jueves, octubre 13, 2005

Y DALE

La dieta ampurdanesa te sienta bien, Martínez, se te nota cachas. Tu última intervención es apasionada y contundente. Vale. Pero mi madre me dice que nanay, que la cena del sábado te toca a ti. Y añade que ella también se apunta. Ya somos cuatro, pues, contando con el Pep, que está tardando demasiado tiempo en reaparecer.

Escurres muy bien el bulto de dar nombres. Pero el profesor Echevarría no se deja enredar por las astucias de Martínez y lo saca de nuevo a la pizarra para que los escriba. Dices que no tiene sentido citar nombres de la CT, porque son todos. Bueno, yo no pretendía, desde luego, reescribir el listín telefónico, pero insisto en la conveniencia de hablar de las cosas añadiéndoles nombres concretos. A las cosas y a quienes las hacen. Es un modo de confeccionar listas como otro cualquiera. Y un modo además muy útil, muy servicial y orientador. No pertenecer a la CT te proporciona este privilegio. No lo desperdicies. En cualquier caso, dices tú que “sería más interesante citar nombres no-CT”. Dices más: dices que, “llegados a un punto, en este diálogo deberíamos comunicarlos”, y me conminas a “ intelectualizar nombres y obras no-CT”. Acepto, y te prometo que no dejaré de hacerlo toda vez que tenga ocasión. Pero no me explico, entretanto, por qué no empiezas tu a aplicarte el cuento. Conoces a “dos escritores que no son CT”, ¿quiénes?. A “dos editores que no son CT”, ¿cuáles? A “un articulista”, sólo uno, que no es CT, ¿Morán, acaso? ¿O tú mismo? A “unos pocos periodistas que no cuestionan la CT –o no se hacen la picha un lío con ella-, pero que realizan, con un código deontológico cachas, un buen trabajo”. ¿Nos puedes dar algún ejemplo?
Nombres, Martínez, nombres, hay que joderse. El canon es una lista de nombres. El staff es una lista de nombres. Tu agenda es una lista de nombre (por cierto, déjame verla). Demos nombres, al derecho o al revés, en positivo o en negativo, pero nombres. Échale un vistazo a la Biblia, empezando por el Pentateuco, y ¿qué te encuentras? Nombres y más nombres. Hasta el culo de nombres. “Estos son los nombres de los que os ayudarán: por Rubén, Elisur, hijo de Sedeur; por Simeón, Selumiel, hijo de Surisadday; por Judá, Najsón, hijo de Suar; por Zabulón, Eliab, hijo de Jelón; por los hijos de José: por Efraím, Elisamá, hijo de Aminihud; por Manasés, Gamaliel, hijo de Pedahsur; por Benjamín, Abidán, hijo de Guideoní; por Dan, Ajéizer, hijo de Ammisadday; por Aser, Paguiel, hijo de Okrán; por Gad, Elayasaf, hijo de Reuel; por Neftalí, Ajirá, hijo de Enán: eran estos los afamados en la comunidad, principales de las tribus de sus antepasados, jefes de millar de Israel” (Números 1:5-16). Y sigue y sigue.
Por lo demás, no comparto tu pesimismo radical, que deja demasiado margen a la resignación y al conformismo. “La inexistencia de tu nombre en la CT es sinónimo de inexistencia en una cultura que produce productos muy parecidos y diferenciados únicamente por el nombre del emisor.” De acuerdo: pongámosle nombre a esa diferencia. “La existencia de tu nombre en la CT no es consecuencia del valor de una obra, sino de una conducta.” Describamos esa conducta, con nombres propios. No me importa pecar de optimista. No me importa que haya sólo dos grupos, la CT y yo (“Los españoles se dividen en dos grandes grupos”, afirmaba Valle-Inclán: “yo y todos los demás”). Fuera de que tú mismo, si bien empiezas por decir que esta mañana, a primera hora, “fuera de la CT sólo existen estas líneas”, terminas diciendo que eres capaz de “inventariar no más de 12 intelectuales no-CT”. Suficientes. Como los apóstoles.
Me interesa mucho lo que dices acerca de que “la ausencia de grupos y opiniones diferenciados frente a la CT” explica la ausencia de presión sobre el tapón que sobre este país forma la generación que gestionó la Transición. Estoy de acuerdo. Pero de ello derivo la necesidad de constituir esos grupos, esos bloques de opinión diferenciados, para lo cual es importante dar nombres, en todos los sentidos, nombres que actúen como esos banderines que llevan en la mochila los guerreros japoneses en las películas de Kurosawa, para distinguir los de uno y otro bando.
Nombres. Me vale, por ejemplo, el único que te animas a dar, el de Gregorio Morán. Me parece un buen ejemplo de intelectual no-CT que ha conseguido sobrevivir al ninguneo al que, según tú, aboca esta condición. Si Morán tiene una tribuna fija en un diario como La Vanguardia, si publica libros, si firma un contrato millonario para escribir una historia de la Transición, será porque, pese a todo, es posible actuar desde la no-CT. Y conste que a mí Morán me cae gordo, por razones personales. Tiene un pésimo gusto literario, pero esa no es la cuestión. Cuando yo publiqué mi reseña sobre la última novela de Bernardo Atxaga, origen de mi trifulca con El País, él se puso de la parte de Atxaga, y me identificó —me señaló, más bien— como un intelectual CT. Quizá tenía razón. En lo que no la tenía era en pensar que la novela de Atxaga era lo contrario. Ya luego, a la vista de lo ocurrido, no sé que Morán se haya pronunciado en ningún sentido. En cualquier caso, el hecho de dar nombres, entonces como ahora, contribuye a aclarar las posiciones y establecer las complicidades.
Nombres, entonces, Martínez, nombres, mal que te pese. No me seas zoquete.
Acudiendo a tu pregunta: puede que no tenga sentido, como tú mismo insinúas, criticar algo sin fisuras como la CT. Entretanto, yo propongo nombrarlo. Es la primera forma de la crítica: nombrar, enumerar, inventariar. A partir de ahí vamos estableciendo un orden y dejamos un campo a las comparaciones. De estas últimas derivarán las primeras fisuras. Y hecha una grieta en la muralla, todo es cuestión de insistir. El asunto del premio Torre Vieja, por ejemplo. ¿Cuántos años llevamos algunos desgarrándonos las vestiduras ante el cambalache indecente de los premios literarios? La inititución, sin embargo, permanece impertérrita. Hasta que de pronto, un nombre salta a la palestra, se lo señala con el dedo, se forma un escándalo. Detrás de todo gran hombre puede que haya siempre una mujer, pero antes que eso hay un nombre. Sobre el caso Torre Vieja tú nos ilustrarás (no me dirás que no te lo pongo a huevo: el sábado pediré postre). Entretanto, en Argentina un escritor que se llama Gustavo Nielsen ha conseguido, a fuerza de dar nombres propios, poner contra las cuerdas al premio Planeta de aquel país, y hacerse acreedor, para más inri, de una indemninación millonaria. Por algún lado se empieza. Desde algún lado. Bienvenidos los fantasmas.
El sábado pediré de postre dulce de leche.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Jordi Costa, Julián Rodríguez, Llucia Ramis, Álvaro Colomer, Gabi Martínez, Flavia Company, David de Ugarte, Robert Juan-Cantavella, Quim Pérez, David Roas, Ángela Molina, Vivianne Loría, Manuel Vilas, Vicente Luis Mora, Diego Doncel, Milo Krompotic, Jordi Carrión, Ariadna García, Elena Medel, Miriam Reyes, Dildo de Congost, Mercedes Cebrián, Miguel Riera, Jordi Sánchez-Navarro, Fernando de Felipe, Federico del Barrio, Juan Francisco Ferré, Germán Sierra, Josan Hatero... así de pronto, son los primeros TREINTA nombres que me vienen a la cabeza y que no tienen ABSOLUTAMENTE NADA QUE VER con lo que llamáis CT. Si ninguno de los treinta os convence, me lo decís y os digo treinta más.

Anónimo dijo...

Puedo comprar Jordi Costa, si bien su cultivo de la serie B en ocasiones me parece inofensivo. Es decir CT. De los demás -no conozco a todos-, algunos como Company, o Cebrian practican la CT por la tele, creo. Otros, directamente, no existen como emisores culturales diferecnaidos de la CT. Pueden ser no-CT en la vida privada. Ser no-CT, se supone, es una actitud pública.

Anónimo dijo...

"Si se suscitara la codicia,
yo la conjuraría por medio de la simplicidad sin nombre.
La simplicidad sin nombre hce que se ausente el deseo.
La ausencia del deseo, tranquiliza,
y el mundo se arregla solo".


XXXVII TAo Te King

Anónimo dijo...

Ya veo. O sea, que de una lista de treinta críticos culturales, autores y editores, los únicos que te suenan de algo son tres que salen por la tele y los demás "no existen". Pues sí, creo que tienes mucha razón cuando hablas de los perniciosos efectos de la CT. Básicamente piensas lo mismo que el director de El País de las Tentaciones: que la única "actitud pública" es salir por la tele.

Anónimo dijo...

Bien, pues, como decía antes, doy treinta nombres más. Javier Montero, Manuel Borja-Villel, Jorge Luis Marzo, Anna Maria Guasch, Glòria Picazo, Alberto Hernando, Eduardo Subirats, Julián Jiménez, Antonio Méndez Rubio, Sandra Valencia, David Mardaras, Jorge Riechmann, Isla Correyero, Isaac Rosa, Irene Zoe Alameda, Andrés Hispano, Pedro Berruezo, Jesús Palacios, Ana Merino, Mariano Gistaín, Diego Marín, Grace Morales, Mike Ibáñez, Eduard Escoffet, Bàrbara Roig, David Barba, Roger Wolfe, Albert Roig, Jordi Julià, Miguel Ángel Martín. Ahora ya no vale decir "este no me suena mucho" o "me parece que sí es CT"; si no se acepta, habría que explicar en qué sentido lo que hace el autor en cuestión sí es CT.

Anónimo dijo...

Ustedes, los sin nombre: ¿Piensan convertir esto en un listin telefónico?

Anónimo dijo...

No necesariamente. Lo que pasa es que cuando uno lleva leyendo páginas y páginas de cantinela que dicen "no hay nadie fuera de la CT", "no hay nada fuera de la CT", "no hay crítica", "no hay" y "no hay", pues al final acaba legítimamente preguntánose si la gente que hace afirmaciones tan tajantes sabe algo sobre cultura contemporánea -además de lo que dice El País. Y una de las respuestas posibles a esa pregunta consiste en mencionar a unas pocas de entre las muchas personas que creo que hacen algo significativo. Para aportar un dato, nada más. Y el listín de teléfonos no viene del todo mal cuando lo único que oyes decir es que "no hay línea" o que "no hay nadie al otro lado de la línea".

Anónimo dijo...

Tiene razón. Los escritores nombra más arriba no son CT. Si no se lo creen, tecleen sus nombres en el google y se convencerán de que la cultura contemporanea va bien. Para hacer boca, les avanzo el resultado de mis pesquisas:

1. Barbara Roig, ganadora del Premi Escolar de la Vall d'Albaida 2004.

2. Dido de Congost, redactor de una revista para hombre i de una web porno.

3. Roger Wolf. Lean su poema "La verdad, al fin" y juzguen ustedes mismos lo no CT que es.


"Todo el día
queriendo redactar este poema
y ahora no recuerdo
qué se supone
que tenía que decir.
Los buenos escritores —no hace falta
repetirlo— son aquellos
que saben siempre, exactamente,
cuándo no deben escribir.
Pero ése
evidentemente
no es mi caso".

Anónimo dijo...

Eh, eh, eh, ¡que yo no soy CT! Nadie me ha podido ver en la tele porque aún no he salido y además es por cable.

Ms. Cebrián
(¿he firmado de manera CT?, ¿este paréntesis es CT?, ¿los "eh, eh, eh" del principio son CT? socorroooo!!!)

Anónimo dijo...

Hay qué ver cuantísimo le cuesta leer a según qué gente y qué poquito le cuesta menospreciar cosas que desconoce y tirarse faroles y vaciladas a costa de los demás. La Bàrbara Roig de la que hablo es, evidentemente, gestora cultural, y no autora de poesía -cualquier persona que sepa algo sobre cultura alternativa en Barcelona sabe perfectamente quién es. Dildo de Congost es redactor de "Mondo Brutto", que es una de las cosas menos CT que se han inventado; no veo ninguna relación entre escribir en una web porno y hacer CT, como tampoco me parece que Guillem sea CT por el mero hecho de colabrar en Interviú -o en El País, ya que estamos. No me hace falta defender a Roger Wolfe de la crítica de alguien que ni siquiera es capaz de escribir correctamente su nombre, y que no tiene más información que la que se puede sacar en un golpe de Google. ¿Y tú te crees que eres un "sagaz crítico" de la cultura contemporánea? Das pena, chavalín.

Anónimo dijo...

Hola a todos,
En efecto, si a estas alturas resulta que Guillem es CT, es que hay quien no quiere enterarse del sentido de este blog, o que se ha sentido aludido. Y en este caso el aludido ha decidido recurrir a ese grandioso invento de la CT conocido por el poético nombre de "ventilador de la mierda". Supongo que el objetivo es o bien inducir a Guillem al silencio o hacerle caer en una especie de autocensura. Lo bueno, en todo caso, es que estamos tocando fibras sensibles (¡resiste Guillem!).
La CT corresponde, desde el punto de vista generacional, a una supuesta progresía bienpensante que ha terminado construyendo una especie de cuento de hadas en el que ocultar sus renuncias, hipocresía...y poltronas. Y es lógico que se ponga nerviosa cuando se cuestiona su papel, porque a poco que se rasque, el cuento de hadas se viene abajo y queda en evidencia un grupo de personas especializadas en mirar siempre hacia otro lado (que suele coincidir con el de la chequera: casualidades de la vida). No entro aquí a analizar el papel de la CB porque estos siempre han estado en el mismo sitio: el Paleolítico.
Gregorio Morán, en su libro sobre Ortega ofrece un paralelo interesante, al desvelar las miserias de una vida cultural (la de la España de los años 40 y 50) cuyos protagonistas pasaron de franquistas convencidos a demócratas de toda la vida, poniendo un cuidado exquisito en ocultar después las trazas de ese pasado impresentable (aunque tan rentable en su momento) con otro cuento de hadas (de "resistentes").
La CT creo que corresponde perfectamente a una sociedad, actual, que mira hacia otro lado pero que tiene mala conciencia por actuar así. No hay que extenderse mucho: aquí hubo una dictadura que sólo terminó cuando el dictador se murió de puro viejo; hubo un golpe de estado en el que nadie se echó a la calle a defender la democracia; hubo un GAL y una corrupción que apenas motivó críticas en el staff "cultural" del momento, un staff que ni se inmutó cuando se encarcelaba a cientos de pacifistas e insumisos. No quiero extenderme en la multitud de ocasiones en que la supuesta progresía del staff-CT quedó enmudecida. Pero es una sociedad y un staff que han hecho del consenso (=ausencia de debate/crítica) y del inmovilismo (cultural, político, etc.) el medio adecuado para sentirse a gusto.
Es natural, en estas condiciones, que la CT sea una cultura de autoconsumo, de autojustificaciones, autocelebrativa y donde la autocensura desempeña un papel esencial, en forma de ausencia de debate y de crítica. El "caso Echevarría" es ejemplar: se censura a un crítico cultural por cuestiones de una mezquindad bochornosa, y el staff, que en ocasiones colaboraba en el mismo diario, firma un manifiesto de apoyo...¡al censor!
Si bien es cierto que el staff CT copa la cultura oficial, también creo que sus producciones provocan cada vez un mayor rechazo entre los jóvenes que han crecido en un ambiente muy distinto a las circunstancias casposas en que se desarrolló la CT: es por lo que una Belén Gopegui triunfa allí donde un Javier Marías sólo produce bostezos. También percibo que a este nuevo público se la suda la cultura oficial y está aprendiendo a moverse en un medio distinto: blogs, pequeñas editoriales, revistas alternativas, Internet, etc. En todo caso, percibo cada vez más que la CT es algo apolillado, mortecino, incapaz de reacción, por mucho que intente aparentar una salud de hierro en forma de premios literarios, suplementos en los periódicos y demás.
Corto y cierro, que me enrollo mucho,
Juan Carlos