Leo en la prensa que Rajoy anunció que ayer, después de que la Audiencia etc., “fue el día más feliz de su vida”. Ayer, también, mientras viajaba en taxi, escuche en la COPEBrrrrrrr, una entrevista a un gran ideólogo, que se declaraba muy feliz por lo mismo. La entrevistadora del ideólogo, a su vez, rezumaba felicidad. Les escuchabas y parecía que la vida era gratis. Rajoy no lo sé, pero cuando preguntaron al ideólogo por las razones de su felicidad –por lo de la Audiencia etc.-, el ideólogo tuvo que guardar silencio. Ordenó sus ideas varios segundos y, finalmente, dijo: “me hace muy feliz el Estado de Derecho”.
La felicidad es algo muy serio. Cuando alguien explica su felicidad se asiste a un acto más íntimo que el de la explicación de la tristeza. La tristeza de uno mismo, por lo general, no genera cadáveres. La alegría, la apoteosis personal, en ocasiones ofrece un amplio abanico de daños colaterales. Posiblemente porque en felicidad se es uno mismo, mientras que en tristeza se es precariamente. Yo qué sé. Esta semana, por ejemplo, he palpado la felicidad a lo bruto y en dos momentos dilatados y densos y diferentes a los picos de felicidad de Rajoy y el ideólogo. Pero me costaría mucho explicarles esos momentos. Por sentido del pudor y hasta cierto punto, del duelo.
La felicidad, cuando se produce, tiene un gran componente de cosa inconfesable. Me cuesta creer que el Estado de Derecho cree esa felicidad bestia y a dos manos. No creo que la cree ni siquiera el Estado Hawaiano. Supongo, por tanto, que las personas que ayer fueron extraordinariamente felices con, sic, el Estado de Derecho, en realidad optaron por lo mismo que yo les he practicado hace escasas líneas: confesar su felicidad, sí, pero tapando bien tapadas sus fuentes. La felicidad, en fin, no es confesable. Sólo pueden confesar y exhibir las fuentes de su felicidad personas primarias. O asesinos complejos.
Lo que lleva a pensar que Rajoy y el ideólogo, cuando hablan de la felicidad que les provoca el Estado de Derecho, en realidad están ocultando, como todo el mundo, las fuentes de su felicidad. Quizás estaban produciendo a tiempo real una metáfora de la derecha española. Canalizar lo inconfesable a través del Estado de Derecho. Y denominar lo inconfesable con palabras sentimentales. Como felicidad. O, como dolor, o como crispación, o como lo que toque.
viernes, enero 26, 2007
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4 comentarios:
¿Por qué tanto pudor de repente? ¿Es que los niños y niñas que frecuentamos esto no tenemos derecho a conocer fuentes para la felicidad confesables? ¿Canalizar lo que sea a través del pudor es mejor que canalizar lo que sea a través del Estado de Derecho?
hombre, canalizar lo que sea, si es lo que sea, mejor hacerlo a través del pudor que del Estado de Derecho, desde luego
Yo, ahora mismo, acabo de tener un momento de felicidad sabroso, oloroso y redondo como la letra O. Pero no le digo que se debe a la sopa de ajo con farigola que prepara mi mujer, sinó al Estado de Derecho. ¿Se sentirá más idiota que si no se lo digo por pudor a causar un daño colateral en usted, que puede no tener mujer , o incluso en el caso de que la tenga, puede que no sepa cocinar sopa de ajo con farigola? Vamos, hombre...
Inteligencia sin sarcasmo, felicidad insultante
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