He aquí la Fabulosa Historia de los Niños Rubios, que empieza así: zona rubia, voy en un autobús repleto de niños rubios.
Zona rubia. Voy en un autobús repleto de niños rubios. En el autobús hay niños rubios de todos los formatos. Observaciones. Los de formato más ganso, practican una violencia gore sobre los de formato reducido. Me recuerda un poco la violencia que practicábamos en mi infancia, en las zonas morenas. Es decir, es gratuita, es desproporcionada, es salvaje, es, en fin, infantil. Cuando los chicos morenos de zona morena nos desplazábamos a la zona rubia, recuerdo que los niños rubios de zona rubia miraban nuestro desparrame de violencia con los ojos como platos. Ahora, exniño moreno en zona rubia, soy yo el que gasta ojos como etc. Estoy, incluso, a punto de abrir la boca de la cara y decirle algo a un gorila rubio que se está pasando dos pueblos con un alfeñique rubio. No lo hago porque, por lo que recuerdo, eso sería saltarme el escalafón. Lo que ocasionaría que al alfeñique rubio le dieran para el pelo indeed en cuanto desapareciera la turba rubia de mi campo visual. En eso el autobús para. Suben más niños. Uno de ellos es mongo. Va directamente hacia la zona cero rubia. Me temo lo peor. En mis tiempos, un chico así no hubiera durado 20 segundos en la zona morena. Una chica con minifalda, 10. Se masca la tragedia. Para acabarla de liar, el chico que apenas sabe hablar y que camina con las piernas hacia adentro se saca un pañuelo y se suena las narices. Sus mocos van a parar a cualquier parte, menos a la parte diseñada para ello. Me temo lo peor. Creo que será preciso hacer algo. Estoy al quite ya cuando el Gran Rufían Rubio, se levanta de su asiento. Se acerca al niño mongo. Sin condescendencia, con toda la tranquilidad y nobleza del mundo, le enseña a sonarse los mocos. Otro se levanta y le enseña a doblar el pañuelo. Al final, todos los chicos rubios están hablando y tratando de igual a igual a un niño moreno que no sabe sonarse los mocos igual que todo el mundo. La escena es emocionante. E iluminadora. Iluminación: sea lo que sea que estuviera presenciando antes de la llegada del niño averiado, no era violencia. Lo veo ahora. Lo que indica que la violencia es difícil de identificar. Incluso cuando se muestra en su forma más violenta.
Hace un par de días, no obstante, el Estado ha decidido ver violencia donde, aparentemente, no la hay. O puede no haberla. Se trata de una foto en la que un señor hace la caidita de Roma con una señorita, a la que tiene cogida por las muñecas. Una forma bastante común, por otra parte, de coger las muñecas cuando se hace la caidita de etc. Hay formas más violentas de cogerlas. Pero, generalmente, no son una forma de violencia, sino de caidita de etc.
La historia de los niños rubios, las historia de la foto del señor y la señorita con cara de lobotomizados haciendo la caidita de etc., explica que la violencia es, en ocasiones, un punto de vista. Pero que el punto de vista determinante, en cualquier caso, no es el del espectador. Posiblemente, tampoco el de la hipotética víctima. Es el del Estado. El Estado es quién corta el bacalao en la interpretación de las cosas.
Es curioso que en una sociedad en la que el Estado corte el bacalao en la interpretación de las etc., últimamente la oposición, algo que vive en el no-Estado, lleve la delantera en la interpretación de las cosas polémicas. El sabadote, de hecho, lo dicho, volveremos a ver una interpretación vistosa y a tiempo real de las cosas polémicas, en forma de mani. Que el no-Estado corte el bacalao en la interpretación de las cosas es una novedad cultural por aquí abajo.
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3 comentarios:
Discrepo: lo del niño rubio sí es "violencia" aunque luego no aplastase al más débil como era previsible. Se puede ser violento ahora y muchísimas más cosas al minuto siguiente. Aunque sí me has hecho pensar sobre el componente "odio chungo que te cagas", ¿es necesario en todos los actos violentos?
En lo de la foto sí que estoy de acuerdo contigo. Lo políticamente correcto dice que es "una incitación a una violación en grupo". Como mujer sólo veo una escena estéticamente muy cuidada en la que un grupo de homosexuales hace lo que el fotógrafo "provocador y polémico" les dicta...Es una forma de vender y polemizar, nada más. Las monjas de mi colegio no nos dejaban comer plátanos a los 8 años porque eran lascivos...
Lo violento ahora ocupa varios kilómetors cuadrados más que hace poco tiempo. Cosas desagradables, rechazables, cuestionables, ahora pasan a ser violentas. Tenemos cada vez menos adjetivos. Y menos vivencias.
Pues reivindiquemos el adjetivo "violento". Es uno de mis preferidos y nunca lo empleo para describir vivencias desagradables ni rechazables, sino cosas guays, como un buen bofetón mientras cavalgo a mi potro salvaje por las praderas. Hay cosas que sin violencia pierden mucho.A los ositos de peluche los abandoné en el internado.
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