viernes, enero 19, 2007

LA EMBOLIA COLECTIVA Y LA RISA

Hola. Estoy haciendo cola donde el médico. En la misma sala están los usuarios del logopeda. Son, en su mayoría, abuelitos y abuelitas a los que les ha dado un aire y han perdido el habla. Bueno. No han perdido el habla. La han substituido. Dicen cosas que no significan nada. Pero su cerebro entiende que, cuando las pronuncian, están articulando lo que están pensando con precisión retórica de Ciceron. El Ciceron que les sale, no obstante, les sale como muy cachondo.

Lo entenderán mejor si se lo describo. Sala. Abuelitos. Van con el uniforme del señor planetario que ha sufrido una embolia. Bastón, una mano cubierta por un guante, una pierna a su bola, etc. Conforme van llegando, se saludan. De forma muy costosa se dicen “bon día”. Que debe de ser la lección de la semana. Luego se ríen, pues, posiblemente, no saben lo que han dicho. Posteriormente, empiezan a hablar en su lengua. Uno dice “coño, coño, coño, coño”. Otro le contesta “swana, swana”, otro va y dice “drende, drende, drende”. Y se ríen más. Saben lo que les pasa, pero sólo lo reconocen si lo escuchan en el otro. Los acompañantes de los abueletes –sus hijos o sus nietos-, también se ríen. De pronto, llega un último abuelete. Un acompañante, cuando lo ve, va y dice: “Ostras. Es Manolo. ¿Seguirá con la manía de decir lo que siempre dice?”. Los abueletes y sus acompañantes forman aquí un silencio expectante, a la espera de que el abuelete Manolo, diga –o no-, lo-que-dice-siempre. Hasta yo estoy silencioso y expectante. EL abuelete Manolo llega, se quita el sombrero con la ayuda de su hija. Hace esperar sus palabras. Nos mira a todos, más contento que una anchoa y, en este momento, dice lo que, al parecer, dice siempre desde lo de la embolia:

-Eta, eta, eta. Eta.

Todo el mundo se parte el pecho. EL abuelete Manolo también. Los acompañantes de los abueletes proclaman la rumba con preguntas como “Manolo, ¿qué votarás?”, “¿Quién ganará el domingo, Manolo?”. EL pitote sube varios niveles. Ya somos varios los que lloramos de risa. En eso sale la enfermera a mandar parar. “¿Se puede saber qué es todo este ruido?”. Uno va y dice: “Manolo, díselo”. Manolo va y lo dice. La enfermera aguanta el tipo. Luego nos mira a y se ríe tanto que se sienta de cualquier manera en una silla. Se le ve el triangulillo. Manolo se lo comunica. A su manera. Una abuelita se ríe tanto que le da hipo. Manolo le pregunta si quiere un vaso de eta, eta, eta.

En la sala sucede lo mismo que en todas partes por aquí abajo. Se utiliza una palabra para hablar de todo. Se habla de todo con una palabra. No obstante, a) aquí se sabe que eso requiere tratamiento. Y, b), también se sabe que eso no deja de ser un chiste.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué alegría leerte después de tanto tiempo sin verte! Tus abuelitos me han contagiado vuestro buen rollo y por un momento me han hecho pensar que el chiste no podía ser tan malo aunque requiera tratamiento. El problema es que con estos políticos no me río nada aunque utilicen el mismo invento.
1 beso desde Vilanova!