El sol siempre brilla en Kentucky, etc., frío que corta el cutis, etc., un amigo me pone al día, etc. Entre las historias que me explica también brilla con luz propia esta, que se titula “La historia del perito”, y que empieza así: “El otro día estuve hablando con un perito”. No se la pierdan.
“El otro día estuve hablando con un perito. Vino a tasar un siniestro. Cuando acabó me dió, por el mismo precio, otra tasación. Me dijo: qué, este pueblo está a punto de irse al garete, ¿no?. Le dije que no especialmente. ÉL me dijo que sí. Solo vengo a tasar siniestros provocados por inmigrantes –dijo. Y vengo cada vez más. Me pasó en un pueblo. Íbamos siempre una perita y yo. Empezamos a ir demasiado a aquel pueblo. Ahora ella no puede ir. No puede ir ninguna mujer sola. Me pasó en otro pueblo. Lo mismo. Ahora, por lo que veo, empieza a pasar en este. El perito concluyó su peritaje del pueblo con un: le doy menos de un año”.
Los peritos observan objetos rotos. No personas rotas o sociedades rotas. Por lo que su peritaje sobre la sociedad igual tiene menos crédito que el vino de la casa de un restaurant chino. No obstante, la Historia del Perito dibuja la ausencia de peritos que observen las personas y las sociedades. Los peritos de personas y de sociedades disponibles, por lo que veo, en la plaza, sólo llegan a las personas y sociedades cuando ya se han roto. Y no informan sobre los daños causados. Informan sobre soluciones drásticas y sobre culpables. Informan sobre la necesidad de cirujanos de hierro, y se les infla la vena del cuello cuando hablan. No sé. Caso Alcorcón. Faltan, no obstante, unos peritos previos. Que han desaparecido. Igual se llaman periodistas. Informan de lo que está pasando. Informan de que los peritos van a un pueblo más que a otro.
martes, enero 30, 2007
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1 comentario:
Veo que le gusta el viejo cine de Ford, Martínez. Al final, hasta me caerá bien.
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