viernes, febrero 18, 2005

UN PRECIO DE LA TRANSICIÓN

En la crisis de Carmelo los dos Gobiernos tripartitos usuarios de la crisis –la Gene, el Ajuntament-, se han hecho los morosos con la información. Es decir, han intentado canalizarla. Es decir, han intentado dominar el discurso de la información. Es decir, han hecho lo mismo que el PP en sus glory days. Es decir, han demostrado que las izquierdas y el PP comparten una misma cultura. Es decir, que el comportamiento de las izquierdas no ha sido aberrante. Ha sido cultural y normal dentro de la cultura en la que viven.

Esa cultura tiene mucho que ver con la Cultura de la Transición. Antes de la Transición, el patrimonio moral pertenecía a las izquierdas, en tanto que la derecha, gore, no tenía ningún asidero moral. Esta mañana a primera hora, las izquierdas y la derecha comparten una moral parecida. Que no creo que pueda definirse como un patrimonio. O, al menos, como patrimonio a conservar. Esta igualdad de expectativas morales entre las izquierdas y la derecha quizás sea, incluso, una descripción a lo bruto de la Transición. La Transición supone un enriquecimiento moral para la derecha –asume por primera vez unas reglas de juego y un límite del juego; el 11-M/13-M, jugando al juego con la misma táctica que en los últimos seis años, se superó el límite-. Pero también supone un empobrecimiento moral para las izquierdas –comparten con la derecha las mismas reglas del juego y, posiblemente, un mismo límite; las izquierdas, al parecer, saben que pueden elidir información, que pueden ser deshonestas, siempre que no lleguen al límite estético del 11-M/13-M-. Visto así, la Transición, ese proceso consistente en instaurar una democracia efectiva sin desinstaurar nada, ese proceso cuyo vértice está en construir futuro a toda leche para no pensar en el pasado, tuvo un precio. La honestidad de las izquierdas.

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