miércoles, enero 24, 2007

LOS PROBLEMAS DE LAS ECONOMÍAS DE MONOCULTIVO

Existe un concepto local más o menos generalizado de lo que es la violencia terrorista. A saber: es una definición-espectro, que en los últimos años ha ido creciendo a gogó, y que abarca los actos de un organización terrorista ad-hoc, pero también los actos de organizaciones próximas, sus declaraciones, y declaraciones, conductas y políticas de individuos y colectivos en las Quimbambas de la organización terrorista. Un lector, verbigracia, comentaba hace poco que Julio Médem es terrorista depende el día. La definición local de terrorismo, vamos, parece no querer definir tanto el terrorismo como querer intervenir en lo contrario al terrorismo. Es decir, lo que ocurre en la política.

Eso supone un esfuerzo llamativo. Pocas culturas han velado tanto por su definición de terrorismo. Una definición que ha ido cambiando y creciendo en los últimos años. Desde que soy pipiolo, por ejemplo, me he ido tragando diversos conceptos en la prensa generalista. Así, para aludir al terrorismo, al terrorista y a cosas del mismo pack, mi diario independiente de la mañana me ha ido facilitando conceptos desde los 70’s, tales como “lucha armada”, “grupo armado”, “ejecución”, “activista”, “banda de malhechores”, “pistoleros”, “matones”, “asesinos”, “violentos”, “terroristas”. En otros diarios independientes de la mañana, esta mañana se utilizan definiciones-categoría, como “desalmados”, “cómplices”, “mezquinos”. Pocas culturas, en fin, disponen de tantas palabras para lo mismo. Muchas menos, por otra parte, han cambiado tanto de palabras para lo mismo. En UK, para comparar, se han pasado más de 100 años con la misma palabra para definir terrorismo. Que, curiosamente, no era terrorismo. Nuestra cultura, algunos emisores de la cultura más, otros menos, han ido definiendo bajo la palabra terrorismo una polaridad del mal amplia, mucho más amplia en ocasiones que el mal a definir. De lo que se deduce que también ha ido definiendo una polaridad del bien, también y posiblemente, más amplia de lo que el bien da de sí.

Tamaño esfuerzo lingüístico, tamaña voluntad en dibujar un tipo de violencia mediante el lenguaje, hasta hacerla cuadrar en todos los aspectos de la realidad, al menos de forma nominal, tamaño esfuerzo léxico ante una forma de violencia, en fin, quizás nos ha dejado en bolas para definir otras formas de violencia. De hecho, si consultan los diarios de ayer y de hoy, en los que se describe lo que está pasando el Alcorcón –violencia racial, por lo visto asumida como tal por sus usuarios, por otra parte, numerosos-, se observan numerosas dudas lingüísticas y morales en los escritos. Por ejemplo, no se sabe quienes son los malos. Por lo visto, una de las premisas por aquí abajo para describir la violencia.

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