Hola. Sant Jordi. Un día en el que se concentra el grueso de las ventas anuales de libros en Catalunya. Mucho para un día. En Madrid, una cantidad similar de libros se venden durante la Feria del Libro. Mucho para una semana. En el resto del Estado, vete a saber lo que se vende. Posiblemente una XXXX pinchada en un palo. No hay datos, en todo caso. Mañana, a su vez, aparecerán en los diarios los datos de ventas del día de hoy. Que, por cierto, no es que sean aproximativos, es que son falsos. Los datos reales aparecerán dentro de varias semanas, cuando los libreros devuelvan lo no vendido. Los datos definitivos, en fin, serán aún menos épicos que los datos que aparecerán mañana. Es decir, que los libros más vendidos serán aún peores que los libros que aparecerán como los más vendidos mañana. Lo que, a su vez, importa una higa. La literatura ha desaparecido. Existen los libros. Una industria editorial englobada en otra industria más amplia denominada cultura. A su vez, una banda sonora de ascensor. Con la que todo el mundo está de acuerdo. Nadie, en fin, está en contra de las bandas sonoras de ascensor. Tienen el don de no enervar. Quizás sólo puede enervar de ellas su incapacidad de enervar.
Humm. Estos palabros se parecen, digo yo, a los que utilicé o pude haber utilizado el pasado Sant Jordi para aludir al pasado Sant Jordi. O al otro. O al otro. Quizás son, pues, otra banda sonora. O, peor, ruido. El ruido es también una banda sonora. Desorganizada. Un ruido organizado en cierto orden es, de hecho, una sinfonía. Yo qué sé.
miércoles, abril 23, 2008
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