Zaplana se pira a Telefónica, esa compañía que, cuando llamas al 609 para solucionar un problema, abre una doble vía de investigación. Culmina una carrera que se inició en Benidorm, con la compra de un concejal socialista –eso explican en su pueblo- y el acceso a la alcaldía. Y, posteriormente, a la Gene valenciana, y el Gobi español. Humm. Zaplana es la metáfora de un tipo social que, en condiciones de temperatura y presión normales, hubiera sido un chanchullero de pueblo. Pero que, pumba, acabó siendo miembro de un staff que, ñaca, acabó bombardeando preventivamente todo lo que pudo. Con ese master impredecible puede ir a la empresa que quiera. Algo con lo que no soñaba en día en el que compró un concejal socialista de pueblo. Dice el adagio que la derecha española es una mezcla de estraperlistas y falangistas. Yo quitaría lo de falangistas. Son otra cosa. Nueva. El pack “falangista” se parece menos a la cosa falange que el pack estraperlista al estraperlo. El pack estraperlo conecta con una arruga del cerebro colectiva, dilatada, con una amplia tradición. Zaplana es, en fin, una metáfora de dónde puede llegar un pollo usuario de una de esas arrugas, cuando deja discurrir su carrera por el surco de la otra arruga.
El otro día hablaba en Italia de eso con un señor muy listo. La derecha italiana está menos ideologizada que la española. Va directamente al turrón. Zaplana sería un buen político italiano –de hecho, ha sido Berlusconi quien le ha pasado el curro en Telefónica-. Bueno. A pesar de esa gran diferenciación entre la derecha española y la italiana –aquí conviven, incluso se solapan en la misma personalidad la cosa estraperlista y la cosa ideológica-, me hizo una buena diferencia entre la derecha y la izquierda de ambos países. Ahí va.
“En el siglo XXI, las derechas son lo que somos. Las izquierdas lo que queremos que piensen de nosotros. Eso es quizás lo contrario de lo que eran las derechas y las izquierdas en el siglo XX. De vez en cuando te da igual lo que opinen de ti, te entra prisa y votas a la derecha”.
La derecha, de hecho, son tipos normales. Absolutamente normales. Extraordinariamente normales. Usuarios de códigos normales y de bachilleratos normales. Que acceden al poder. Y hacen lo que un tipo de provincias –no sé, Benidorm-, considera normal. Berlusconi hace cosas normales en Benidorm que son subnormales si las haces al lado de Putin, ese pollo que mata periodistas. Aznar, ese gran ideólogo que unió las dos grandes arrugas de la derecha española, a su vez, es un tipo absolutamente normal. Como un día nublado.
Humm. Los estraperlistas son tipos simpáticos. Y con los que es fácil negociar. Mi abuelita, en las postguerra, negociaba cada día, 365 veces al año, con varios de ellos. Siempre llegaban a un acuerdo y, gracias al pago de una cantidad -que con el teimpo, se destinaría a la compra de un concejal sociata-, adquiría una barra de pan.
EL próximo día les hablo de la izquierda que se comporta como lo que no es.
miércoles, abril 30, 2008
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4 comentarios:
Ayer hablaba yo con un tipo listo de mi máster sobre Zaplana y , fíjate tu, no salió de su boquita de piñón ni el palabro "falangista" ni "estraperlista", sinó otro: "Opus". ¿Le suena?
Sí. Y eso suena, a su vez, a falangismo y a estraperlismo.
si usté lo dice...
Estas ecuaciones me parecen muy simplistas, la verdad. Partimos del axioma que la derecha española = PP y la izquierda española = PSOE? Yo no lo tengo tan claro, o mejor dicho, me parece evidente que no es así. Desde la caída del muro de Berlín, me parece que el hipotético "centro" se ha desplazado tanto hacía la derecha que todo lo que no sea extrema derecha de repente parece izquierda. Y a la izquierda de eso, pocas opciones parecen quedar.
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