Tertulia en la tele. Varios políticos hablan sobre el pleno de investidura. En otras culturas simplemente se habría informado del tema. A lo sumo, algún comentarista lo hubiera comentado. A lo sumarísimo, hubieran sido un par de comentaristas. Si hubiera habido un político en la mesa, hubiera estado, en todo caso, a merced de los comentaristas. Aquí, pues no. Simplemente se elide al comentarista –es decir, al periodista-, y se pone un mazo de políticos. Hacen el mismo trabajo, posiblemente cobran menos, y vienen a decir lo mismo. En vez de ver todo eso como un drama, se observa como la pera limonera. Refleja el carácter popular y participativo de la política por aquí abajo. Pero, snif, también refleja que la política y el periodismo locales son una esfera sin cambios ni sorpresas. Sin actividad, más allá de ella misma.
Estoy preparando un libro sobre Barcelona. Ya queda, buf, poco. Hoy me he leído un texto periodístico de Narcís Monturiol –socialista, cabetiano, inventor de submarinos-, escrito en 1845 y publicado en un periódico, que fundó junto a otros compañeros y que duró lo que el rosario de la aurora. En el texto Monturiol defiende que la revolución política es imposible. O, incluso, anecdótica. Y que el caso de la cosa es la revolución social. Monturiol –mucho tiempo debajo del agua- consideraba que estaba a huevo. Hummm. En el siglo XXI no sólo la revolución política es imposible. Es posible que también lo sea la política, a secas. Revolución social… En el siglo XXI Monturiol no hubiera publicado ese artículo. Posiblemente, no hubiera construido un submarino.
Un submarino hecho a mano es, supongo, una máquina rara, abandonada a su lógica. No te cansas de mirarla. Habla de ti.
jueves, abril 10, 2008
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