De acuerdo, Martínez, allá voy, tú lo has querido. ¿Consursitos a mí? ¿A mí concursitos, y a tales horas? Años llevo hincándole el diente a la cuestión. Y sí, me parece un buen hilo a estirar cuando, como aquí se habla de la CT. Un hilo largo, sin embargo, con el que podríamos pasarnos varias semanas haciendo ovillos, así que a ver si nos controlamos.
Para sacar al asunto de los premios literarios toda su miga, en especial si vamos a tratarlos como fenómeno CT, conviene que primero hagamos, como suele decirse, “un poco de historia”. Los premios literarios a libros inéditos, destinados a comercializarse después de obtenido el premio en cuestión, son, como ya todo el mundo empieza a saber, un fenómeno genuinamente español, importado desde la madre patria a algunos países de Hispanoamérica, pero desconocido en el resto del planeta. El primero de todos fue el Nadal, surgido en los años de hierro del franquismo, allá por los cuarenta, y constituido entonces en plataforma de resistencia y alternativa a la cultura oficial, por mucho que no renunciara a un cierto ánimo de lucro. En las décadas siguientes, la institución proliferó por doquier, presentándose siempre como una iniciativa particular destinada a paliar los efectos de la pertinaz sequía cultural provocada por la estrechez de miras de las autoridades franquistas y sus intransigencias. Y de esta forma llegamos a la Transición, en la que, con la legitimidad adquirida durante la dictadura, la institución de los premios literarios prolonga su existencia sin que a nadie se le ocurra cuestionar su razón de ser en democracia. Lejos de eso, los premios no sólo siguen proliferando, sino que asumen con tanta desfachatez como impunidad sus objetivos venales, que exhiben con desinhibición creciente, sin perder en ningún momento la complicidad de un estamento cultural que se lo pasa pipa entretanto, de cenorrio en cenorrio, quien más quien menos concurriendo unas veces en calidad de aspirante a galardón y otras en calidad de jurado.
Como metáfora de la CT, la institución de los premios funciona maravillosamente: una legitimidad sustentada por la resistencia —real o supuesta, por lo general más tácita que explícita— a la dictadura, permite que, ya en democracia, prospere un tejido de amiguismo y de chanchulleo que, al sagrado intocable de la cultura, corrompe y tergiversa la atmósfera moral del país. En el caso de los premios, como en el de la CT, el tinglado funciona gracias, por un lado, a la ya señalada complicidad del estamento cultural (que, brindándose como jurado, es decir, como tapadera, contribuye a camuflar con su prestigio lo que en puridad no es otra cosa que una operación de márketing), y por otro lado, la prensa (que consiente, al parecer gratuitamente, en dar entidad de acontecimiento cultural a lo que, por virtud de eso mismo, se convierte en una muy rentable operación publicitaria).
Expuestas así las cosas, los últimos acontecimientos vienen a “dibujar un escenario” (lo siento, pero hace días que me moría de ganas de emplear esta expresión) lleno de interés. Porque hay indicios para pensar que la cosa, al menos por lo que a los premios toca (pero quizás también, y por ende, por lo que toca a la CT), está agrietándose.
Dos escritores cuya calidad ética y estética está fuera de dudas, arrastrados, como todos, por el espíritu de juerga y de camaradería, también, por qué no, por la tentación de cultivar buenos contactos y ganarse fácilmente unas perras, descubren de pronto —¿por qué?— que están haciendo el payaso. Descubren algo más importante: descubren que no basta con darse de baja en la payasada, descubren que ha llegado el momento de hacerlo en voz alta, rompiendo las reglas del juego. En una intervención anterior aludí, en relación a mi propio “caso”, a la necesidad de recuperar la delación como ejercicio moral. Decías tú, Martínez, que la CT lo es todo, que ella sola acapara todos los nombres. Será entonces que la única forma de hacer crítica en la CT es mediante la delación. Dado que el mal se ha extendido tanto, la única forma de combatirlo no llegará desde fuera sino desde dentro, a través de quienes de pronto, y por las razones que sea, deciden romper el paso. La conducta de Caballero Bonald en el Torre Vieja y de Marsé en el Planeta indican que eso podría empezar a ocurrir de un modo generalizado.
Atentos todos a la reacción de la prensa. En el primer caso miró al otro lado y disimuló lo ocurrido. En el segundo caso, se ha apuntado al carro y ha ofrecido una amplia cobertura al escándalo. Cabe hacer interpretaciones taimadas de esto último, pero cabe también reconocer en ello, como pretendo, un indicio de que las cosas han llegado a un extremo tal que se empiezan a dar las circunstancias para que, con sólo un empujoncito, dar al traste con muchas cosas.
A ¡España! le falta un soplito de nada para irse al carajo. A la CT, quizá menos que nada: cuatro tipos —apartte de tú y yo— con ganas de jaleo que se pongan a decir que el rey está desnudo.
En cualquier caso, conste que yo estoy en pelotas. Pero no me quejo, ¿cómo iba a hacerlo?
Gran titular de la jornada:
“¡MARTÍNEZ NOS INVITA ESTA NOCHE A CENAR AL PEP Y A MI!”
A la salida, yo invito a una ronda.
A todos. Para celebrarlo.
miércoles, octubre 19, 2005
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4 comentarios:
Mientras nuestros protagonistas se pegan la cena padre aquí seguimos los demás, dandole juego al desto. Que aproveche!
Lo del planeta no puede ser una sorpresa para nadie, es sabido que es un premio de encargo y, en realidad, no creo que a nadie le preocupe. Sorprende la salida de Marsé ahora, a menos que aceptara estar en el jurado pensando en aprovechar para armarla.
En realidad no es un invento que tenga nada que ver con la cultura, es un producto diseñado para ser obsequiado en Navidad, esas fechas en que todos nos devanamos los sesos pensando en como sacarnos de encima la papeleta. Está en todas partes, no se agota, tiene un precio razonable y el que lo recibe da las gracias, lo pone en una estanteria y santas pascuas.
Hay otro fenomeno editorial vertebradoramente hispano y también hijo de Planeta, la literatura de kiosko: Te puedes hacer las obras maestras de la literatura universal, las mejores novelas de aventuras, las históricas, las eróticas o las que empiezan por "J". Baratitas, como fasciculos o acompañando un periódico y con encuadernaciones vistosas. Tienen el mismo papel decorativo que aquellos lomos huecos de los años setenta y son menos sonrojantes.
Una grieta? Sinceramente no la veo, y tampoco cuales son los temblores que llegarán a provocarla.
OK, todo el mundo sabe que el Planeta es una operación de marketing, de la misma manera que todo el mundo sabía que el anterior gobierno mentía con lo de Atocha. ¿Por qué nadie dijo/dice nada? Yo no estaría tan de vuelta.
Estoy de acuerdo con brulard en que hay momentos insustanciales en el debate. QUizás el tema no sean los fenómenos de la CT. SOn los silencios ante los fenómenos.
Matute: Los reyes son los padres.
Cuando te hayas recuperado te cuento lo del ratoncito perez.
Y Martinez y Echevarría, ¿qué pasa? ¿hay resaca?
Por cierto, yo también encuentro que el nivel del blog ha ido bajando y que la variedad de ideas que aparecían al principio han sido sustituidas por cierta reiteración. A ver si remontamos!
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