domingo, abril 24, 2005

¿LOS HOMBRES DESNUDOS ERAN HOMBRES DE FLORES?

Hola amiguitos. Me pillan en las Ramblas. Paseando. Es un decir. Es Sant Jordi. Es el día del libro. Es el día de la Bestia. En las Ramblas no se cabe. La gente compra libros y rosas a gogó. Dos productos muy parecidos. Tienen buena crítica y no te los puedes comer. De lo que se deduce que están emparentados con el arte, la cultura o algo parecido. En todo caso, algo tan bueno que tira de espaldas. Como una abuela que tengo detrás –ha comprado tantas rosas que parece que esté organizando su funeral- y que me empuja tanto que me va a tirar al suelo. En fin. El día de la Bestia de la temporada ha venido con alguna polémica. Algunos autores, al término de la reunión en boxes en el hotel Regina –donde echan de papear a los autores y, luego, los echan a la calle, a que vendan como posesos-, se negaron, por vergüenza torera, a ser fotografiados. Unos pocos, liderados estilísticamente por Baltasar Porcel –Baltasar Porcel, ayuda: joven promesa de los 70’s, época en la que militaba, o algo parecido en la CNT, que fue director de Destino tras ser comprada por su último propietario, un político socialdemócrata que quería currarse presencia en la sociedad para cuando, algún día, hubieran elecciones, liarla, y que se llamaba Jordi Pujol. Posteriormente, fue el intelectual king-size del pujolismo durante varios periodos. Geológicos. Chupó cargo millonetis y su artíciulo diario en La Vanguardia, en ocasiones, llegó a cuotas de vergüenza ajena que sólo se puede medir con instrumental de la NASA. Por otra parte es un tipo inteligente, brillante, y su novelística en catalán es magnífica. Fuera de serie. A fines didácticos, y para acabar de explicarles Porcel, ese pollo, les podría decir que se me ocurren varios tipos en lengua castellana con su currículum político. O moral. Pero no con su currículum literario. Actualmente la narrativa pedorra en catalán se mete con él. De forma pedorra –es decir, gratuita-, y en tanto, digo yo, árbol caído –de la política, no de la literatura; ninguna pedorra, en fin / snif, se mete con árboles políticamente cachas-. Si algún día dan el Nobel a una lengua sin Estado, y esa lengua es el catalán, el premio sólo podrá recaer, actualmente, en él o en Pere Gimferrer. La vida es así /no la he inventado yo. Coletilla final: cuando muera Porcel será uno de los pocos autores peninsulares de ínterin siglo XX-XXI en no desaparecer tras su muerte. Presione salir de ayuda para volver a blog-, han firmado un manifiesto contra la mercantilización del día del libro y se han negado a salir a vender motos. O libros. Corríjanme, pero yo veo en esos manifiestos cierto miedo al intrusismo profesional. Es decir, que los autores –que sólo puede ser mediáticos; o salen o la tele, o copan los medios, o no existen-, se quejan de que publiquen libros personas más mediáticas todavía –los pollos que viven en los medios; verbigracia: los boris izaguirres-. No creo que las quejas se transformen en ninguna crítica orientada a la línea de flotación del día del libro. Línea de flotación del día del libro = línea de flotación de la Cultura de la Transi = o de cómo la cultura es tan poca cosa que la puede desarrollar, y con éxito, Boris Izaguirre, jarl.

-UN PASEO. Y LA CONSTATACIÓN DE QUE NO HAY HOMBRES DESNUDOS. Por el paseo me encuentro con varios autores all-stars -¿desaparecerán con su muerte?-, que generalmente me saludan. En BCN nos saludamos todos. En ocasiones tengo la pesadilla de ser el primer pollo de BCN al que dejan de saludar. En el saludo hay algún tipo de intercambio de palabras. Generalmente, algún tipo de disculpa por estar practicando el diadellbring. En otras ocasiones, se trata de comentarios sarcásticos sobre sus clientes, que siempre, sic, son los clientes para los que no se escribe. Fundamentalmente prima cierta vergüenza –entre los autores del tipo clásico, los que hacen novelas; no entre los autores postmoderns, los anarosasquintanas, que salen en la tele, venden libros y, tal vez, los escriben-. Lo cual indica aún cierto desajuste entre la Cultura de la Transi y el factor humano. Factor humano: por lo que sea, ningún ser humano –salvo los muy tontos o los muy profesionales y usuarios del lucíaetxebarría style- acaba de estar completamente libre y a gustito en la Cultura de la Transi. La cultura debe de tener cierto factor humano, pienso. La Cultura de la Transi sólo ofrece dos factores humanos: el éxito y el fracaso. Añoro los tiempos en los que existía otra cultura. Yo no los viví. Por dos razones. A saber: a) era muy pequeño, y b) y fundamental, jamás ha habido otra opción cultural. Tan sólo fue apuntada. EN los 70’s. Yo vi esos apuntes, cogido de la mano de mi papá, mientras paseaba por estas mismas Ramblas, en los 70’s. Y, ya puestos, se lo explico, en forma de esta bella historia que tiene por título: LOS HOMBRES DESNUDOS.

-LOS HOMBRES DESNUDOS. PROLOGUE, O HE VISTO COSAS QUE JAMÁS PODRÍAS IMAGINAR. Mis primeros recuerdos de BCN son una ciudad repleta de cacas de perros. Un puesto de sandías en la Plaza de España. Gente riendo mientras arrojaba tomates a Samarach a la salida del Liceu. Una pareja haciendo el amor en la Plaza Catalunya. Lo hacían abandonados a su propia velocidad, de una forma absolutamente llena de belleza. Los mirabas con ganas de que pasaran díez años y te creciera la barba y el cipote y pudieras hablarle así a la oreja de una mujer. También recuerdo un hombre desnudo caminando por las Ramblas y riéndose de la luna. Con ese hombre comienza esta historia. Ese hombre era Ocaña. Y esas Ramblas eran la de los 70’s. Su historia y la de sus amigotes igual es, en este día tan señalado, una metáfora del gran cambio cultural que ha sucedido por aquí abajo –o, al menos, en las Ramblas- en los últimos 25 años. Bueno. Al tajo. Las Ramblas. Ocaña. Desnudo.

-LOS HOMBRES DESNUDOS. PART I. A finales de los 70’s BCN vivía un pitote cultural. El modelo cultural franquista se había agotado –es decir, el antifranquista; el modelo franquista no podía agotarse porque nunca existió; consistió en evitar la existencia de otro modelo-. Aún no estaba dibujado el modelo democrático vigente. En ese despelote, ciertas tendencias radicales, contraculturales y provocativas, que buscaban en la cultura una regeneración moral del franquismo y una liberación a gogó, campaban a sus anchas por la ciudad. Aunque le cueste creerlo, ese pitote no era cosa de la Gene, L’Ajuntament o/y la Gauche Divine, o el Ministerio de Cultura –esa invención de 1978, y que hoy parece la cosa más natural del mundo-, sino de todo lo contrario. Estaba protagonizado personas con apellidos de guía telefónica, de extracción y hábitos poco burgueses. Eran libertarios. O por ahí. Les tiraba la cosa homosexual. De hecho, les tiraba mucho. Y, tachán-tachán, posiblemente eran el último grupo intelectual programático e independiente en Barcelona. Tal vez de todo el Estado. Su desaparición ilustra la derrota de un modelo cultural. O de un no-modelo. Y la victoria de otro.

LOS HOMBRES DESNUDOS. PART II. Los miembros de aquel grupo se agrupaban en torno de Ocaña, un señor andaluz más maricón que un palomo cojo que vino a hacer la mili a Barcelona y se quedó. Pintaba cuadros de vírgenes, se paseaba –lo dicho, desnudo- por las Ramblas. Su provocación, tal vez poco articulada, pero bella, feroz y emblemática, quizás fue lo que convirtió a Ocaña en el epicentro de un grupo de artistas y escritores que apostaban por una cultura provocativa, no dirigida, enfrentada a la derecha y a la izquierda y que, en cuatro días, recibiría palo de la derecha –CiU- y de la izquierda –PSUC, PSOE-PSC-. El grupo, por lo que he hablado y escuchado, estaba formado por artistas plásticos pasados de vueltas como Nazario y el joven Mariscal, escritores y periodistas como Lluís Fernández –autor de L’anarquista nú, 1979, una novela durilla, con aparición de muchas cosas largas y durillas, que iba sobre travestis valencianos-, Juanjo Fernández, director de Quimera en los 80’s-, Federico Jiménez Los Santos –sí, sí, el de la COPE, sólo que entonces llevaba el pelo por la cintura y militaba en un partido marxista que consumía Gramsci, gachis y tripis por un tubo y que se llamaba Bandera Roja- y, fundamentalmente, Alberto Cardín. Cardín –La Cardina, como le llamaba Ocaña-, es tal vez quién mejor apunte la propuesta de todo el grupo. Antropólogo, profesor universitario, usuario de la alta cultura y de la contracultura, de cierto radicalismo vital, sus puntos de vista culturales quedaron patentes en la revista La Bañera, que dirigía con Jiménez Los Santos –sí, sí, el de la COPE-, una revista de humor, rupturista, gamberra, que chirriaba entre el apacible rumor que iba creando el naciente modelo cultural postfranquista. En 1981, Cardín lanzó un panfleto analizando el cierre de su revista. El valor de ese panfleto es, tal vez, el de ser el primer texto que empezaba a describir el nuevo modelo cultural, alertando ante la “aparición de una política de Estado de la cultura que eliminaba las diferencias y el debate teórico en nombre de una clima de concordia y convivencia política” –la cita, una buena definición de la Cultura de la Transi, es de Julià Guillamón, en su libro La ciutat interrumpuda, La Magrana, 2001; no se lo pierdan-. En 1982, ese proyecto se consolida. Ese es el diagnóstico del artículo Barcelona es el Titánic, de Azúa, publicado en El País ese mismo año. Dos años más tarde, Azúa, en ese diario y en otro artículo, ya dibujaba que “con un disfraz mercantilista, se está llamando política cultural a lo que es pura y simplemente un soborno libidinal” –la cita es de Guillamón, again.

-LOS HOMBRES DESNUDOS. PART III. O EL SOBORNO LIBIDINAL. O EL BUEN ROLLISMO. Ocaña murió en el 83. En su pueblo. Se disfrazó de hada con un cacho del papel al que puso unas bengalitas. Una chispa de una bengalita saltó a tomar por XXX y le quemó el vestido. Se abrasó. Nazario, aquel profesor de EGB que daba clases al Charnego Power, en el cinturón de BCN, con las uñas pintadas, sigue fiel a su obra, que ahora no es el cómic, sino la pintura. Y las uñas pintadas. Mariscal optó por trabajar para instituciones de izquierdas –las instituciones de izquierda se diferencian a las instituciones de derechas en que sus mascotas son más simpáticas y tienen más colorines-. Lluís Fernández, me dicen, está vinculado a las políticas culturales del PP en Valencia. Jiménez los Santos, ni te digo. Juanjo Fernández le dio un tute a Quimera –en la etapa más valiente de la revista, cuando, incluso, opinaba-, de la que fue despachado cuando le diagnosticaron SIDA. Colaboró con la prensa radical vasca. A finales de los 80, un juicio por ultraje a la corona pre-letizista le supuso el exilio en Londres. Murió en los 90 en Barcelona. Alberto Cardín murió, también de esa enfermedad larga con nombre corto, también en Barcelona. El albacea de sus textos, por cierto, es el crítico –o excrítico; cualquier día se lo pregunto para que nos lo conteste en esta su pantalla amiga- Ignacio Echevarría. El grupo desapareció biológicamente, o en la nueva estructura de la cultura que ahora disfrutamos. Una estructura en la que los intelectuales no se separan mucho de los partidos, instituciones o empresas que les dan trabajo. Una cultura en la que la individualidad y la independencia –salirse, vamos, de la Cultura de la Transi- está penalizada. Una cultura en la que la existencia y, también, el do de pecho del escritor pasa por estar haciendo el mono hoy, día de Sant Jordi, firmando libros, en Las Ramblas. Unas Ramblas y unos libros en los que no queda ningún hombre desnudo. O han muerto. O llevan corbata y trabajan en la COPE o en lo más parecido, que igual es todo lo contrario. Guau. Hoy estoy apocalíptico.

-LOS HOMBRES DESNUDOS. EPILOGUE. El soborno libidinal –¿qué diablos significa libidinal, por cierto?-, ese soborno colectivo, esa renuncia a algo que pudo haberse producido, ¿se relaciona, en cualquier caso, con la esencia misma del Día de la Bestia?

4 comentarios:

Gachas dijo...

¡Qué post más currado e ilustrativo! ahora me queda clarísima la figura de Porcel.
Mereces 20 comments como poco.

Anónimo dijo...

Lo siento, cada vez que lo leo, me quedo sin palabras, pero me parece delicioso leerle, deja ud. un sabor que todavía no he conseguido definir, pero que me gusta. Muchas gracias.

Fedorento

Anónimo dijo...

Sugiero a los usuarios de este bloc que en vez de adorar a nuestro anfitrión empiezen a utilizarlo. ¿A alguien se le ocurre para qué sirve Martínez?

Guillem Martínez dijo...

Apúntense a la doctrina del último Anonymous, les ruego.

Guillem Martínez