Hola. Mírense estas imágenes. A partir del momento 0:55, que lo demás no vale un pito. Se trata de entrevistas in situ, después del atentado a Carrero. Vamos, de entrevistas de tema político rodadas durante una dictadura. Es decir, sometidas a control férreo.
Cuando las he visto me ha sorprendido varias cosas. Por ejemplo, la cosa a). Cosa a): el periodista campa a su bola por la zona 0. Hoy, si hiciera eso, los chicos de CSI le harían una cara nueva. Esa actitud de viva-la-pepa refleja, en cualquier caso, cierta inocencia, cierto desconocimiento del tema, cierta ausencia de reglas ante el tema. Cosa b): las entrevistas son bastante campechanas. Parece que los entrevistados disponen de cierto control sobre sus declaraciones. Hasta que uno se fija en que en todas las declaraciones aparece un par de números de los grises a la vera. Cosa c): lo declarado. Los declarantes no hablan de nada abstracto, no realizan propaganda. Hablan de sí mismos. De su coche o de su pijama. Hablan, por otra parte, con un tono en las antípodas de la tragedia. Alguno, incluso, se troncha de lo que dice. En ningún caso, empero, hablan de sentimientos, de proyectos colectivos, de posicionamientos de tribu. ¿Por qué? Ni idea. Quizás por a). Quizás por b). Quizás porque se habla desde una dictadura, y la dictadura no sabía como emitir lo que emitía. O no podía hacerlo de otra manera. Ni idea.
Comparen esas declaraciones y esas caras con la retahíla de caras y declaraciones que aparecen en época contemporánea en un atentado. Son diferentes. Diferencias en la cosa a): el periodista sabe donde estar y donde no estar. En la cosa b): las entrevistas están más codificadas. Son todo menos campechanas, se emiten desde un rostro y una expresión determinadas. En la cosa c): las declaraciones tienden a cierta abstracción. O bien sentimental o bien ideológica. Nadie habla ya de su coche o su pijama. Se habla desde cosas más colectivas y amplias que un coche o un pijama.
El asesinato es un hecho incomprensible. Cuando alguien se pela a alguien le quita todo lo que tiene y lo que tendrá. El asesinato es la última frontera. Cuando uno contempla un asesinato se queda de pasta de moniato. No obstante, sorprende que lo que se emite hoy al respecto, se haga desde un criterio muy unificado y estrecho de lo que es el género. De lo que se deduce que el tratamiento de atentados es, hoy en día, un género. Es decir, responde a cierta especialización cultural, inexistente a principios de los 70’s.
Toda especialización requiere especialistas. Los especialistas son profesionales. La profesionalización del tema ha repercutido en la creación de profesionales en la clase periodística, en la clase política –glups-, y entre la ciudadanía, que sabe lo que deben de pensar y decir ante un atentado. Tanto que, cuando no la ciudadanía no hace y dice lo previsto, se produce crispación, ruptura y griterío en la AVT, posiblemente una asociación-indicio de la especialización y de la profesionalización de las que les hablaba.
Hummmm. Se ha liado con el viaje de ida y –mucho más- con el de vuelta de Otegi a Madrid, un día después, por cierto, de que en unas declaraciones diera para el pelo al pack lucha-armada. Sorprende, de hecho, tanta beligerancia después de esas declaraciones. Meditación: será difícil acabar con todo esto. Todo esto tiene ya muchos profesionales. Es posible que antes se cierre SEAT y se deje en la calle a sus profesionales, que no cerrar este periodo yuyo, con más profesionales que la SEAT. ETA, me temo, es necesaria para muchos miles de personas. Que, se diría, ahora están en la calle, defendiendo su puesto de trabajo.
viernes, marzo 23, 2007
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3 comentarios:
Por no hablar de lo conveniente que es para el PP y afines desviar la atención del juicio del 11-M, un tema donde cada día les resulta más dificil intentar sostener en pie su particular castillo de naipes.
Hombre, por lo que se vé, más hacia la derecha. Y, cada fin de semana, en una ciudad diferente, depende de donde toque manifa.
por fin lo has dicho, Guié, cuánta gente come de ETA, a derecha, izquierda, arriba, abajo, en el centro y más que nada en el País Vasco, ¿o no?
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