Cada día paso frente a un mercado. Frente al mercado hay un acordeonista. Hoy, por primera vez, le he mirado. Toca, en efecto, el acordeón. Pero lo toca con una pernera del pantalón arremangada. De manera que se le ve una pantorrilla terrible e imposible de describir. Su cuerpo se ha vuelto loco a la altura de la pantorrilla. En su pantorrilla viven todos los colores del mundo. Como en un cartel de Benetton. No obstante, su pantorrilla es todo lo contrario a un cartel de Benetton. Cuando uno ve esa pantorrilla no puede dejar de pensar que la vida es un absurdo. Posiblemente, también cuando uno mira un cartel de Benetton. Si bien un cartel de Benetton igual es otra dirección del absurdo.
Pero, bueno, interpretemos. El acordeonista está ahí, frente al mercado, para pedir dinero. Hasta ahora pensaba que lo pedía tocando el acordeón. Hoy, día en que le he mirado, descubro que también exhibe su pantorrilla, espectacular, quizás la única pantorrilla del mundo que se ha vuelto majara. Es preciso explicar aquí que, más que tocar el acordeón, lo palpa. No sabe tocarlo. En vez de tocar el acordeón podría tocar un ladrillo. EL sonido sería el mismo. EL hombre pide dinero a los transeúntes. Pero, ¿a cambio de qué? ¿De tocar el acordeón que no sabe tocar, o de su pantorrilla, que nadie tocará nunca jamás? ¿Cuál es su instrumento de trabajo? ¿El acordeón o su pantorrilla? ¿Cuál de los dos objetos es el verdaderamente importante, el responsable de sus ingresos, el que define su oficio y de su identidad pública?
Humm. Supongo que los dos. El acordeonista por una parte muestra al mundo que no sabe tocar el acordeón, y por otra que tiene muy mala suerte. Es decir, exhibe al mundo su mala suerte. Explica la historia de un hombre que podría haber tocado el acordeón de no ser por lo que sea. El acordeonista es, posiblemente, un profesional de la mala suerte.
No obstante, esta es una interpretación. Lo importante del caso de la cosa es que es difícil saber cual es el instrumento de trabajo incluso de un músico. Y eso que el instrumento de los músicos está a huevo. Lo que invita a someter a sospecha incluso los de los músicos. ¿Qué instrumentos exhiben en realidad los músicos? ¿Qué pantorrillas exhiben? ¿Qué se exhibe en realidad cuando se exhibe algo?
Hummm. Esos pollos que hablan tanto de constitución y de víctimas, que este weeckend van a iniciar unas manis en las que se exhibirá dolor y pesadumbre constitucional por el pack de víctimas de De Juana Chaos, ¿qué exhiben en su pantorrilla cuando tocan ese acordeón? Pasas cada día al lado de ellos y ya no los ves. Como a mi acordeonista.
miércoles, febrero 21, 2007
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2 comentarios:
En efecto. Lo más difícil de interpretar es lo que ves cada día y ya estás cansado de mirar. Por ejemplo, tu esposa.
No hay nada que interpretar. Ni en tu esposa, ni en ese acordeonista cojo ni en los manifestantes. ¿Acaso puedes interpretar algo que siempre ha estado ahí, cumpliendo su función? ¿Hay algo que interpretar en una farola o en una papelera?
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