miércoles, marzo 16, 2005

CAPÍTULO CHORROCIENTOS, O DE CÓMO UN HOMBRE, UNA MUJER Y UN HOMBRE SE ENCUENTRA EN LA CALLE Y, DE PRONTO, HABLAN DE FÚTBOL

-DECÍAMOS AYER. Les pido disculpas por escaquearme del blog en el día de ayer. Pero ayer fue un día terrible y estresante. Si hubiera sido una señorita, en vez de optar por un tampax jumbo, la premura de tiempo libre me hubiera obligado a adquirir un tampax juliano. Bueno. Fútbol. Al tajo.

-FÚTBOL QUÈ SAIS JE? Ayer, precisamente, iba a toda leche con un bebé sobre los hombros y por un barrio al que considero Fort Apache –nunca compro nada en ninguna tienda de ese barrio por terror a que me tomen la cabellera-. En eso me topé con Josefina Argelès. Hablaba por un móvil. No reparó en mí. Así que grité: “Josefina Argelès”. Fue en ese momento cuando se giró, sus ojos –azules como el mar de otro planeta- me apuntaron, y de sus labios salió una sonrisa que parecía un gusano simpático. Era una sonrisa clavada a la que en esos momentos exhibía yo. Era una sonrisa, en fin,muy cara. Cuesta 30 años fabricar una sonrisa así. De hecho, hace 30 años que conozco a JA. En aquellos tiempos no sonreíamos así ni en la peor de nuestras pesadillas. Éramos pipiolos. Coincidíamos en una piscina, en la que yo podía ver la pierna de JA y, en ella, la cicatriz de una vacuna del tamaño de una moneda de 5 duros. Cuando mirabas esa cicatriz percibías una herida. Y te dolía. Y te entraban ganas de curarla. Por aquella época hubiera hecho todo lo posible por curar aquella herida inexistente. POr aquella época, como ya habrán colegido, estaba perdidamente enamorado de JA. Ella, fijo, también. Pero no sabíamos como se hacía. Ahora sabemos como se hace. Y como se aplaza. Bueno. JA aplaza unos segundos su conversación telefónica y me abraza. Me pregunta si sé con quién está hablando por el móvil. Le digo que con Juan Pablo II. Me dice que no, que con Joan, un amigote común de la juventud rampante, cuando te tomabas la vida con ambas manos. Me pongo al teléfono. Joan es un amigo al que en verdad aprecio. De hecho, el muy mamón me dice: “Seguro que estás pensando en la vacuna de JA”. Yo le envío a tomar por el XXXX, que es como se demuestra el afecto en el Viejo Sur. Le devuelvo el teléfono a JA. JA me dice: “Joan dice que lo lleves al fútbol”. Y agrega: “Y si es verdad que vais, llevadme”. Digo que sí a todo y me voy pitando. Hace años que no veo a J, ni a JA. Hoy nos hemos visto o, al menos, nos hemos oído los tres, J, JA, G. Entre los tres compartimos un afecto nítido. Para hablar de él hemos utilizado a) una lógica privada –una vacuna-, y una lógica colectiva –el fútbol-. De lo que se deduce que el fútbol es muy importante. Antes de alejarme del todo y de JA durante otros chorrocientos años, me giro. Le pregunto por su familia. Que muy bien. Me pregunta por la mía. Le grito que mi papá murió. En su rostro se forma por unos segundos una herida. Como una vacuna. En cierta manera seguimos hablando de fútbol. O, al menos, de la vida. Le digo adiós con la manita. Es posible que el bebé que llevo sobre los hombros también. Y desaparecemos.

-EL PAÍS DEL MAÑANA. Esta semana sale el libro Fútbol, una religión en busca de un Dios, de Manuel Vázquez Montalbán. Mañana se presenta en mi ciudad. El libro tiene el interés de codificar el proceso que llevó al periodismo deportivo local a convertirse en esa cosa tan rara. Mañana se lo explico.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿El futbol, como el amor o la lluvia, es algo que sólo sucede en el pasado?

Anónimo dijo...

A mi tambien me enamoraron esos ojos(que tan bien describes) y esa sonrisa.
Recuerdo perfectamente esa vacuna. Aunque solo vi 4 o 5 veces a JA.

JA dijo...

Hola sóc JA, hi estic totalment sorpresa... he descobert l’article per casualitat, o millor dit, per la casualitat d’un amic... M’encanta la sensació que tinc en aquest moments........gràcies Guillem i també a l’anònim...