunta que me hace Martínez. Que me haces, Martínez, pues vamos a volver a hablarnos de tú a tú, dado que nadie nos asegura que nos estén leyendo. (Puede que Bent Rottter sí, de hecho parece que sí, pero no es cuestión de que empiece yo a interpelarlo bajo ese nombre y esto cobre el aspecto de un pub irlandés.)
“¿La cultura española es la única que no tiene canon sino staff?”
Veamos. Lo característico de la cultura contemporánea, en España como en la mayor parte de Occidente, es que ha dejado de constituir un campo de tensiones ideológicas, dicho sea en la más amplia acepción del término. La construcción del canon era siempre producto indirecto de esas tensiones, sobre las que proyectaban una suerte de jerarquía significativa. Esa jerarquía ha pasado a manos del mercado, que para restablecerla impone el éxito como único criterio. El único canon que se reconoce en la actualidad es, cada vez más, el canon del éxito. Y eso vuelve todavía más angustiosa la pregunta de si “hay alguien ahí”.
En un cultura desarticulada, en la que no existen interlocutores reconocibles, ni voluntad alguna de interpelación, la única respuesta a esa pregunta la ofrecen las listas de ventas, o de audiencia. En los casos de un novelista, de un locutor o de un cantante, esa respuesta resulta bastante inequívoca. Pero en el caso de la mayor parte de lo que tú llamas “comunicadores” esa respuesta tiene un signo corporativo. Quiero decir que quien hace la pregunta sólo obtiene respuesta entre sus propios colegas. “Sí, Martínez, te escuchamos.” “Vayas cosas que dices, Martínez.” “Muy gracioso, Martínez.” “Martínez, esta vez te has pasado.” “...” Etcétera. Y por ahí es por donde se introduce principalmente, entiendo yo, la noción de staff.
No estoy seguro de que el staff venga a cumplir exactamente las funciones del canon, ni en España ni fuera de ella. Pienso más bien que el staff constituye el modo en que los medios de comunicación, principales instructores del nuevo canon del éxito, tratan de institucionalizarlo en beneficio propio. O por decirlo a la inversa: el modo en que el canon del éxito coloniza los medios de comunicación. En cualquier caso, el staff no deja de constituir una categoría empresarial, en tanto que el canon ha pasado a ser una categoría comercial. Las dos cosas son parecidas, pero no son lo mismo. En el staff permanecen todavía las relaciones de poder, la jerarquía.
Me temo que, como es propio de mí, me estoy liando. Lo que pretendía era cuestionar el supuesto que sostiene tu pregunta. Una vez hecha esta matización, sobre la que quizá podamos pasar de largo, paso a responder: No. La mayor parte de los fenómenos característicos de la CT son fenómenos característicos de la cultura de masas, de la que la CT viene a ser la adaptación española. Ahora bien: si tú puedes hacer esta pregunta es porque lo peculiar de la CT es que, tal y como se nos aparece, viene a ser en amplia medida producto de un solo “emporio mediático-cultural” (gracias, Bent), que ha contribuido a conformarla, y es el peso enorme de este emporio (PRISA, ya está bien de eufemismos), que por si solo monopoliza casi la CT, lo que invita a pensar que el staff remplaza al canon. Quizá como en ninguna otra cultura europea, u occidental, la española sea, en la actualidad, la cultura de una empresa, que oficia en este caso con funciones de Estado. Me remito a dos consideraciones sobre las que me extiendo abundantemente en mi libraco, a partir de sendos textos de Juan Benet y de Rafael Sánchez Ferlosio. La primera apunta a la Cultura de la Transición como la primera, en la historia de España, en la que los intelectuales se incorporaron, en bloque, a la empresa del Estado (bajo el banderín de la democracia). La segunda denuncia la cultura resultante como “un invento del Gobierno” (“La cultura, ese invento del Gobierno”, declaraba desde el título un extraordinario artículo de Ferlosio de 1984). En la España de Zapatero, ¿existe algún canon alternativo al que consagra el staff de PRISA? Esa es mi pregunta, Martínez. Ya cuando te vea te pegaré una colleja por las cosas que dices de mí. Y saludos para Bent.

Ignacio Echevarría

1 comentario:

Anónimo dijo...

DECEPCIÓN.

La señorita del locutorio me ha cobrado 2 ilusionados euros 2 invertidos para leer los 2 artículos que había prometido Guillem. Hagan el favor de no joderme con el improductivo propósito de delimitar el efecto de la sordina Prisa. No me interesa; es, y con eso me sobra.

Prosigan con esa actitud y el efecto que delimitarán es el de sopor e indignación de los que estamos "ahí", pagando una entrada al Camp Nou para ver calentar a Ronaldinho y Deco, que luego salen y deciden competir por el galardón de "Mejor Recuperador del Partido" (porque Rijkaard les ha dicho que no defienden bien), con 100.000 personas de brazos cruzados y cejas gachas en los asientos.

Hermann Tertsch publicó ayer un artículo ("Vientos del Hradshin") en el emporio que si bien extiende (no sé si a modo de ficción) la crisis cultural a toda Europa (y se pasa por el forro la particularidad española de la misma), al menos la reconoce, la señala, y lo hace desde PRISA.

Así que, sí, todos reconocemos ese canon occidental que ha entendido la ausencia de conflictos ideológicos como solución al problema de la página 20, que sólo permite la crítica cobarde, como la de Enric González a la clase dominante italiana; cobarde, a la espalda, porque el criticado no se entera de la acusación y, sobre todo, porque no se enteran los que le tienen que votar.

ASÍ PUES

¿No será que la finalidad de una sociedad es la tendencia a la mayor ausencia de conflicto posible, en la que el ciudadano sabe que le roban, le engañan y le construyen un parque temático para que no se queje... pero que el ciudadano es totalmente consciente de ello y lo acepta porque lo que quiere es (ambigüedad intencionada) ser feliz, así a saco, y si el Estado le proporciona los medios para ello, entonces se conforma, con Operaciones Triunfos, CT's y Ronaldinhos?